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XIV

Mansión Kim (Joonmyun)

—Buenos días, joven amo. —Saludó cortésmente el mayordomo Jung abriendo las puertas electrónicas, para el amo de la casa que se hacía presente.

Suho había salido a trotar como cada día en la mañana antes de la escuela, por el bosque, tenía los auriculares al máximo volumen, y la capucha puesta. Pero, simplemente pasó de largo, sin siquiera voltear la vista.

El mayordomo sonrió cerrando las rejas luego de que el adolecente cruzara, sin emitir una palabra.

Rodeó el amplio jardín hasta la entrada principal, y sólo ahí se quitó la polera sudorosa dejando su torso marcado a la vista y arrancó los audífonos silenciando la música al instante, camino con paciencia hasta la cocina, había perdido ligeramente el aliento y su tersa piel pálida estaba humedecida por el sudor, al igual que su negra cabellera.

En la inmensidad de la mansión el sonido del cristal partirse en mil pedazos en el suelo rompió toda su paz, haciendo que girara la cabeza en dirección a la entrada de la cocina.

Una nueva empleada miraba con sorpresa el desastre a sus pies. Realmente le había asustado ver al chico ahí antes de las ocho de la mañana, la hora en la que solía aparecer.

Suho clavó sus oscuros ojos en la chica que sin demora se encogió sobre sus pies levantando los trozos y pidiendo disculpas.

—N-no sabía que estaría a-aquí tan pronto... me iré ahora mismo...—jadeó atemorizada, no llevaba ni un mes trabajando, y nunca se había cruzado con el amo de la casa. Según había oído de los demás, Joonmyun-ssi era un joven despiadado.

El chico no se movió de su lugar, lo que impacientó a la muchacha, haciendo más torpes sus intentos por levantar los vidrios.

—Vete. —le dijo de pronto, haciendo que ella soltara de repente un quejido.

—¿Di-disculpe?

—Vete ahora. —repitió la orden con mirada impasible.

Ella tragó saliva negando con firmeza. —Por favor, permítame, recoger este desastre...

—¿No he sido claro? —preguntó con su usual mirada distante.

En el patio, los demás empleados miraron con asombro tras los ventanales de la cocina la insólita escena.

¡Wow, que chico más frío! —siseó el jardinero mirando con pena a la chica de rodillas.

—Va a hacer que ella llore, vaya, que chico más cruel. —cuchicheo la más joven empleada.

—Por favor, no llevo trabajando aquí mucho tiempo, y... tengo hermanos a los que mantengo con el dinero que gano como empleada, por favor...—sollozó ella, sin levantar la mirada.

Suho, no movió un músculo, ni siquiera parpadeó, no quería perderse un segundo de ese momento. Y ante las desesperadas lágrimas de su nueva empleada, ni siquiera sintió un ápice de remordimiento. Simplemente nada.

Ya había sido suficiente de todo ese escándalo, la regla única y absoluta de: Nadie debe cruzarse en mí camino cuando esté en casa, había sido quebrantada. Abrió la boca para repetir lo que había anunciado a sólo unos segundos, pero alguien más se adelantó.

—Oh, esto ha sido culpa mía, no volverá a ocurrir. —Las amables y firmes palabras del mayordomo Jung, atrajeron su atención.

Suho entrecerró los ojos luciendo cansado. —Ella ha hecho pedazos la vasija de mi madre, sabes que debes echarla, ¿no? —suspiró.

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