《El Juglar de la Chispa en los Ojos.》

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Ciertamente, las palabras no eran lo suyo...

Liam pasaba otra aburrida hora de recreo bajo la sombra de un árbol, como siempre. Tenía entre las manos su cuaderno de literatura, mordisqueando la punta de su pluma, intentando terminar el poema que su profesora le había encargado escribir. Apenas llevaba tres versos y ya comenzaba a desesperar. Aquello se le daba terriblemente mal. A nuestro caballero le hubiese gustado haber nacido con el don de la palabra, así además de ser un príncipe, sería encantador con ayuda de sus cautivadoras estrofas. Pero desgraciadamente, ese no era el caso...

Resopló, exasperado, quitándose las gafas y se masajeó la sien, abatido. Definitivamente era imposible continuar con aquel poema. ¡Completamente imposible! Se preguntaba como los aedos de la época se las arreglaban para crear maravillas con tan solo escribir en un papel, y lo que es más, recitar su propio arte frente al mundo. Aquello le producía una profunda admiración, a la vez que cierta envidia.

- Lo estás haciendo de arte menor. - Sonó una voz a sus espaldas.

Liam dio un respingo, mirando hacia atrás para descubrir al propietario de aquellas palabras.

Apoyado en el tronco del árbol había un joven de brazos cruzados, ligeramente inclinado sobre él, mirando las letras escritas en su libreta. Vestía unos vaqueros rotos y algo descuidados, y una camisa de cuadros remangada y desabotonada, sobre una camiseta negra con el logo de Pink Floyd. Liam calculaba que sería, más o menos, de su misma edad. Quizás lo había visto un par de veces por los pasillos del instituto pero no se acordaba realmente de él... 

El chico tenía el cabello largo recogido en un moño, de un tono castaño no demasiado claro pero no demasiado oscuro. Algunos finos y desordenados mechones de pelo se escapaban de su peinado, enmarcando sus peculiares ojos; eran marrones, sin embargo, la mitad de su iris derecho tenía un bonito color azul grisáceo. Sus labios formaban una sonrisa torcida y sus cejas desordenadas estaban ligeramente arqueadas, creando así una expresión divertida aunque avispada.

- ¿P-perdón...? - Consiguió murmurar nuestro príncipe.

- Tu poema. - El joven apuntó con el dedo hacia el cuaderno. - Lo estás haciendo de arte menor cuando debería ser de arte mayor.

Ambos se miraron un momento a los ojos, en silencio. Liam no estaba seguro de como responder a aquello. Estaba sorprendido, y no sabía exactamente si era por lo repentina que era la situación o por el hecho de que alguien se hubiese acercado a hablar con él en el instituto.

- Es un soneto, ¿no? - Insistió, señalando el título del trabajo. - La métrica de los versos de los sonetos tienen que tener más de ocho sílabas. Los tuyos solo tienen seis.

Liam fue capaz de reaccionar. Miro su cuaderno, luego al chico, luego a su cuaderno de nuevo.

- Oh... Eh. Sí, tienes... Tienes razón. Supongo...

El joven desconocido se encogió de hombros con una sonrisa en el rostro.

- La profesora de literatura también me ha mandado ese trabajo. - Mencionó mientras se sentaba a su lado, rodando los ojos. - Esa mujer es una plasta. Convierte una asignatura maravillosa en algo de lo más aburrido...

Nuestro caballero no salía de su asombro. Miraba a aquel joven con los ojos abiertos como platos, incapaz de disimular su sorpresa. Se mordisqueó el labio y jugueteó nerviosamente con su pluma entre las manos.

- Sí, bueno... La literatura no es lo mío...

- Se ve. - Murmuró él mirando los tristes y solitarios versos escritos en el papel. Luego rió suavemente, con aire jovial y despreocupado. - Sin ofender.

Liam se encogió levemente de hombros, sonriendo poco a poco de forma tímida.

- Ofensa no tomada... - Replicó con voz delicada, algo más animado.

- Si quieres puedo ayudarte. Yo ya lo he hecho. Es más fácil de lo que parece. ¡Tan solo tienes que dejar salir lo que hay en tu interior! - Exclamó mirando al horizonte y abriendo los brazos con aire teatral. - ¡Plasmar tus pensamientos más revolucionarios en el papel como si el resto del mundo estuviera esperando tu poderoso mensaje!

Liam se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz, mirando al joven con interés, sintiendo como su sonrisa se hacía cada vez más amplia.

- ¿Te gusta la poesía? - Preguntó, aún algo cohibido.

- Me encanta. Deberías ver mis cuadernos. Siempre que puedo escribo, al menos, un par de versos sueltos. - Respondió el chico, feliz. - Soy un poeta empedernido, que le voy a hacer.

Liam lo miró contagiado por su entusiasmo. Le gustaba aquel chico. Le gustaba la chispa de ilusión y confianza que había en su mirada. Le gustaba que, de todas las personas que habían en el patio de recreo, hubiese escogido hablarle precisamente a él.

- Pues... Eh... Sí que me vendría bien un poco de ayuda.

- Guay. - Respondió él. Extendió la mano. - Soy Magnus. 

El príncipe titubeó unos segundos, pero finalmente le estrechó la mano. Aquella era la hora de la verdad.

- Ah... Yo soy... Ehm. Liam.

- Liam. Mola. Lo tendré en cuenta. - Dijo mientras sonreía ampliamente. - Encantado, tío.

Una fiesta medieval estalló en el estómago de Liam. Sí, sí, ¡sí! No lo había mirado de forma rara, ni le había preguntado por qué tenía nombre de chico si era claramente una chica... Y le había dicho "tío" lo que encontró divertido a la vez que extraño. Aquello era nuevo para él.

- Claro, encantado...

Sí, definitivamente nuestro príncipe estaba feliz. Aquel día había hecho un nuevo amigo: Magnus, el juglar de la chispa en los ojos...

n/a:

halo! regreso con un capítulo algo más largo de lo habitual.

¡¡yay, personaje nuevo!! llevaba un tiempo queriendo introducirlo en la historia y por fin puedo presentaros a Magnus. ¡iiiih, me hace mucha ilusión!

comentad que os parece nuestro nuevo personaje y en fin, ¡nos leemos pronto!

love xx.

- A.

I'm Not a Princess.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora