Buenos Aires ~ 11

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Narra Peter:

Había llegado la primera vez de Lali frente a la prensa. Debía estar perfecta. Se había puesto un vestido rojo de terciopelo, con la espalda cruzada. El pelo lo llevaba recogido en un moño que la daba un toque muy femenino. ¿Quién diría que ella solita había asesinado a un hombre? Sí, lo había hecho. Sin piedad.

Fui a buscarla a su celda, acompañado de Cris. Después juntos fuimos a la sala para la prensa que había dentro de la prisión.

— ¿Todo listo? ¿Te lo has aprendido bien? — la pregunté.

— Sí, más o menos.

Suspiré:

— ¿Solo más o menos? Preciosa, sabés que es importante que todo lo que yo te puse en el papel te lo sepas muy bien... Dios mío. Cris, la prensa llega en 1 hora, ¿verdad?

— Sí, Lanzani.

— Bien, quiero estar a solas con ella en la sala para abogados. Tenemos que pulir todas sus frases. No quiero que quede mal. Y obviamente, yo tampoco quiero quedar mal — la miré frunciendo el ceño —. ¿Sabés que puedo arruinar mi reputación si tenés un fallito chiquitito?

Lali hizo puchero:

— ¿No confías en mí?

— Te lo sabes más o menos — respondí revoleando los ojos —. Señorita Espósito, es una cosa seria. Lo tenés que decir tal cuál, te parezca bonito o feo — dije susurrando. No quería buscarla más problemas, y yo tampoco quería tenerlos —. Vamos a repasar todo.

Lali y yo caminamos escoltados por Cris hasta la sala de abogados. Allí ella nos dejó a solas. Lali y yo nos sentamos el uno enfrente del otro. Suspiré fuerte, no me esperaba gran cosa de ella en los próximos minutos.

— Bien, ¿dónde naciste? — la pregunté para empezar.

— ¿Yo?

Me agarré la cabeza:

— ¡No, obvio que no! ¡Tu abuela!

— Bueno, no te zarpes que mi abuela está muerta.

Mariana Espósito era muy linda, pero estaba comenzando a desesperarme cada vez más. Volví a suspirar para conseguir fuerzas y no pegar un puñetazo en la mesa y romperla:

— A ver mi amor, yo te puse en los papeles dónde habías nacido. Tu historia trágica esta escrita en el papel, y es lo que tenés que contarle al juez, no tu vida real. ¡Ahora tu vida real es una caca! En tu cabeza tiene que estar la biografía que yo escribí para tu juicio.

— ¡Ah! — parecía darse cuenta en ese preciso instante. Entonces, ¿qué mierda había hecho durante el resto de días anteriores?

— Dale, decime. El juez puede que te lo pregunte, y te repito, por nada del mundo quiero que me hagas quedar mal con todo esto. Te he dado una oportunidad, una oportunidad que nunca antes le había dado a nadie — tragué saliva — así, que hacé el favor de aprovecharla. Empezamos de cero, ¿dónde naciste?

— En una casita de campo, en Córdoba.

Asentí con la cabeza:

— Continuemos... ¿Qué pasó con tus padres?

— Ellos no tenían plata para cuidarme, y entonces me enviaron con mis abuelos a un pequeño pueblecito que estaba en el sur del país. Mis abuelos lo dieron todo por mí, pero no sus vidas no duraron mucho porque estaban enfermos y viejos.

Otro fallo...

— ¿Cómo carajo tenés la cara de decirle al juez que tus abuelos estaban enfermos y viejos? En el papel no lo pone tan explícitamente... ¿Podés decirlo por favor tal y como lo pone en el papel? — mi paciencia estaba siendo inagotable.

Lali agarró el papel y miró.

— Mis abuelitos estaban muy mayores y no tenían buena salud...

— Así mejor. Entonces, ¿qué les recomendó tu tía, la que vivía en el pueblo de al lado?

— Que me enviaran a un internado con monjitas.

— Bien, ¿y a partir de entonces te volviste muy...?

— ¿Religiosa?

— Sí, pero Lali, ¡no dudes a la hora de hablar por favor! Tenés que estar segura, por favor te pido.

Ella volvió a asentir con la cabeza.

— Sigamos, ¿qué pasó en el colegio de las monjas? ¿Qué pasó con el conserje?

— Intentó violarme. Dos veces.

— ¡Muy bien!

— Un momento, ¿no crees que lo de la violación es un poquito fuerte?

Negué con la cabeza.

— No quiero decir eso.

— ¿Y qué querés contarle al juez en esta parte? ¡No dejás aconsejarte ni por un abogado extraordinario! ¿Querés pudrirte en la cárcel el resto de tu vida? ¿Eso querés?

— No, pero creo que lo de la violación del conserje no da. Suena un poco repetitivo. No todos los conserjes de todos los colegios, ni los jardineros, ni los profesores de gimnasia, son violadores.

Volví a suspirar:

— ¡No cambies de tema! ¡No estamos hablando de las violaciones en los colegios ahora mismo! Bien, contale lo que quieras al juez de tu infancia, pero que sea trágico por favor. Comencemos ahora con el tema del asesinato. ¿Cómo fue?

— Por defensa propia.

— Muy bien.

— Realmente, fue en defensa propia, él empezó a ponerse violento, me mintió... ¡Me empujó!

— Sí, bien, ya lo sé, ya me lo has contado... Pero incluye en tu versión, que el también agarró la pistola de tu marido.

— De acuerdo.

— No falles por favor, el juicio es muy importante, te estás jugando exactamente... 25 años de prisión. Puede que haya menos por buena conducta, pero nunca confíes en lo que pueden hacer los policías de esta prisión. No se si te conté lo que pasó hace años con una de las clientes de mis amigos abogados. Mató a su marido... La metieron en prisión, y nada más salir, unos pibes amigos de su marido la colgaron.

Lali se tapó la boca.

— Es real, no pretendía asustarte. Pero así tendrás más cuidado a la hora de contarle al juez tu versión. Hay pocos testigos, y tu marido va a estar de tu parte. Creo que también esta la vecina... Y ya. Bueno, y su mujer. Has dejado a unos cuántos nenes huérfanos. Aunque la cornuda no creo que tuviera mucha idea de lo que pensaba su marido cuando estaba follándote.

— Vos también podías ser un poquito más cuidadoso con tu vocabulario.

— Soy el que puedo sacarte de acá.

— Y yo soy la que puede destruir toda tu carrera de abogado fabuloso que no ha perdido ni un solo juicio, bombón — Lali sonrió y se levantó de la silla.

Estábamos preparados para el juicio, y esperaba con fervor que ella no metiera la pata. Pero antes, tocaba la rueda de prensa...

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