¿Dolor? Quizás sea más que eso.

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Me encuentro rodeando la cabaña donde, se supone, deben estar. Nathan envió una unidad especial conmigo, y todos se encuentran en sus posiciones, esperando por mi señal.

Observo en silencio y con cuidado, armado hasta los dientes, llevando mi franco especial.

- Libre. Entren enseguida.

Escucho el pequeño alboroto que se arma dentro del lugar, y me preparo para detener a uno de los imbéciles que intentaba escapar. Golpeo su rostro con la culata de mi franco, haciéndolo caer al suelo.

- ¡¡Tengo uno!! ¡¡Revisen el perímetro!! - Me introduzco al lugar, buscándola a ella.

Mis ojos viajan por todas las estancias de aquella cabaña, escuchando las voces de mis acompañantes, informando que todo está vacío y limpio. Al hallarla, mi enojo no está por las nubes como creí; simplemente...

Me siento decepcionado.

Me acerco a ella, viendo el temor y la sorpresa en sus ojos. La pantalla del ordenador está encendida pero está limpia; debió haber terminado lo que hacía.

- ¿Jonathan? - Me mira como si estuviese observando un espejismo o un fantasma pero se queda estática en su asiento.

- De pie, Rebecca Porter. - Se coloca de pie con lentitud. - Tienes derecho a guardar silencio; todo lo que digas podría ser usado en tu contra. Se te asignará un abogado si no puedes pagarlo.

- Jonathan, déjame explicarte. - La tomo del brazo, haciéndole dar la vuelta, esposando sus manos. - Jonathan, por favor.

- Nada tiene que explicarme aquí, señorita Porter. Será mejor que lo haga en la sala de interrogatorios.

La comienzo a sacar en contra de su voluntad, dejando que el resto del equipo se encargue de lo demás. La dirijo al helicóptero en el que vine, acomodándola en la parte trasera, asegurando su cuerpo para que no caiga mientras, yo, me acomodo frente a ella, dando señal de que podemos partir.

- ¡¡Jonathan, por favor!! ¡¡No es lo que piensas!! - Intento ignorar su voz, sus explicaciones, pero cuesta. Niego en silencio y con frustración.

- ¡¡No quiero escucharte, Rebecca!! ¡¡No ahora!!

Ella traga en seco, asintiendo en silencio, evitando llorar frente a mí; aunque puedo ver que sus ojos se están llenando lentamente de agua.

Unos diez minutos nos toma en llegar al helipuerto del FBI, y hago que baje de el helicóptero, dispuesto a llevarla a una celda. Su silencio me ha dejado inquieto, confundido...

Herido.

Al entrar a nuestro piso, todos la observan en silencio, hablando entre susurro casi admirados. Yo la llevo hasta la sala de interrogatorios, sentándola en la silla, esposándola a ella.

- Jonathan, escúchame, por favor. No es lo que crees; yo... - Mi decepción explota, haciendo que el enojo la reemplace.

- ¡¿Entonces qué es, Rebecca?! ¡¡Explícame porque no entiendo!! - Ella se vuelve pequeña en el asiento, mirándome con dolor.

- Tuve miedo de decir algo porque sabía que actuarías así, pero eso no quiere decir que no haya intentado decir algo. - Negué con decepción, riendo con falsedad.

- En estos momentos, tus palabras me saben a mentira. Más cuando fui tan abierto y sincero contigo.

Veo que sus ojos se inundan de lágrimas, formando una línea con sus labios, aguantando el sollozo que quería escapar de sus labios. Inclina su cabeza y, en un susurro tan delicado como el mismo aire, ella habla.

Cercanías Peligrosas (COMPLETA Y CORREGIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora