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Chaeng estaba esperando afuera del departamento de la mayor, tocando el timbre y tiritando del frío, indecisa en sí debía o no buscar las llaves.

“Si no te abro es porque estoy dormida. Las llaves las escondo en la planta detrás de la rana de cerámica ” le dijo mientras revisaban lugares en la computadora. Ambas habían decidido ir a una terapia o clase de lenguaje, juntas. Chaeng aprendería más y Mina, ella aprendería por la menor. Sólo y únicamente por ella aprendería el silencioso lenguaje de señas.

Abrió la puerta con la llave llena de tierra y, luego de mirar a ambos lados, la volvió a esconder y entró silenciosa, con pisadas suaves y frías. Le encantaba estar ahí, el departamento de la mayor se llenaba de imágenes modernas, revistas de moda y en una parte, la puerta de su gran taller estaba abierto y toda sus obras se veían. Aquellos vestidos que le veía usar por sus fotos de Instagram sólo para que sus seguidores opinarán o compraran la prenda. Después estaba la cocina, aquella que se mantenía limpia y blanca, aquellos gabinetes rojos que sólo mantenía comida chatarra. Una vez en cuaresma la cocina olía a comida recién hecha.

Golpeó la puerta de la habitación cuando llegó a ella y observó a Mina tirada en su cama. Estaba vestida y lista para salir sólo que tirada en una cama roncando levemente.

Le toqueteo el hombro y se sentó a su lado. La verdad, no quería despertarla, se veía tan angelical y tierna así de esa manera. Su rostro era sereno y desprendía frescura. Ella siempre con sus labios rojos, esos que siempre llamaban su atención, y que hacían que se golpeara mentalmente por quedarsele mirándolos y pensando cosas que su mayor no aceptaría. Según ella.

— Ya, ya. — le escuchó murmurar mientras se removía y se recostaba boca arriba. ¿Qué estaría soñando la pelinegra?.

Volvió a moverle.

— No, Chae. Hoy no. — rió levemente, aún se sorprendía de que su risa se escuchara con un mínimo volumen. Sólo ella y alguien que le prestara mucha atención podía escucharla, pero siempre a sido casi inaudible porque no se permite reír como antes. No siente que valga la pena. O simplemente puede ser su recuerdo, ese que tenía cuando reía con su papá cuando era pequeña.

Decidió hacerle caso a su mayor, hoy no irían a las clases de señas. Hoy se quedaría a ver cómo Mina dormía plácidamente mientras murmuraba tonterías hacia su persona. ¿Estará soñando con ella?. Se sonrojó.

Con un leve movimiento logró que Mina terminara dándole un espacio adecuado para ella acostarse. Quitó sus zapatos con total confianza y los dejó al lado de donde posaban los de la mayor. Se acostó a su lado pero sin hacerse notar.

Su cuerpo era pequeño y iba perfectamente con el espacio dado, y con su silencio y delicadeza no se notaba que estaba ahí. Siempre lograba que la falta de palabras le hicieran invisible ante todos. Aunque pensándolo bien, antes no le preocupaba su condición, ahora, desde que conoció a Mina, su mente se basa en cómo recordar decir una palabra. Pero simplemente le era imposible.

Estaba tan metida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que la pelinegra le abrazaba levemente de la cintura, se había volteado, dando con su mentón en el hombro de la menor, su rostro muy apegado al suyo tanto que podía sentir su respiración. Su aroma, Mina olía a coco, delicioso. Pero eso no quitaba que Chaeng estuviera del todo roja y nerviosa.

Mina despertó cuando en su sueño estaba abrazando a un acolchado peluche y todo luego desapareció. Odiaba eso. Notó un cuerpo a su lado así que lo abrazó, sin abrir los ojos porque creía que era sus almohadas que siempre acomodaba para abrazar. Pero no, esta vez estaba algo raro y se sentía, además de suave, que no estaba acolchada si no fuera por una fina capa que se sentía como lana.

Speechless『MiChaeng』#エDonde viven las historias. Descúbrelo ahora