Buenos Aires ~ 5

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Narra Lali:

La policía caminaba de un lado al otro del salón. De vez en cuando me miraba con el ceño fruncido, otras veces miraba a Benjamín. Él me agarraba la mano, como para protegerme. Era tan bueno... Y yo le había hecho esto... Le había metido en un buen lío de la nada.

— Po segunda vez — dijo el policía —. ¿Conocía usted a este hombre?

Volví a quedarme callada. No tenía ninguna gana de responder, en primer lugar porque todo esto me daba mucho miedo. Y no solo miedo... Poder ir a la cárcel. De por vida, y gracias a Dios que ya no existía la horca, que si no mi cuello hubiera sido cortado y puesto en el museo de los mayores asesinos, bueno, en realidad, de los asesinatos más estúpidos del mundo. "Mariana Espósito, la chica que mató a su amante por no llevarla directamente al teatro que la catapultaría hasta la fama". Un titular de lo más loco, desde luego.

— Respondame, ya — ordena el policía estando cada vez más cerca de mí.

— Emm... ¿Puedo responder por ella? — sugirió Benja. Estaba segura de que mi estúpido esposo iba a meter la pata.

— Hágalo, o este tema podrá terminar mal. Y no quiero que ocurra esto, llevo 5 años en este trabajo y nunca me he llevado esposada a una persona sin que haya expresado su voluntad. Hable, decido... Y después ya vemos.

— Ese hombre nos vendió unos muebles — dijo Benjamín mirándome.

— Bien, y después entro en la casa para violar a su mujer.

— Exacto, y entonces lo maté. Por pura defensa. Yo no soy ninguna asesina — expliqué, tragando saliva, y tratando de sonar verdadera. Aunque, mentir y defenderse podría diferenciarse.

Una persona que miente para su propia defensa, esta cometiendo un hecho lícito, es decir, algo legal. Es la pura defensa. Una persona que miente, y no por su piura defensa, está cometiendo un crimen, que puede ser aún más castigado. Estaba claro, tenía tan solo que defenderme, defenderme sin decir la verdad.

— Ajá, ¿y no podría haber llamado antes a la policía? No vivimos en un país como puede ser Reino Unido, donde todo es seguridad, pero tampoco vivimos en Corea del Norte — ¿seguridad en Reino Unido? ¿Era una broma? Sí, me estaban tomando el pelo, completamente, no tenían mucha seguridad cuando los atentados terroristas ocurrían allí y no aquí.

— ¿Y no podría haberme violado, o incluso matado, antes de que yo pudiera haber llamado a vuestro puto teléfono?

El policía me agarró del brazo y me pegó a él. Sentí su aliento mentolado cerca de mi nariz, y sentí por otro lado los celos de Benjamín por estar tan cerca de él.

— Sea respetuosa si no se quiere meter en otro lío más.

Justo entonces, entró por la puerta otro de los policías, un poco más alto y flaco que el que había estado con nosotros desde su llegada.

— Bien, hemos cuestionado a algunos de los vecinos del edificio por si podrían comentarnos o darnos algún que otro dato más sobre el tema del asesinato, ¿puedo llamarlo así?

— Sí — dijo el policía —. Admite que lo mató en su defensa.

— Bien. Vecina, es decir, señora Ramírez, por favor, quiero escuchar su testimonio.

La señora Ramírez entró por la puerta. Esa odiosa vecina que se quejaba absolutamente por todo, y que seguro que testificaría en mi contra, por mucho que se dedicara a tejer las 24 horas del día (sospechaba que tampoco dormía a la noche, solo tejía y tejía).

No paraba de mirarme. Su mirada me ponía mucho más nerviosa de lo que ya estaba.

— Hablé por favor, señora.

— Bien — dijo con su amarga voz de viejecita —. He visto a esta chica muchas veces subir a la casa a altas horas de la noche.

— ¿Altas horas? — preguntó el policía número 2.

— Tipo 2 y 3 de la madrugada. Y sin su marido.

— ¿Sin su marido? — preguntó esta vez el policía número 1.

— Exacto, en compañía de otro hombre que no era su marido.

Benjamín soltó mi mano y un frío aire recorrido de abajo a arriba mi espina dorsal. Puta vieja de mierda.

— ¿Conocía a ese hombre?

— No — respondió ella, mirándome y sonriendo maliciosa. Dios, estaba deseando que la diera un infarto en ese mismo momento y no volviera a hablar para el resto de su vida. Vieja de mierda, hija de la gran puta...

— Bien, podría reconocer al muerto para ver si era dicho hombre.

— Claro que sí, señor policía.

Ramírez acompañó al policía hasta el cuarto donde estaba el cadáver. El policía que se quedó con nosotros me miró seriamente:

— Así que, amante violador... Y además vendedor de muebles... Y además padre de tres hijos. Sabía usted que estaba casado, ¿señora Espósito?

¿Casado? ¿Tres hijos?

El policía y la vieja volvieron a salir del cuarto.

— Puede regresar a su casa señora Ramírez, irá a testificar a juicio. Señora Espósito, queda detenida por el asesinato del señor Mariano Martínez Molina. Pasar a disposición judicial en menos de 48 horas. 

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