Capítulo 11

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En varios días, Yeray notó como una extraña actitud por parte de Maira. No quería preguntarle, puesto que a él le debería dar lo mismo lo que hiciese.
Sin embargo, al ver como había sacado dinero volvió de nuevo a desconfiar nuevamente de ella, cuestionándose quien era aquella chica que intentaba hacerse la inocente o solo estaba fingiendo para atraparlo.

Nada más salir de la oficina, se encontró con Xenia, su antigua amante.
Ella como siempre lucía despampanante. Descarada se fue hacia él rodeándole con sus brazos por su nunca brindándole un apasionante beso.

— ¿Qué haces aquí Xenia?

— Vaya, ahora que te has vuelto empresario apenas nos vemos y...sabes estaba comenzando a echarte de menos.— Mimosa jugaba con su dedo índice en la boca de él. De nuevo volvieron a besarse hasta que una tos seca hizo que se separasen.

— Hola Hilario. — Saludó Xenia mirando por encima del hombro de Yeray como si tal cosa.

— Yeray tenemos que hablar. — Hilario no se andó con rodeos y tras despedirse Yeray de Xenia ambos comenzaron a discutir en el auto de Yeray.

— ¿ Qué ibas hacer Yeray?

— Nada malo. Tampoco es necesario que te pongas así.

— ¿¡Estabas besándote con otra, estando casado?! Y dices que no me ponga así.

— Para Hilario. Sabes perfectamente que mi matrimonio es una mentira, y todo porque Maira...

— No me lo puedo creer Yeray. ¿Aún le echas la culpa a Maira? Ya te vale. Porque no piensas en ella como tú mujer e intentas acercarte a ella.

— No puedo Hilario. Maira no me atrae, solo veo en ella una mujer interesada que le lleva el ansia del dinero.

— Qué pena de verdad que digas esas cosas. Yo no la conozco mucho, pero solo una mujer enamorada permanece a tú lado sin pedirte nada a cambio.

Yeray guardó silencio mientras llegaba a la casa de Hilario.
Antes de bajarse Hilario le dio un pequeño apretón en la rodilla puntualizándole que estaba actuando mal.

— No te dejes cegar por la ira amigo, nadie somos perfectos y todos tenemos derecho a que nos escuchen, si haces oídos sordos llegará el día que la acabarás perdiendo, entonces todo será demasiado tarde para lamentaciones.

Yeray giró su cabeza sin decir nada. Sabía perfectamente a lo que se refería su amigo, pues él estuvo saliendo durante tres años con una chica y la dejó porque estaba cansado de estar con ella.
Se volvió un mujeriego, y aquello no era su felicidad. Su felicidad la dejó ir en el momento que cortó con su novia.
Ahora ella está felizmente casada mientras él sigue buscando su media naranja.

Seguidamente tras despedirse de su amigo, Yeray condujo hasta su casa.
Nada más pasar vio a Maira sentada en la alfombra con sus piernas cruzadas leyendo libros y algunos papeles esparcidos.

Al verla sintió curiosidad por lo que hacía, tomó asiento junto a ella preguntándole.

— Vaya veo que estás algo liada. ¿Qué lees?

— En verdad no sé ni por dónde empezar, he estado todo el día leyendo estos libros y apenas entiendo estos ejercicios. Sabes, me matriculé en la universidad quiero sacarme la carrera de arte.

Alegrándose por ella, Yeray comenzó a leer por encima lo que ponían en el texto aquellos ejercicios. Seguido se dirigió a ella explicándole los ejercicios.
Acto seguido Yeray quitándose su cobarta y arremangandose su camisa empezó ha explicarle en qué consistía aquellos ejercicios.
Durante el tiempo que hizo de profesor algo fluyó dentro de él, podría ser porque durante el tiempo que duró su explicación, pudo ser testigo de la luz brillante en los ojos de Maira. De vez en cuando sus miradas se cruzaban seguidas de pequeñas y tiernas sonrisas.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora