Cuando Sehun finalmente se convierte en el Rey, no esperaba serle fiel ni a su nación ni a su esposo.
Pero un simple engaño puede traer toda la destrucción y caos que nadie desea, mucho menos si eres el Rey y el que te está enterrando es tu propio...
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El frío del amanecer se filtró con intensidad y la humedad de la tierra solo empeoraba la situación. El escondite era perfecto; discreto y seguro, pero el espacio era bastante reducido. Constataba de tres metros por dos y medio; sin nada de iluminación así que era difícil ver en la penumbra y el frío martillaba todo su cuerpo a tal punto que era complicado conciliar el sueño. Los brazos del noble se estaban volviendo insuficiente ante su congelamiento y los temblores se hacían más constantes; al menos, eso sí notó el noble.
Con su brazo libre acarició el cabello desordenado del pequeño y sin pensarlo dos veces o en la reacción que podría tener el menor, si llegara a despertarse, se arriesgó y le depositó un suave beso en su frente. Kyungsoo se removió en su sueño antes de hundirse nuevamente entre los brazos del mayor. Su respiración denotaba lo difícil que se le hacia dormir o incluso respirar ante la herida que tenía, y eso solo preocupaba a Jongin. Sabía que si no lograba salir pronto y buscaba algo más higiénico y eficaz para limpiar la herida del menor se le infectaría. Su herida era mas superficial que la del pequeño, por ende, había menos riesgo.
—Estarás bien— aseguró Jongin con un susurró que solo él pudo escuchar. Su corazón se aceleró con tan solo pensar que algo le podría pasar a Kyungsoo.
Después de una hora más, una pequeña luz más intensa se filtró por el hoyo que estaba sobre ellos; había amanecido, probablemente eran las siete de la mañana. Hora en la cual Kyungsoo despertó al no poder soportar más el frío y ante el pulsar de su herida.
—Jongin— lo llamó el menor, —me siento mal—.
—Lo sé, pronto iré al pueblo más cercano— comentó el noble, —regresaré por ti—.
—No— respondió apresuradamente Kyungsoo, el miedo y la preocupación se acumuló en su garganta al querer terminar la oración, —¿Y si no regresas? —.
Jongin recostó su barbilla contra la cabeza del menor y con una sonrisa dibujada en sus labios respondió: —sabiendo que estarás aquí solo, no me atrevería a dejarme vencer—.
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Al salir del escondite Jongin notó lo mugroso que estaba tras arrastrarse por el pequeño, pero suficiente grande, túnel que los guiaba al escondite bajo tierra. Tras ello decidió deshacerse de su chaleco color azul marino, que destacaba que era parte de la clase alta, y la arrojó dentro del túnel para así hacerse pasar por un pueblerino. Recorrió el baldío bosque lo más rápido que pudo y tras una hora llegó a la orilla del pueblo más cercano, conocía a alguien ahí, que, aunque era de confianza, no quería arriesgarse a ser descubierto y seguido después emboscado.
