Me despierto al escuchar un portazo que proviene de la habitación de al lado, y seguidamente comienza a sonar una canción de rock, que precisamente bajita no está.
Decido coger mi móvil y ponerme unos cascos con mi música para deshacer un poco mi maleta. No la quiero deshacer del todo, porque una pequeña parte de mi espera que mi madre me llame para pedirme que vuelva con ella, aunque sé que eso no va a ocurrir, por lo menos no aún.
Entro al vestidor para guardar las cosas de la maleta, y paso mi mano por la ropa que mi tía ha comprado para mí. He de reconocer que tiene buen gusto, ya que todo lo que hay me gusta.
Acabo de poner unas cuantas prendas más de mi maleta en mi vestidor y decido quitarme los auriculares y bajar en busca de mi tía por si necesita que la ayude con algo.
Bajo por el ascensor y voy directa hacia el salón, pero al no ver a nadie voy hacia la cocina, pero allí tampoco hay nadie.
Me voy hacia la nevera y me siento un poco chafardera cuando la abro para buscar algo de beber, pero al fin y al cabo no estoy chafardeando por qué, por muy raro que me parezca, esta es ahora mi casa.
Encuentro un batido de fresa y plátano y lo saco, cuando escucho pasos que vienen del salón y me giro para ver quien es.
Por la puerta de la cocina entra un chico bastante más alto que yo, con el pelo castaño, ni muy corto ni muy largo y ligeramente despeinado. Sus ojos son de un color marrón miel y lleva unos pantalones tejanos largos un poco estrechos y una camiseta de manga corta color negra, que deja a la vista varios de los tatuajes que le cubren la piel en ambos brazos.
Él me mira con un poco de desprecio y automáticamente me doy cuenta de que le estoy analizado con la mirada, y por la forma en la que me mira, sé que no le está gustando.
- ¡Puedes dejar de mirarme! - exclama acabando de entrar en la cocina. Yo me quedo unos segundos callada y miro mis bambas blancas como si fueran la cosa más bonita y asombraste del mundo.
- Empezamos bien - pienso y decido presentarme y ser educada.
- Perdona si te he incomodado - me disculpo -. Soy...- hablo un poco nerviosa, porque verlo ahí parado con cara de pocos amigos me incomoda.
No me gusta nada mostrarme nerviosa, ya que yo soy muy decidida con las cosas que hago, o por lo menos lo intento.
- Ya sé quien eres, eres la sobrina perdida de la mujer de mi padre, la cual no debería estar aquí - me corta la frase, y me responde con aires de superioridad.
- ¿Perdona? - respondo sorprendida de que me hable de esa forma. Me parece bien que sea más grande que yo, pero a mí nadie me habla así.
- Creo que he hablado bien claro - me chulea él y yo le miro desconcertada.
- No sé si te crees que por ser el hijo de Albert tienes derecho a hablarme así, pero desde ahora te digo que no lo tienes - él me mira sorprendido encarando una deja -. Ni siquiera me conoces, así que como mínimo deberías demostrar que tienes un poco de educación.
Yo me quedo muy a gusto al decirle eso. Ahora voy a tener que convivir con él, y no voy a dejar que me hable creyendo que puede vacilarme por el simple hecho de ser más pequeña o ser la "nueva" en esta casa.
He aguantado muchas cosas como esta en mi vida, pero precisamente ahora, no estoy para aguantar a un malcriado las veinticuatro horas del día. Y sí, lo acabo de conocer, pero no es que haya sido muy amable conmigo, y eso no lo soporto.
A él, sin embargo, parece que le estoy contando un chiste, porque empieza a reírse como si estuviese presenciando un monólogo de humor.
- Vaya, ¿Tienes un par bien puestos no? - responde y deja de reírse, yo simplemente asiento -. Vamos a aclarar unas cuantas cosas bonita - dice acercándose a mí, y señalándome con el dedo -. Aquí mando yo, y no voy a permitir que una mocosa venga a cambiarlo todo.
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My Destiny
Teen Fiction[EDITANDO] Dejar toda mi vida a un lado, para ir a vivir a California a casa de mi tía y su nuevo marido, no me parecía buena idea, porque no los conocía a ninguno. Dejar a mi madre sola en casa, tan lejos de mí después de todo lo que vivimos junta...