Capítulo 10

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No podía esperar más para desenmascarar a Maira.
Su deseo hacia ella iba aumentando día a día y si seguía de brazos cruzados mostrándose cada vez más ruin con ella nunca sabría quién se esconde bajo esa fachada de mujer dócil.

Tocó su puerta rogándole que le abriera, incluso le suplicó, pero detrás de la puerta Maira mostraba un carácter más fuerte, nada al que le tenía acostumbrado.

Cuando vives en condiciones pésimas, ves como diariamente maltratan a tú madre, y ella guarda silencio aguantando el dolor mostrándole a su hija aquellas heridas las cuales ella debía curarle preguntándose: ¿Porqué no tomaba la decisión de huir juntas avanzando en su vida?

Desafortunadamente su madre no lo hizo. Pero ella no era como su madre y mucho menos se iba a dejar manipular por un hombre del cual la había rechazado dándole a entender que no la atrae.

—¿Qué quieres ahora Yeray?

— Abre la puerta y hablamos por favor.

— No tengo nada más que decir, tú mismo has dejado claro que lo mejor es que permanecemos viviendo como dos extraños. — Sin apartar sus ojos de Yeray, Maira se mostraba más fuerte y segura de sí misma.

Yeray no la escuchó y pasó a su habitación, esperaba encontrarse una mujer con rostro de pena y no una mujer calculadora.
Ahora si le quedaba claro que de bondad no tenía nada.

— Vete de mi cuarto estoy agotada.

— Lo haré, pero si te digo que si me marcho ahora no volveré nunca a entrar y todas las pocas posibilidades que tienes de que tome para hacerte el amor las vas a perder.

— Sabes qué, con eso no me dices nada. Si tú no quieres acostarte conmigo porque según tú soy muy insignificante y fea, hay más hombres que si querrán acostarse conmigo.

Al terminar de hablar, Yeray se lanzó hacia ella buscando su boca con la suficiente avidez como para extraer el elixir del sabor de sus besos.
Mientras él tomaba su boca, su traicionero cuerpo oscilaba más de él, su beso se profundiza más atrayendo con su mano puesta en su nuca todo el placer que le causa.
Como la pólvora así empiezo a encenderse sus pieles, los dos ansiaban más uno del otro.
Al sentir el peso de Yeray, inmediatamente Maira le dio un fuerte empujón haciendo que apunto estuviera de caerse de la cama.

Con su respiración agitada, Maira miraba sus manos temblorosa, después desvió su vista hacia Yeray, confundida le pidió que se fuera.

—¿Acaso no era esto lo que querías?

«Lo que quería» Sin duda sí, pero no por un calentón o porque se viera obligado hacerlo.

— Quiero...yo te quiero Yeray, pero...no quiero que mi primera vez sea así. Pienso...

—¿Tú primera vez, acaso eres virgen? — Sin poder remediarlo él se echó a reír, mientras ella roja de la vergüenza no supo que responder. Lo primero que se le ocurrió fue salir huyendo de la habitación para refugiarse en el baño.

Pasados unos minutos, salió más aliviada dispuesta a enfrentarse al que es su marido.

Yeray se encontraba sentado en el sillón bebiendo sorbos de su whisky preguntándose como era posible que tratándose de la hija de una prostituta ningún hombre la ha tocado. Aquello era imposible.

— En qué piensas Yeray.

— Dime la verdad, ¿Eres virgen?

— Sí. Y si crees que miento te lo puedo demostrar.

— Intentabas utilizarme para qué yo fuera quién te deshonre.

— Alguna vez tiene que ser la primera vez. ¿Acaso tú no tuviste tú primera vez?

— Maira, si en verdad quieres tener tu primera vez, hazlo bien.
Y me refiero a que haya amor por ambas partes.

