Buenos Aires ~ 1

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Narra Lali:

Desde que cumplí los 7 años, he tenido un sueño, un sueño que aún no se ha cumplido, y eso que ya han pasado más de 19 años. Ahora mismo tengo 26 años, y realmente, he de decir que no he hecho en mi vida absolutamente nada.

Terminé el colegio a los 18 años, pero no quise ir a la Universidad. Con 20 años me casé con Benjamín, mi novio desde los 15 años, aunque el tuviera 6 años más que yo. Nos fuimos a vivir juntos a una casa pequeña en el centro de Buenos Aires. Él trabajaba en un taller arreglando autos, y yo mientras era una ama de casa sin aspiraciones, pero con muchos sueños por cumplir aún.

Conocí a Mariano Martínez el mismo día que compramos los muebles para la cocina nueva. Nos los traerían a la casa un día por la mañana, en el que Benja estaba trabajando. Así que recibiría sola, tanto a Mariano, como a los muebles.

Tras dejarme los muebles colocados por la cocina y conectados a la corriente eléctrica, listos para funcionar, le serví un café y nos pusimos a charlar alegremente.

— ¿Soltero? — le pregunté sin más.

— Soltero — me dijo sonriendo.

— Qué aburrido...

— Creo que es más aburrida tu vida de casada que mi vida de soltero. Trabajando en la casa, sin hijos con los que hacer amigas... Solo limpiando y viendo la novela. Eso es aburrido.

Revoleé los ojos. Sabía que temía razón, pero era la vida que había escogido. Tal vez, que Benja había escogido. Cuando terminé el colegio, él ya estaba trabajando. Simplemente me mudé a la casa que él había comprado para los dos y no quise estudiar, total, teníamos plata, aunque no abundante, pero podíamos vivir sin preocupaciones.

— Yo no soy aburrida, aunque mi vida sí lo sea.

— ¿Qué te gusta hacer?

— Cantar, bailar, el teatro.

— ¿Y nunca pensaste en estudiar algo relacionado con la actuación?

— Terminé el colegio y me vine a vivir con mi marido. A los dos años nos casamos. Hubiéramos tenido hijos, pero el tuvo una enfermedad de pequeño que le impide tener hijos.

— Mmm — tomó un sorbo de café y volvió a dejar la taza en la mesa —, ¿así que estéril? ¿Y te gusta la actuación? Puedo hacerte una buena propuesta.

— ¿Cuál?

— Te puedo ofrecer un trabajito, gracias a un amigo, conozco a gente relacionada con el mundo de la actuación.

— ¿De verdad?

— No tan deprisa hermosa, quiero algo a cambio. Con todo el trabajo que tengo, no me queda mucho tiempo disponible para satisfacer mis placeres de ser humano, así que vas a tener que ayudarme.

Levanté una ceja, algo asustada. Siempre me había considerado una persona inocente, pero no tonta. Y sabía por que camino quería llevarme Mariano, el vendedor de muebles con oscuras intenciones.

— ¿Con qué cosa? — pregunté, ya temiendo su caliente y picante respuesta.

— Quiero que te acuestes conmigo. Que me proporciones placer. Sos una persona hermosa, buena... Y te voy a ayudar a conseguir tus sueños.

Sí, a cambio de cuernear a mi marido.

— ¿Y qué pasa con Benjamín?

— ¡Oh sí! — suspiró —. Benjamín... Él no tiene porque enterarse, ¿sabés? Él no tiene porqué saber nada de esto, así que no te preocupes, que va a estar todo bien. ¿Aceptás o no aceptás?

Me rasqué la nuca, pensativa:

— Tengo que...

— No le des vueltas, hermosa. ¿Querés o no querés?

Tragué saliva. Benjamín era una persona un poco extraña, pero muy bueno. Una persona a la que adoraba y con la que siempre había estado, lo quería muchísimo, y me sentía incapaz de engañarlo con otro hombre, pero por otro lado, aparecía mi sueño, ser una estrella, actriz, cantante, triunfar en el mismo Broadway. Aunque, no sabía en verdad, si lo que el me estaba diciendo era verdad. No sabía bien si el tenía contactos en el mundo del espectáculo, aunque su voz sonaba tan convincente que había terminado creyéndole. De todas formas tenía que pensarlo, era algo fuerte ponerle los cuernos a Benja, la persona con la que llevaba ya 11 años de novia.

— Estoy indecisa.

Él suspiró:

— Espero tu llamada mañana, y espero que en esa llamada me digas que querés hacer. Sí o no, no quiero escuchar otro: "Estoy indecisa".

Asentí con la cabeza de forma muy sumisa.

— Bien, llamame mañana — se levantó de la silla, me dio un beso en la cabeza, agarró todas sus cosas de trabajo y sin decir nada más se fue de mi casa.

Me dejó pensando la que sería una de las decisiones más importantes que tomaría en toda mi vida. Era Benja, o ser una estrella mientras él era un cornudo. 

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