Capítulo 23

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Capítulo 23

Dom corría tras su Alpha. El lobo negro era lo suficiente grande como para llevar el cuerpo más pequeño del gamma. Le había dolido físicamente dejar que fuera otro el que lo llevara, pero era el lobo más rápido y aunque no estaban muy lejos de la casa, cada segundo contaba.

Cam no había despertado y la herida no daba señales de empezar a cerrarse. No entendía por qué su cuerpo no estaba sanando. Tampoco entendía cómo las cosas habían acabado de esa manera. Ellos se habían separado del resto siguiendo el rastro de una presa. La perdieron al llegar al río. Cam cambió para decirle que debían regresar, pero él no quiso hacerlo. Dom aún podía oír la voz de Cam resonando en su cabeza llamándolo cabezota. Había oído mucho esa palabra últimamente y tal vez lo fuera, pero no quería volver a casa con las manos vacías. No quería seguir decepcionando al hombre que era su mundo.

Cam estaba enfadado. Desde el incidente con el doctor que acabó con el hombre herido. Le había regañado por eso, pero él se negaba a dar su brazo a torcer, no se disculparía con un humano. El gamma no había vuelto a decirle nada al respecto, pero veía la decepción en sus ojos cada vez que era desagradable con el hombre. No podía evitarlo, odiaba a los humanos. Por eso era tan importante para él conseguir una presa. Proveer a su compañero era su manera de disculparse por su comportamiento y redimirse por sus acciones.

Cam volvió a cambiar a su lobo para seguirlo. Fue entonces cuando escuchó el disparo. Dom sintió un dolor tan desgarrador en su interior que durante un instante pensó que el disparo le había alcanzado a él, entonces lo escuchó. Ese otro sonido. El que no olvidaría nunca. Escuchó como el cuerpo de su compañero caía sobre el manto de hojas que cubría el bosque y comprendió que no era él a quien habían disparado, no era él quien se desangraba en el suelo.

Algo se rompió en su interior, una parte de él le empujaba a cuidar de su pareja. Lamió su hocico, para que supiera que estaba ahí, lamió su herida para ayudarla a sanar, lamió su pelaje para limpiar la sangre que no dejaba de salir. La sangre... la sangre empezaba a empapar el lecho del bosque bajo sus pies y se estaba filtrando entre las hojas tiñendo la tierra de rojo. Esa parte de él estaba asustada, porque no podía enfrentar perder al hombre que amaba más que a su vida. Cam era su todo, no podía concebir un mundo sin él. No quería pertenecer a un mundo sin él.

Otra parte en su interior le gritaba que debía proteger a su pareja. El que había disparado seguía ahí fuera. Su cabeza estaba llena de imágenes de un tirador recargando su arma y apuntando de nuevo. Su lobo quería cazarlo. Esa parte de él estaba enfadada. Porque un cobarde con un arma se había atrevido a hacer daño a lo que le era más preciado. Ni siquiera se había dado cuenta que las raíces del bosque se habían movido para cubrir el cuerpo de su pareja, creando un refugio para mantenerlo a salvo.

Dom no podía lidiar con esa parte asustada, así que su lobo se aferró a lo único que tenía sentido. La venganza. Dom se dejó arrastrar a esa espiral de odio y a medida que la sed de sangre tomaba el control, se iba perdiendo en su lobo. Lo único que lo retenía era que Cam no estaba sanando y no podía dejarlo solo. Incluso en ese estado Dom fue incapaz de alejarse de su pareja. Lo siguiente que supo es que su Alpha estaba sobre él, obligándolo a reconocer al lobo más fuerte. Eso centró su mente y le trajo de vuelta.

Con Dom en control, Alek evaluó la situación. Sus instintos le decían que el tirador había disparado desde una distancia considerable. Desde fuera de su territorio, eso tendría sentido porque el bosque no habría permitido a una amenaza entrar en sus tierras. Quería salir a cazar al responsable pero Cam no despertaba y había demasiada sangre. La prioridad era llevar al gamma a casa. Si como se temía los científicos estaban involucrados en este desastre, necesitaban toda la ayuda que pudieran reunir. Antes de cambiar para poder llevar a Cam a casa lo más rápido posible le ordenó a Alee y a Jules rastrear la zona en busca de algún olor que pudieran tomar. Les dejó muy claro que no debían salir de los límites del bosque y debían permanecer a cubierto. Algo le decía a Alek que el tirador ya no estaba cerca, pero no les dijo eso, era necesario extremar las precauciones.

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