— Si no hubiera sido virgen, me hubieras hecho el amor, o me hubieras tratado como una puta.¿Me equivoco?
Que mi madre fuera prostituta no significa que yo lo sea, aprendí demasiado viendo escondida como diariamente iban y venían distintos tipos, desnudaban a mi madre se acostaban con ella e incluso se permitían el lujo de agredirla.
¿Y piensas que yo deseo eso? Te equivocaste Yeray.
No voy a obligarte a que me quieras y mucho menos te voy a suplicar que me hagas tuya.
Como bien has dicho, el sexo no se siente tanto como cuando amas verdaderamente a una persona.

Acto seguido ella se sentó a su lado, lo agarró de su mano permaneciendo callados cada uno con sus pensamientos.

Al día siguiente, concentrarse para Maira era todo un reto, tanto que todos sus dibujos no salían tan bien como ella hubiera deseado.
Al final de la clase Darío le pidió que se quedara para poder hablar a solas.

— Maira, te he estado observando y por lo que veo no estás en tu mejor momento, si lo deseas puedes hablar conmigo y desahogarte.

— Estoy bien gracias, solo que anoche discutí con mi marido.— Al escuchar por labios de Maira que estaba casada, aquella revelación no le agradó en absoluto a Darío, pues él ya estaba comenzando a interesarse por ella y al ser posible conquistarla.
A pesar de sentirse un poco defraudado, siguió sonriendo para atraer la atención de aquella muchacha que le gustaba.

— Tranquila, estoy seguro que son disputas pasajeras y hoy todo se solucionará entre vosotros. Pero mírame Maira— Sus dedos rozan ligeramente su barbilla, sus miradas se cruzan, Darío siente perderse en esos iris verdosos y ella ve en unos ojos claros el reflejo de su tristeza.

Armándose de valor se contuvo en desvelar el motivo por el cual estaba tan apenada. Fingió una lasciva sonrisa, disculpándose se marchó hacia su casa donde por lo menos podría estar a solas pensando una vez en lo que sucederá entre ella y su marido.

Durante todo el día, apenas había podido concentrarse, le había sido algo dificultoso entablar una conversación con los minoristas de las franquicias.
Cada uno de sus pensamientos iban dirigidos hacia la noche anterior, sobre todo a Maira.
Su mujer y la cual está descubriendo cualidades en ella que a su pesar, más confundido lo traen.

Al llegar a su casa, Maira se encontraba ya durmiendo.
Pasó a su habitación con la intención de hablar con ella.
Al verla durmiendo en la cama tan grande siendo ella tan delgada sintió dentro de él una sacudida impactando contra su pecho.
Le besó su frente y se fue directo a darse una ducha y a dormir.

Temprano, Maira se despertó tras haber dormido lo suficiente dispuesta para irse a la universidad, ese día tendría su primera clase y todo gracias a la ayuda de Darío.

Apenas le dirigió la palabra a su marido, ya que quería llegar temprano a la universidad.

Nada más llegar a la universidad, Maira quedó impresionada ante aquel edificio antiguo con unos hermosos jardines, mesas y bancos adornados con unos gran árboles que darían sombra para aquellos estudiantes que deseaban poder sentarse en la hierba.

Con timidez fue cambiando por los pasillos hasta llegar a consejería y poder preguntar por su horario de estudios.
Una mujer de edad avanzada le informó sobre su horario y las clases que debía de acudir.

Con el papel en mano, se fue en busca del aula donde tendría su primera clase.
Aquello si era un sueño, estaba en la universidad después de haber terminado sus estudios con dificultades por haber tenido que pasarse la en varios centros educativos debido a que sus compañeros se metían con ella todo el tiempo provocando en ella lágrimas y peleas, por ser hija de una prostituta, la base de la cual todos se mofaban de ella y las niñas la miraban como si la peste tuviera.

Sin embargo estaba lejos de su ciudad, apoyada por su profesor de arte el cual le ha conseguido que pueda cumplir en parte  uno de sus mayores deseos. Estudiar arte y poder poner algún día una galería exponiendo sus propias obras de arte.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora