Capítulo 4

7.4K 690 10
                                    

Sus ojos fueron abriéndose lentamente, estaba agotada y con dolor de cabeza. Aún así aquel malestar no le impedía poder permanecer al lado de Feliciano.

Esperó que llegasen sus hijas para que pudieran decirle al menos que se encontraba bien.
En todo el día nadie de su familia fue a visitarlo al hospital, salvo Yeray.
El piloto hizo su aparición cerca de las ocho de la tarde después de haber terminado de su trabajo.

Lo primero que hizo nada más ver a Maira fue preguntar por su abuelo.
La muchacha miró nerviosa al suelo disculpándose por no tener noticias referente a su abuelo. Ella le explicó el motivo e inmediatamente Yeray lo comprendió.

— No es tú culpa Maira. Ahora vendrás conmigo y hablaremos con el doctor. — Al ver como le cambió su rostro, Yeray sin darse cuenta sonrío admirando en ella un destello inofensivo y bondadoso en su rostro.

Un rato después, Yeray habló con los médicos, a pesar de encontrarse estable la salud del anciano iba empeorando.

De la misma emoción de haberse enterado como la vida de Feliciano se iba derritiendo como un vela, Maira rompió a llorar tapándose con sus manos su rostro.
Él sintiendo pena por ella la rodeó por sus hombros cargando su peso hacia él.
Al tocarla Yeray se percató de su cuerpo delgado, y no olía como las demás mujeres
a perfume caro, si no su olor era a suavizante de ropa y al parecer no se había movido porque seguía manteniendo  la misma ropa puesta.

— Maira, ¿no te has movido estos días del hospital?

— Eh...No, quería estar aquí por si algo le ocurre a su abuelo.

Aquel gesto rozó el corazón de Yeray.  Sin poder evitarlo la agarró de su mano descubriendo una mujer esplendida llena de muchas virtudes buenas.

— Maira deberías ir a casa a descansar. Yo me quedaré, tengo unos días libres, cualquier cosa te aviso.

No muy conforme, Maira intentó protestar, de nada le servía ante la autoridad de Yeray insistiéndole que se marchara a casa.
De buen grado, acabó aceptado, tenía hambre, y era más que evidente que necesitaba un buen baño.

Al llegar a casa, Maira fue directa hacia la cocina, tenía hambre puesto que  apenas había probado bocado en todo el día.
Nada más terminar de cenar se marchó hacia su habitación.
Allí se dio un largo baño, en verdad si lo necesitaba.
Mientras disfrutaba del baño, por su mente sólo había idas y venidas de la imagen de Yeray.
Desde que lo había visto por primera vez algo en ella empezó a transformarse de una manera descomunal notando sensaciones hasta para que ella misma le resultaba difícil de describir.
Yeray no soy era atractivo, era atento, educado, y en ningún momento se ha mostrado indiferente con ella.

Varios largos suspiros dio antes de salir de la bañera.
Tenía veintidós años y nada sabía de la vida, tan solo había descubierto que nunca debes exponer tus sentimientos y mucho menos mostrarte vulnerable ante lo que nos prepara la vida en cuestión.

Había tenido una vida nada agradable cadeciendo de tener un hogar, o al menos tener una madre que la amara y hubiera estado al pendiente de ella.
Cariño. Era lo que más anhelaba Maira, alguien que le muestre algo de afecto y amor sin hacerla sentir como si fuera un ser inservible.

Cepillándose su melena rizada pensó en la propuesta de Darío. Miró sus bocetos preguntándose si en verdad aquel hombre cumpliría con su palabra o no.
Desconfiada y a la vez tentada para poder lograr hacer todo aquello que se ha soñado, metió sus bocetos en una hoja de plástico con la intención de enseñarlos para que viera su talento.
El arte, es para ella como su terapia, su vía de escape en un mundo donde no quiere estar y poder aunque sea soñar despierta en llegar a ser algún día una gran artista.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora