Crapshoot

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IX

Estación de policía de Gwangju

Cuando la vieja lampara electrónica de insectos tostó a una pobre polilla que paseaba tranquilamente por ahí, Yunho levantó su revista Playboy hecha un tuvo y la azotó con fuerza contra las cabezas de un pelirrojo y un rubio.

Sehun y Luhan estaban sentados frente al oficial de turno, con un aterrador coach a sus espaldas, mirándoles como solo la muerte miraría a su próxima víctima.

Sehun recibió el golpe en silencio sin mostrar ápice de dolor o parpadear, pero encamino Luhan se frotó la cabeza dramáticamente acusándolo de abuso infantil.

Dos guardias tuvieron que detener a Yunho para que no golpeara a Luhan con una silla.

—Mocoso... no te lanzo esta silla por respeto a ella. —Masculló manteniendo su cigarrillo entre sus dientes. Su aspecto era de un completo vago de la esquina, con barba de tres días, unas sandalias, una camiseta maloliente y una revista Hentai que probablemente olvidó que llevaba consigo. —Maldición ¿qué demonios voy a hacer con ustedes?

El gordito bonachón les miró con algo de pena, pero carraspeó. —Si usted es su tutor, debo informarle que ambos fueron retenidos por ocasionar un altercado en un karaoke...

—¡¿Altercado?! No, vaya... No ha paso ni un día desde que soy su entrenador ¿y ya se están metiendo en peleas? —Volvió a golpearlos con su gruesa revista. —¡Debería castigarlos! ¿No es así, oficial? Si ya sé. Correrán toda la cancha 100 veces. —Los apuntó con su dedo acusador, las ojeras bajo sus ojos eran oscuras como el destino que les deparaba. —Heh, no, eso es muy poco. Mejor correrán hasta que sus pies sangren, y cuando ya no puedan usarlos, gatearan, y cuando ya no puedan hacerlo se arrastraran y cuando...

El Oficina logró detener la revista antes que se estrellara sobre el chichón del pelirrojo. —S-señor, creo que está siendo un poco duro...—Murmuró mirándolos con lastima. Y a ello se le sumó la carita de venado degollado que puso Luhan, Sehun lo miró de reojo y puso los ojos en blanco.

«Esto es una tontería.»

Yunho sopló su cerquillo de forma hosca. —¿Un poco duro? —Repitió sarcástico. —A esos mocosos se les debe educar así antes de que roben bancos o asalten ancianas... Si estuvieran en la dinastía Joseon, ellos deberían apuñalarse a sí mismos con una katana purificada en el río Han...

El hombre regordete agrandó los ojos negando efusivamente. —Pe-pero gracias a Dios no estamos en la dinastía Joseon, s-solo fue una pequeña pelea de karaoke... no es para tanto. ¡Nada de katanas purificadas, por favor! —Pidió. —Solo firme este acta y podrá llevarlos a casa. —dijo entre sollozos el hombre temiendo por la vida de esos pobres chicos.

Yunho sonrió disimuladamente. —Lo haré, pero de todas formas recibirán un castigo. —Agregó tomando de la capucha a ambos y levantándolos de forma brusca.

—Ah, señor, espere. —Una mujer con uniforme policial le retuvo. —Acaban de salir los resultados de la prueba de alcoholismo...

El pelinegro entrecerró los ojos leyendo el: 0.22 en la prueba de sangre de Luhan, quien silbó empezando a caminar de costadito a la salida.

—La fianza es de 1000 000 wons. —Explicó la mujer.

Yunho firmo el papel y pagó, con una siniestra pasividad superficial, que evidentemente era como el iceberg que hundió al Titanic, y los sacó. Como era de esperarse, afuera volvió a golpearlos.

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