Capítulo 20

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Unas pequeñas gotas formadas por la desilusión, el enfado y la conformidad de haber creído en la palabra de un hombre que en principio pensó que podría encontrar ese camino lleno de cariño dejando olvidado el amor que siente hacia su marido, imaginarse  aquel futuro que deseaba formar.
Pero no.
Había sido demasiado confiada y tonta como para creer en sus palabras cariñosas, la manera de hacerle el amor, el cual la hacía perder la cordura sin pensar en ningún momento en las consecuencias.
Y ahora este era el resultado de haber sido tan tonta, dejando que un hombre el cual ahora detesta, la ha engañado.

No más lágrimas. Nada de tristeza y culparse por lo sucedido.
Había llegado el momento de hacerle frente a Darío demostrándole que ella no es la otra y mucho menos va meterse en su cama mientras está casado.

Calmada, se montó en un taxi dirección hacia el taller, había hablado con él para verse allí. Por supuesto él ajeno a lo que Maira había descubierto.

Recién acaba de terminar una reunión, cuando a Yeray se le ocurrió la idea de coger un avión y viajar a Grecia.
Aquellas islas podrían en su sitio los sentimientos de  Maira y de él para poder ser un matrimonio normal.
Le diría que la ama, que no  desconfía en ella, simplemente la ama por haberle devuelto las ganas de volver amar, su compañía había reemplazado a su soledad.
Era su amor verdadero, la mujer que quiere y desea demostrarle cuanto la desea anhelando poder hacerla suya.

Feliz de haber podido organizar todo, llamó a Maira para comunicarle que esa misma noche viajarían, pero ella no respondía.
Consultó su reloj de pulsera, por la hora que era, ella ya no debería estar en la universidad. Insistió un par de veces más, sin respuesta por parte de ella, entonces decidió llamar como siempre a Beatriz.

Beatriz no había hablado con Maira pero le dijo que posiblemente se encontraba en el taller de arte. Le dió la dirección, Yeray se despidió de Beatriz agradeciéndole la información.
Con una sonrisa de agrado porque todo le esté saliendo bien se guardó su móvil en el bolsillo de su chaqueta, le comunicó a su secretaria que se iba a tomar una semana de vacaciones y que sería su tío quien se encargaría de todo.

Nada más llegar a su auto,  Yeray comenzó a conducir en dirección al taller donde supuestamente se encontraría Maira y allí la sorprendería con la noticia.
Tan sólo poder imaginarse la cara que pondría, su corazón no tardó en llenarse de afición.

Su respiración era agitada a pesar de intentar aplacar esos nervios que cada avez la irritaban más.
Al llegar al taller, como ya suponía no había nadie.
Todo estaba vacío, se podía escuchar una música de vals al fondo y de pronto la habitación se quedó con poca luz.
Unas manos taparon sus ojos dándome pequeños besos en su cuello dedicándole palabras alentadoras con la intención de poseerla allí mismo.
No había nada que temer, Darío había avisado a los demás alumnos que no había clases.
Quería sorprender a Maira, hacerla suya mientras pintaba su piel desnuda.
Los planes para Darío no salieron como el pensaba.
Maira se retiró dándole un empujón.

— Maira, a qué ha venido esto.

— ¿Estás casado verdad Darío?

— ¿Yo? Qué va, eso no es cierto. Maira no debes creerte lo que te digan, de hecho no es la primera vez que me lo dicen.

— Como puedes ser tan cínico y miserable Darío. Sigues negando que estás casado, eres un mentiroso desgraciado.

— No te voy a permitir que me insultes. Si no confías en mí, demos esto por terminado.

Maira, de los mismos nervios se echó a reír cínicamente.

— Como puedes hacerle a Inés esto, ella pensando que lo estás pasando mal porque  permanece en una silla de ruedas y tú acostándote con otras mujeres. Pero que poca vergüenza tienes Darío. Me das asco.

