Capítulo 15

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Mientras estaba montada en el bus, camino para el taller, Maira pensaba en su vida en general.
Para ella no había sido tan sencilla, había pasado por momentos al cual peor y por ello, ya era tiempo para empezar a olvidar aunque resulte muy complicado, aún así debía arrancar todos esos malos recuerdos para comenzar de nuevo.
Las heridas que le han marcado a lo largo de su vida, seguirán ahí, pero ya había llegado el momento de dejar de sufrir. Aquello podría ser una manera de aprender a no cometer el mismo error.

Respecto a su marido era muy triste sentir amor sin ser correspondido, era como una puñalada en mitad de su pecho.
Por ello, ya no quería sentir esa sensación, deseaba someterse a otro amor, anhelaba que alguien de alguna forma le devolviera aquello en lo que tanto ella aspira. Sentirse amada.

Una vez que llegó al taller, todos sus compañeros ya se habían marchado.
Apoyado en la mesa con su paleta en mano, Darío pintaba distraído hasta que escuchó la voz de Maira, alzó sus ojos contemplando a la mujer que tan abstraído lo trae.
Despacio, fue hacia ella posando sus manos grandes en los hombros de ella clavando sus ojos claros con adoración esbozando una tierna sonrisa.

— Darío...yo... venía porque necesito que me expliques algo. — Algo nerviosa, Maira intentó deshacerse del contacto de Darío.
Una parte de ella le decía que debía alejarse, y su lado rebelde, le empujaba a que tomara de una vez por todas la decisión de envolverse en el fuego de la pasión.

Un par de horas después, tanto Maira como Darío ya estaban más relajados, habían disfrutado de un rato enigmático donde no faltaron las risas, alguna que otra broma, miradas cómplices, y la necesidad de pasar a lo que tanto quieren.

— Maira, ¿quieres que vayamos a mi casa y cenemos algo?

— De acuerdo, tengo algo de hambre.

— Entonces vayamos, mientras llamaré para que nos lleven la cena.

Feliz por la manera de tratarla, Maira aceptó la mano de Darío y juntos se fueron ha buscar el auto de él para ir hasta su apartamento.

Nada más llegar, Maira observaba el lugar.
Era un apartamento amplio con dos plantas, una cocina y un salón con lo necesario y al final había un estudio donde se podía ver cuadros colgados, o algunos en restauración.

— Ven, siéntete como en tú casa. ¿Quieres algo de tomar?

-—Un zumo está bien. — Le respondió a la vez que se quitaba su abrigo dejándole encima de una silla.
Acto seguido se fue hacia la chimenea para calentarse un poco, aunque la lumbre que comenzaba abrasándola,  fue al notar los besos suaves en su cuello, notar el cuerpo duro y varonil de él deslizando sus manos por sus curvas.

— En el momento que quieras que pare, dímelo Maira, pero debo decirte que te deseo mucho quiero tenerte en mis brazos haciéndote gozar de placer.

A pasar de intentar resistirse a la confusión, Maira deseaba rendirse en sus brazos, poder conocerlo e intentar conocer una experiencia ajena hasta el momento para ella.

Sus dedos la rozaban sus acaloradas mejillas prendiéndose un fuego por toda su piel, necesitaba encontrarse en sus ojos, perderse en sus pupilas anhelando un poco de cariño.
Ella no era perfecta, solo algo inocente y a pesar de todo, prefería poder equivocarse por sí misma, dado que no era no una estatua, ni estaba echa de piedra, era un huracán deseoso de estallar en forma de pasión.

No dijo nada, cerró sus ojos para poder sentir mejor lo que Darío le proporciona.
Primero fueron besos cálidos acompañados por caricias palancenteras haciendo que sus ropas volasen para quedar desnudos.
Uno frente al otro, él cargado de entusiasmo por hacerla suya, ella algo avergonzada, pero segura de sí misma.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora