El día llegó.
La joven del torreón de al lado y Lord Liam Moore habían quedado.
Habían que-da-do.
Ella le había pedido nuevamente que le enseñara los alrededores de aquel pequeño territorio, así que le propuso quedar después de clases, y él aceptó sin pensárselo dos veces.
Liam se apretó bien la armadura, a pesar del dolor. Escogió su suéter favorito, ese, el azul con el estampado de estrellas, se ajustó las gafas, se miró al espejo y se dijo:
"Sal ahí y muéstrale que eres un caballero de verdad."
Los minutos se hacían interminables. Los segundos pasaban demasiado lentos.
Tik-tok.
Tik-tok.
Se moría de ganas por volver a ver a su doncella, a la chica de los ojos bonitos y de cabellos de oro.
Tik-tok.
Tik-tok.
A la joven del torreón de al lado.
¡Ding-dong!
El timbre sonó, anunciando que la felicidad estaba en su puerta. Liam bajó a trompicones la escalera y abrió el portón con el aliento entrecortado.
Allí estaba ella. Tan bonita como siempre.
- ¡Hey! - Saludo la muchacha con una sonrisa.
- ¡He-hey!
- ¿Estás listo?
- Por supuesto. - Afirmó él con falsa seguridad.
- Genial. ¿Vamos?
- Vamos.
Y allí empezó el paseo. Caminaron por los alrededores del reino y Liam le enseñó todo lo que había que conocer para no morir de aburrimiento en aquel ordinario feudo.
Nuestro príncipe no podía apartar la vista de la joven doncella durante su trayecto. Sus ojos verdes destellaban con los rayos del sol del ocaso, como dos estrellas fugaces destinadas a perderse en la inmensidad del universo. Su risa, dulce y melodiosa, era prácticamente una bendición.
A Liam le hubiese gustado escuchar ese sonido cada mañana al despertar.
Lizzy le gustaba porque no era una chica cualquiera, no era una chica como otras que había conocido, con lenguas afiladas y miradas envenenadas que murmuraban a sus espaldas. Ella era disparatada y vivaracha. Alocada y sin pelos en la lengua. Hablaba hasta por los codos, pero no podía cansarse de oírla, porque cada palabra que salía de su boca le parecía una maravilla. Gesticulaba muchísimo y la expresión que hacía cuando arrugaba la nariz al sonreír era extremadamente dulce. Parecía ir por la vida al borde de un ataque de nervios, con faldas y a lo loco, como dijo el gran Sabina.
Pero una de las cosas que más le gustaban de ella es que sabía que Liam era Liam.
Liam no era Lyssa.
Liam no era una chica.
Y eso Lizzy lo sabía de sobra.
Y cuando su nombre sonaba en los labios de la joven, cualquier resquicio de miedo que quedase dentro de Liam, desaparecía.
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I'm Not a Princess.
De TodoLyssa no era una princesa. Lyssa era un príncipe valiente y bondadoso, justo como los de los cuentos. Pero Lyssa no entendía porque nadie lo veía. Lyssa dibujaba suaves líneas de colores en el mapa del futuro. Lyssa vivía en...