La joven del torreón de al lado era extremadamente bella.
Poseía una hermosa melena rubia, que se asemejaba a una cascada de oro interminable, cayendo sobre sus hombros. Tenía dos perfectas esmeraldas como ojos, que lanzaban destellos verdes hasta en la más profunda oscuridad. Su tez estaba tostada por el sol, y miles de pecas salpicaban sus mejillas.
Sin duda; preciosa.
Y Lyssa la observaba siempre que tenía oportunidad.
La había descubierto en aquella temporada que había pasado castigada por su madre, la reina.
Y Lyssa creía que era la muchacha más hermosa del mundo entero.
Quizás la joven del torreón de al lado era una simple doncella.
Lyssa no lo sabía. No la conocía. Tan solo se deleitaba con su belleza.
Pero en caso de que lo fuese, sería sin duda una doncella con aspecto de princesa, porque, como ya he dicho, poseía una belleza digna de la realeza.
Lyssa esperaba cada día con ansias la caída del sol para poder ver a la joven por el ventanuco de su torreón.
Y cada tarde, a la misma hora, las luces de sus aposentos se encendían.
Lyssa miraba a través del cristal con cautela y disimulo para poder admirarla sin ser descubierta.
Ah, su cabello.
Ah, sus ojos.
Ah, su piel.
Ah, sus curvas.
Ah, su sonrisa.
Ah, su expresión.
Ah.
De pronto, una tarde, las esmeraldas de la muchacha hayaron los zafiros de Lyssa. Sus miradas se encontraron a través de los cristales de sus respectivos ventanucos.
El miedo se adentró en el corazón de Lyssa por unos segundos.
Pero entonces ella sonrío.
Sonrió.
Le sonrió.
A ella, solo a ella.
En ese momento, otra sensación muy distinta se alojó en el corazón de Lyssa.
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I'm Not a Princess.
AcakLyssa no era una princesa. Lyssa era un príncipe valiente y bondadoso, justo como los de los cuentos. Pero Lyssa no entendía porque nadie lo veía. Lyssa dibujaba suaves líneas de colores en el mapa del futuro. Lyssa vivía en...