Cuando Sehun finalmente se convierte en el Rey, no esperaba serle fiel ni a su nación ni a su esposo.
Pero un simple engaño puede traer toda la destrucción y caos que nadie desea, mucho menos si eres el Rey y el que te está enterrando es tu propio...
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Después de varios días, el verdadero infierno comenzó.
La fecha para la coronación del nuevo rey se asignó tres días después de la boda. Los preparativos se estaban llevando acabo y Kyungsoo era visitado constantemente en su habitación para verificar las tallas de su hanbok para la boda. Lo medían de pies a cabeza mientras que buscaban una forma de poder ponerle los accesorios requeridos en su corto cabello.
La noche antes de la boda, el príncipe lo visitó con una flor roja en mano. Se acercó al pequeño con aquellos pasos elegantes que sólo el lograba realizar y le entregó la rosa. —Reina de la Nación— habló Sehun sin apartar su vista del doncel, —felicidades, has llegado a la casa real sin hacer mucho—.
—Rey Oh— imitó Kyungsoo con una mirada fría y una pequeña sonrisa en los labios. —Usted sólo llegó aquí porque nació del vientre correcto, porque si fuera de alguna de las concubinas de su padre ni estuviera aquí—.
Esa sola oración fue suficiente para hacer enfurecer al futuro rey, pero no queriendo caer ante los sucios juegos del menor, tomó su mentón y apretando de más el sensible rostro del contrario espetó: —Y porque nací de ese vientre es porque estas aquí, así que cuida esa boquita tuya porque mañana estará muy ocupada como para rebuznar contra la mano que lo alimenta—.
Soltando de mala gana al menor, se dio la vuelta y desapareció de la habitación. Y si, Kyungsoo sabía que el rey podía hacerlo vivir un infierno pero él no se iba a dejar pisotear tan fácilmente por Oh Sehun.
Cuando el amanecer llegó Kyungsoo ya estaba listo para todo el alboroto que sería ese día. Esperó pacientemente a que le acomodaran su hanbok y aunque el wonsam* era incomodo y no lo dejaba mover sus manos con libertad, se acostumbró después de unas horas. Su cabeza le picaba por la falta de costumbre de llevar un jokduri *, pero era algo normal, no todos los días contraías matrimonio.
Tomando aire, bajó del escalón donde lo habían estado arreglando, y salió finalmente de la habitación que ya no sería suya. Su corazón latía desenfrenadamente conforme se acercaba al altar que habían compuesto frente a la casa real y que invitaba a todos los pueblerinos a disfrutar del espectáculo.
Todo había sido acomodado a la perfección y en primera fila, Do KwangWoo como funcionario de primer rango y padre de la futura reina de la nación, estaba situado enfrente; casi junto del rey. Cuando Kyungsoo hizo contacto visual con su padre y notó aquel brillo en sus ojos, todo rastro de duda y tristeza se esfumó. No tenía opción, pero al saber que su padre estaba orgulloso tuvo que tragarse ese nudo en su garganta y sonreír ante todos los presentes.
Ver aquella sonrisa en el funcionario Do no era algo normal y cuando pasaba, eso fortalecía al pequeño doncel. Siguió todo el proceso matrimonial de manera automática, su cabeza de alguna manera bloqueaba todos sus sentimientos y actuaba como el muñeco usado que era en ese momento. No sentía el dolor en sus pies al estar tanto tiempo parado o el rechinido de sus rodillas al hacer una reverencia más.
