Capítulo 3

7.5K 704 8
                                    

Sus nervios le impedían poder hablar con claridad, nunca antes se había encontrado en una situación similar y más estar cerca de un hombre tratándola con respeto como lo estaba haciendo Yeray.

Él conducía preocupado por lo que le pudiera pasar a su abuelo, apenas le dirigió la palabra a Maira, puesto su desconfianza hacia ella le impedía conocer más ha fondo aquella muchacha inocente y algo simple para su gusto.
Ella tampoco quiso hablar, miraba por la ventanilla del coche padeciendo un leve cosquilleo en su interior.

Al llegar al hospital, Yeray fue en busca de su familia, estaba desesperado por saber sobre el estado de su abuelo.
Mientras tanto, Maira prefirió quedarse atrás en un segundo plano esperando noticias referente a Feliciano.

Pasadas las once de la noche, nadie de la familia de Feliciano quedó en el hospital. Todos se habían marchado menos Yeray.
Maira aprovechó aquel momento para acercarse a él y poder preguntar por su abuelo.

— Disculpa si le molesto. — Su voz cálida y suave despertó a Yeray de sus pensamientos. Sin saber cómo clavó sus ojos en los luceros verdosos de ella. Una mirada recatada cargada de ternura logrando estremecer lo.

— Dime Maira. Pensaba que se había ido a dormir.

— No puedo irme sin saber sobre el estado del señor Feliciano. Me gustaría saber que está bien. — Acaso era una trampa, o era cosa de un simple capricho verla tan preocupada por su abuelo.

— Maira, debo decirle que mi abuelo no se va recuperar del todo. De hecho los médicos nos han dicho que le queda meses de vida.

— No puede ser, el señor Feliciano es tan bueno...No me lo puedo creer...—Sintiendo su cuerpo afligido se dejó caer en la silla mirando hacia la nada pensando en como las personas buenas nos abandonan cuando más falta nos hacen.

Apenas llevaba un mes trabajando para el señor Feliciano, anteriormente no sabía lo que era que alguien se preocupe de ella, debido a como el.anciano se dirige a ella tratándola bien,   Maira no tardó en cogerle cariño al anciano.
Se puso triste al enterarse que el anciano, la única persona que se había portado bien con ella se iba para siempre. Sin importarle ser observada por Yeray lloró pensando en Feliciano y como su vida se apagará pronto.

— Maira...— Sentado sobre sus talones, Yeray la agarró por sus manos, sin pensarlo acarició sus mejilla secando con un pañuelo su carita mojada.
Aquel gesto tan delicado y cariñoso, consiguió despertar una sensación en ella totalmente desconocida.
Su pulso se aceleró, de pronto se sentía torpe ante él.
Un hombre experto en como tratar a una mujer y ella inútil por no dominar el tema de hombres.
Sus ojos verdosos contemplaban los avellana de él, por unos segundos él la miró con afecto bajando su mirada a sus labios evocando la ganas de besarla.

Luchando contra su impulso se levantó dándole la espalda.
Estaba furioso con el mismo, había estado apunto de haber caído en su embrujo.

— ¿Quiere agua? — Sí gracias. Aceptó la botella de agua y de nuevo un chispazo le golpeó en el corazón al rozar las manos de ella.

— Maira pienso que nos tenemos que ir. Yo mañana tengo un vuelo y me gustaría descansar.

— No sé preocupe, yo me quedaré si no le importa.

— Debe de descansar y comer algo.

— No pasa nada, comeré algo y descansaré después. Me encuentro bien.

— De acuerdo yo vendré pasado mañana, llámame si ocurre algo.

Imposible.
Avergonzada bajó sus ojos hacia el piso diciéndole en un susurro que ella no tenía móvil.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora