Cuando Sehun finalmente se convierte en el Rey, no esperaba serle fiel ni a su nación ni a su esposo.
Pero un simple engaño puede traer toda la destrucción y caos que nadie desea, mucho menos si eres el Rey y el que te está enterrando es tu propio...
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Cuando el rey había decidido por fin bajar de su trono, a causa de su avanzada edad, no estuvo conforme hasta que su único hijo tuviera a su lado a una digna reina. Ese era el único requisito para ceder el famoso trono, pero las cosas no salieron como esperaba. Su hijo no aceptaba a ninguna muchacha de los pueblos, por más que fuera de alta categoría.
Y eso era porque su hijo era homosexual.
El Rey Oh no podía obligar a su primogénito a casarse con una chica, ¿por qué? Porque sabia que aunque hiciera eso, él no recibiría el tan esperado nieto que quería. Pero él no tenía altas expectativas en que un hombre quedara embarazado, al menos de que fuera un doncel. Fue así como empezó a llevar a cabo su plan.
Juntó a todas las brujas y curanderas médicas del pueblo, en especial la que representaba y curaba a los de la casa real, y empezó el plan. Llamó a todos sus guardias de confianza y ordenó que todos los hijos de los funcionarios de primer rango hasta el decimoctavo fueran llevados a la sala común del palacio.
Desde niños de doce años hasta hombres de veinte se encontraban esparcidos en el suelo con un rostro lleno de confusión. Sus padres como buenos funcionarios del rey no dijeron nada, sólo se limitaron a bajar la cabeza ante las órdenes del Rey Oh.
El joven Oh, el príncipe y futuro rey, fue llamado por su padre a aquella sala con todos los chicos vestidos en elegantes *hanboks del mismo color: azul pastel. Sehun, al ver a tantos chicos reunidos se sintió bastante confundido ante ello. Pero no dejó que eso se demostrara en su rostro, al contrario, caminó hacia su asiento designado y esperó a escuchar el significado de esa reunión y lo que tenía que decir su padre.
El Rey Oh aclaró su garganta antes de por fin hablar, —dadas las circunstancias, hoy he reunido a todo joven digno de poder casarse con el futuro Rey de esta nación— Sehun frunció su ceño ante las palabras de su padre pero no se atrevió a interrumpirlo. —Mi hijo escogerá a su futuro esposo, pero antes de que lo aprobemos; pasaran por una prueba para verificar si son o no donceles. Aquellos que no lo sean no podrán contraer matrimonio con él y el que logre pasar será la nueva reina de la nación—.
Sehun observó a su padre y negó con la cabeza, toda la situación le parecía estúpida y de cierta manera indignante. Pero los fríos ojos de su padre, Oh Sebyul, no le permitieron volver a negar la petición. Así que, un poco hastiado, alzó su vista y miró alrededor de la sala y su vista cayó ante el hijo del funcionario Kim, ese pequeño que había querido desde que ambos habían sido niños. Sin dudar un segundo, lo señaló antes de que los suspiros ajenos acapararan toda la atención de su padre. Su padre le lanzó una sonrisa antes de alzar una mano para indicarles a las brujas y curanderas que trajeran al muchacho al frente.