— Vaya, entonces has conocido a mi mujer. Y que pensabas que por estar Inés en una silla de ruedas la iba abandonar. No. Ella es ante todo mi mujer y la madre de mi hija.
Y sí, al no poder mantener relaciones sexuales con mi mujer, mantengo sexo con otras.

— Eres increíble de verdad. Vas por ahí haciendo doble vida. 

— Vaya ahora te haces la ofendida cuando tú misma me entregaste tu virginidad porque ni tu marido te folla. Deberías estarme agradecida, te he dado lo que tú marido te niega, al fin de cuentas somos iguales.
Y ahora que sabes todo, te pido que te largues no quiero volverte a ver en mi vida, y te aviso Maira, si hablas con Inés de esto te juro que lo vas a lamentar. — su mirada era oscura, sus manos apretaban el brazo de ella, sus palabras eran amenazantes.
Al soltarla le dio un empujón haciendo que Maira callera al suelo.
Desde su posición Darío la miraba  rijoso con la clara intención de amancebarse sin importarle nada.
Con  un brazo la levantó, la besó aprentando con sus manos sus glúteos. Ella luchaba para deshacerse de aquel hombre que la estaba lastimando.

— No me toques. —Gritó intentando salir de aquel lugar.

— Ahora me dices que no te folle, pero bien venías cuando te llamaba, puta.

De repente, Darío se vio agarrado por un desconocido. Aquél estaba más que rabioso, tanto que le golpeó varias veces en su cara y abdomen.

— Te resulta más fácil abusar de una mujer que defenderte desgraciado.
Si vuelves acercarte a Maira, te juro que esto es poco para lo que te pueda llegar a pasar.

Sin decir nada más, Yeray salió de allí aún más enfadado. Maira salió tras él intentando darle alcance.

— Yeray espera, yo... necesito hablar contigo.

— Monta en el auto, después me explicas, no es necesario que me dirijas la palabra ahora porque estoy demasiado furioso y si te digo lo que pienso te va a doler demasiado.

Maira se montó en el auto en silencio, solo se podía escuchar sus lágrimas caer de arrepentimiento.

Al pasar a su casa Yeray se quitó la ropa, se curó su mano y se enfrentó  Maira.

— Lo siento Yeray. Yo... entiendo que no tengo perdón, pero si he tenido una aventura fue porque tú me negaste tú cariño.
Fui una estúpida al pensar que alguien me daría lo que anhelo en tí. Te quiero Yeray, y si quieres apartarme de tú vida, lo entenderé.
— A pesar de hablar con placidez, le resultaba algo complicado, su corazón comenzaba agrietarse dejando al descubierto su lamento.

— Déjalo Maira. Qué sentido tiene culparse. Las cosas si suceden es por algo. Ya no te quiero escuchar que es tú culpa, este es mi castigo, mi dolor.
No voy a suplicarte que  vuelvas amarme, esto que ha sucedido ha sido por mi culpa.
¿A quién voy a acusar de mis errores?
Todo esto me hace daño Maira, y lo mejor es que me dejes marchar, así nos estaremos evitando más sufrimiento entre nosotros. Porqué yo también te quiero Maira, tarde me he dado cuenta.

— Yeray no te dejaré marchar...nos queremos, hemos cometido errores, pero si nos perdonamos podremos empezar de nuevo.

— Si me vieras llorar, sabrías que sin tí estoy destrozado, ya no tengo vida y aún mi alma está herida.

— Yeray...dime qué puedo hacer para obtener tu generosidad.

—No hacer preguntas, nunca hubo respuestas y es mejor que no hagas nada, te pierdo para siempre.
Tú has sido mi primer amor, mi primer desengaño por no haber sabido amarte como te mereces.
Te diría que te amo, pero prefiero huir y dejarte que sigas con tú vida.
A mí me queda mi alma rota.

Dejando caer su mano, Yeray echó un último vistazo aquella mujer que no dejaba de llorar por su culpa, agachó sus ojos y se marchó abatido, triste cargando sobre sus hombros la cruz del error, la falta de tacto y el desliz.
Y lo que más le quemaba por dentro a Yeray, era si podría soportar alejarse de la única mujer que ama.



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