Buenos Aires ~ 7

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Narra Lali:

Estaba terminando de limpiar el baño de la prisión. Uno de los policías pasó justo cuando estaba terminando de limpiar y me pidió amablemente que si podía poner toallas limpias. Respondí amablemente que sí, puesto que no quería empeorar la situación. Gracias a la buena conducta podría salir antes de tiempo.

Justo después de colocar las toallas blancas y limpias sobre los colgadores, me lavé las manos y abrí una pequeña ventanilla que daba a la sala en la que las presas se encontraban con sus abogados. Vi en ese momento, a un hombre alto, delgado y con barba. De pelo oscuro y bien vestido, claramente era un abogado. Y era muy guapo. Estaba hablando con Cristina...

"¡Podría ser él" pensé. Ese hombre del que todas hablaban tan bien, a la hora de la comida, en los descansos... Siempre hablaban bien de él. Había salvado a muchas asesinas, incluso de la pena perpetua. Eran tan increíbles sus encantos... Era tan maravillosa su manera de centrar toda la atención de la prensa en esa persona que estaba a punto de ser condenada por un maldito juez que no tenía sentimientos.

FLASHBACK

Candela Vetrano comía a mi lado. Ella era una de las primeras que me había aceptado, una persona que me respetaba. Euge, en cambio, se pensaba superior al resto. Ella creía que todas la debíamos un respeto por ser la más famosa de todas las asesinas que se encontraban en la cárcel. El resto, y sobretodo Candela pensaba lo mismo que yo:

— Ella tiene plata para pagar los servicios de Juan Pedro Lanzani. Si yo tuviera toda esa plata, también lo haría. Mi hija esta en manos del Estado. Está tan sola afuera... Y ni siquiera me la traen acá para que pueda verla.

— ¿Y no podés reclamar nada?

Candela río con ganas:

— ¿Qué te pensás? Eso sería genial, pero imposible. Una vez que entrás acá... Olvidate de ver a tus seres queridos. Puede que venga tu marido... A ese que le metiste los cuernos... Bueno, en el caso de que te quiera. Porque el mío me hubiera matado nada más enterarte.

Tragué saliva y revoleé los ojos:

— Candela, me acosté con ese hombre porque me prometió mil cosas.

Candela volvió a reírse:

— No tan alto cariño, si no querés pasarte acá unos cuantos añitos más. Todos los hombres son iguales, alma cándida e inocente. Todos te prometen el cielo, la tierra... Que te van a hacer la mujer más feliz del mundo. Pero por muchas cosas que te prometan, tenés que tener en cuenta de que todo es mentira. ¿O te pensás que yo podría haber pensado que ese sinvergüenza que descansa ahora en los infiernos estaba con otras cuantas más? No cielo, nunca lo pensé. Había tenido una hija con él... Pensaba que me amaba más que a nadie. Hasta que descubrí a Julia, a Miriam, a Nataly... Ahí se me quitaron las ganas de meterme más pollas en la boca.

— Benjamín no se merece lo que le hice...

— Bueno, si tenías tantas ganas por acostarte con otro, tanta desesperación... Sería porque Benjamín no te daba todo lo que te tenía que dar. Hiciste bien en acostarte con otro, así aprendió la lección.

Suspiré:

— ¿Vos pensás en que tengo alguna oportunidad en que Juan Pedro Lanzani pueda defender mi caso?

Candela bebió un trago de agua y negó con la cabeza:

— Dos cosas. Primera cosa, no cambiés de tema tan deprisa, y segunda cosa, gana 100.000 pesos, y podrá tan solo atenderte.

FIN DEL FLASHBACK

"En mi vida iba a tener 100.000 para que ese precioso capullo pudiera defenderme". Ojalá pudiera conseguirlo, pero era auténticamente imposible. Deseaba ser tan famosa como Eugenia Suárez, ella no tenía problema en contratar al abogado más guapo y prestigioso en los casos de las asesinas de Buenos Aires. 

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