Buenos Aires ~ 8

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Narra Peter:

"Solo me importa el amor". Era la frase más conocida por mis mis seguidores. En mi despacho todo estaba en perfecto estado, tal cuál les había ordenado a las limpiadoras. Terminaba de redactar una nueva vida para mi nueva cliente: María Eugenia Suárez. Ella se había confundido matando a dos personas de su familia: su hermana y su marido, y ahora yo era el encargado de corregir el error que ella misma había cometido. Era mi trabajo.

Desde muy pequeño había querido estudiar abogacía. Provenía de una familia muy humilde, y mi vieja siempre me había dicho que debía estudiar una buena carrera para terminar siendo alguien grandioso y del cuál mi familia estuviera orgulloso. Mis otros 3 hermanos también trabajaban en buenos puestos: Martín trabajaba como manager de un famoso cantante en España, Pablo era doctor, en concreto cirujano, en uno de los hospitales más importantes de Buenos Aires, y Bautista, había seguido mis pasos. Aunque él no quería dedicarse a la abogacía, sino a la fiscalía. Y para ello se dedicaba cada día a estudiar muy duro.

Mis padres estaban orgullosos de mis hermanos, y éramos una familia completamente feliz. Aunque, faltaba una cosa, mis viejos querían verme casado, cosa que aún no había ocurrido. Sí, había tenido muchas novias, pero ninguna de la cuál estuviera lo suficientemente enamorado para casarme con ella. Ninguno de mis hermanos tampoco había encontrado a la chica perfecta... Aún, por muy grandes que fuéramos, no les habíamos dado nietos. Yo siempre quise ser padre, pero esperaba el momento perfecto, y a la mujer perfecta para ello.

Cuando estaba completamente sumergido en mis pensamientos sobre ser padre, la felicidad de mis viejos si les dijera que iban a ser abuelos... Alguien tocó en la puerta de mis despacho:

— Pase — dije.

Una de mis secretarias pasó, acompañada de otro hombre de pelo algo largo y ojos celestes, aunque algo tristes.

— Él es Benjamín, el esposo de Mariana. La chica nueva de la prisión. Quería hablar con vos para poder comentar si podés ser su abogado y ayudarles en la lucha para poder liberarla.

— Bien, pasa Benjamín, y sentate — dije señalándole un sillón —. Gina — le dije a mi secretaria —, por favor, abandoná la sala.

— Sí, señor Lanzani — dijo Gina marchándose del despacho y dejándonos a Benjamín y a mí solos.

Él se sentó justo en frente de mí y tragó saliva.

— Bien... Emm — dudó Benjamín —. Bueno, mi esposa está presa. Ella mató a su amante, pero yo la he perdonado, y confío en que la justicia, gracias a usted, señor Lanzani, la perdone también. Necesitamos volver a la vida que teníamos antes, en la que éramos muy feliz. La extraño todas las noches, o sé como seguir viviendo sin ella.

Suspiré. Odiaba un poquito el romanticismo, y más cuando provenía de los hombres. Aunque Benjamín parecía realmente afligido y melancólico. La extrañaba muchísimo a su esposa, y me encantaba que aún siendo uno de los cornudos más famosos de Buenos Aires, la hubiera perdonado.

— Entiendo su compleja situación, señor...

— Amadeo es mi apellido.

— Bien — suspiré —. Entiendo su situación señor Amadeo. Pero, hay otro tema... Mis tarifas son bastante caras, y no voy a trabajar gratis.

Él puso cara de pena, como para ablandar mi corazón. Pero no, los temas de dinero no podían ablandar por nada del mundo mi corazón, con eso iba a tenerlo muy difícil.

— Solo, tenemos 60.000 pesos en el banco. Pero puedo ir consiguiendo más plata, se lo juro de verdad. Puedo hacer lo que sea, puedo lavar su auto — dijo el hombre suplicando —, puedo hacer lo que usted quiera, pero necesito que Lali vuelva a casa.

— Son 100.000 pesos. No 60.000. Faltan 40.000 pesos. No hay más explicación.

— Pero mi mujer no puede estar en la cárcel. Entiéndame, yo no voy a dejar de pagarle nunca, puedo estar el resto de mi vida pagándole, pero por favor, tiene que defenderla.

— Falta plata. Si falta plata, no acepto su negocio.

— Por favor, solo pido que se lo piense bien. Todo el mundo necesita una familia, yo tenía la mía, pero me la arrebataron.

Tu mujer quiso que te la arrebataran, acostándose con otro, que además la engañó. Así al menos me lo contó Cris. Así que, no intentes engañarme.

— Ajá. Cuando tenga los 100.000, vuelta. Le falta un poco menos de la mitad — dije sonriendo —. ¡Ánimo!

Benjamín entonces sacó una foto del bolsillo de su camisa y la puso sobre la mesa:

— Esta es Lali, al menos le pido desde lo más profundo de mi corazón que hable con ella, eso va a tranquilizarla... Lo sé, la conozco desde hace mucho y tiene que pasarse las noches sin dormir desde que está en prisión — Benjamín suspiró y se levantó del sillón apenado —. Le dejé mi número a su secretaria, cualquier cosa que necesite puede llamarme.

— Lo mismo le digo, pero repito. Cuando tenga los 100.000 pesos.

Él asintió y salió de mi despacho con la cabeza baja. Justo fue en ese momento cuando miré la imagen que me había dejado de Lali. Era una chica joven y linda, con los ojos enormes y expresivos, la boca hermosa. Todavía no la había conocido en la prisión, pero en verdad bueno, podría tener una conversación con ella, al menos para que pudiera tranquilizarse. Tragué saliva, ya que Benjamín se había salido con la suya, y llamé a Cris para decirla que iba a hablar con Lali cuando me pasara por la prisión esa misma tarde. Así seguiría hablando con Euge y me conocería con Lali.

Llamé a Cris rápidamente:

— ¿Si? — atendió ella.

— Cris, voy a hablar con Lali. Solo hablar con ella. No me va a hacer ninguna consulta, es solo por "tranquilizarla", como bien me ha dicho su marido.

— Bueno, sin problema. Yo la aviso.

— Bien, me pasaré por allí hoy por la tarde.

— De acuerdo, hasta luego, Juan Pedro.

— Chau — dijo Cris cortando la llamada.

Y justo, nada más cortar, mi celular comenzó a sonar otra vez. Atendí la llamada: era mi vieja:

— ¿Mamá?

— Hola mi amor, tengo que darte una buena noticia. A tu hermano Pablo le han llamado para dar una conferencia en Nueva York. Tal vez le llamen para trabajar en Houston, dependiendo de como salga toda esa reunión. Solo hay un problema. Que a esa conferencia, no sé porque razón, hay que llevar una pareja.

¿Pareja? Ay Dios... Estaba perdido.

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