Capítulo 23

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La vida continúa y poder ver crecer a su hijo era lo mejor que le podía suceder a Maira.
Aunque parezca mentira, ese día se encontraba preparando la fiesta de cumpleaños para su hijo. El pequeño Feliciano cumplía cinco años.
Había invitado a sus amigos de colegio, y quería una fiesta con piñata y payasos.
Maira lo preparó todo para que el día de su hijo fuera inolvidable.

Las madres llegaban con sus hijos y regalos para Feliciano. El pequeño abría todos los paquetes ilusionado.
Sin duda ver alegre a su hijo era la mejor recompensa que toda madre podría obtener.

Mientras los niños disfrutan con los trucos de magia de los payasos, los juegos y la merienda, Maira hablaba animada con las madres y padres de los demás niños.
A pesar de haber estado cinco años al cuidado de su hijo, nunca le interesó tener otra relación con otro hombre.

Terminó su carrera y empezó a trabajar en una galería donde ha día de hoy trabaja como profesora de arte y tiene como proyecto tener su propia galería, aunque ya ha vendido algunos de sus cuadros, ella aspira en un futuro poder exponer todos sus cuadros en su propia galería.

La fiesta de cumpleaños fue un éxito, no hacia falta más que ver a su pequeño como dormía plácidamente agarrado a su avión.

Maira esbozó una sonrisa pensado en las veces que su hijo le repite cuando sea mayor quiere ser piloto de avión.
De pronto un suspiro afligido salió de su interior al volver a recordar a Yeray.
A pesar del transcurso de los años, el amor que siente hacia él siempre ha permanecido anclado en su corazón llegando a cuestionarse cómo le estará llendo su vida y si habrá encontrado una mujer que lo haga feliz.

Era pasada la medianoche cuando Yeray volvió de nuevo a su hogar.
Aquella casa donde hace cinco años atrás compartió con Maira y a pesar de haberla decorado Genoveva, su novia desde hace tres años, los recuerdos no se podían tapar con pintura y muebles nuevos.
Y a pesar de tener una buena relación entre ellos, Yeray siente que ni su mente ni su corazón han podido olvidar a Maira.
Aún podía recordar aquellas palabras mal sonoras en su mente, hirientes para su corazón, que cierto día le dijo.

«Yeray, entiende que yo he rehecho mi vida y soy muy feliz con mi nuevo amor, tú deberías hacer lo mismo, entre nosotros ya no queda nada, solo recuerdos»

Para él no era recuerdos, era más intenso lo que sentía en su corazón, tanto que a pesar de no haber podido conseguir verla, sigue su imagen grabada en su mente y lo peor de todo, en su corazón.

Se encontraba mirando por la ventana de su habitación las pequeñas luces que adornaban la ciudad. Algo pensativo daba vueltas a su alianza, aquella que solo se puso una vez. La vez que se casó con Maira y la cual se la quitó por rencor y el odio que sentía en esos momentos hacia ella.

Dejó a un lado sus pensamientos guardando en una cajita la alianza, para centrarse en Genoveva, la mujer que será mañana su prometida y la que se convertirá en su mujer.

- Maira no sabes qué alegría me das de que puedas venir a mi boda. -Beatriz no podía estar más contenta de poder ver de nuevo a su amiga y más cuando se va casar con Hilario.

- Yo también estoy deseando de veros, te he echado de menos amiga, además por nada del mundo me perdería tú boda, y de paso voy aprovechar mi viaje para exponer algunos cuadros míos en la exposición que se celebra todos los años en la ciudad. Es un evento muy importante, además podré darme a conocer cómo pintora.

- Sabes que te lo mereces. Maira hay algo que debes saber sobre Yeray.

- Dime- Armándose de coraje Maira escuchó como Beatriz le decía que mañana iban asistir a la fiesta del compromiso de Yeray.
De pronto, Maira notó como si su corazón se hubiera parado, sus ojos se empañaron al enterarse que Yeray se volverá a casar.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora