•La Decepción de una Madre•

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Día dos y Mafumafu no se presentaba a clases.

Su espalda dolía, sentía las punzadas en cada leve movimiento que hacía. Y lo peor de todo, ese mismo día de la gran pelea, los profesores llamaron como último recurso a su madre.

El albino lloraba sin consuelo, no por el dolor, sino por sus amigos.

Amatsuki, Urata y Sakata debían estar en la sala del director junto a sus agresores, golpeados y lastimados.

Era su culpa. Tal vez, si no hubiera hecho nada para recuperar el pequeño llavero que su amado le había regalado, las cosas hubieran salido de otra manera.

》¿Qué sucedió Mafumafu? ¿Por qué te golpearon?《

Su madre preguntaba una y otra vez, insistiendo para que su hijo le explicara las razones de sus golpes y la gran pelea, pero él se mantuvo en silencio, tomando como excusa que su único problema era que tenía pequeñas diferencias entre sus compañeros.

Soraru, quien ese día se había propuesto salir temprano para ver a su amado albino, llevaba en su corazón una especie de ira, de dolor.

¿Cómo era posible que su querido Ángel fuera pisoteado de esa manera? ¿Por qué debían tratarlo de esa manera?

Se odiaba también por no poder defender como se merece a su querido amor.

Mafumafu dormía cómodamente en su cama, pero la voz de su amado lo hizo alejar esa horrible pesadilla, repitiendo una vez más la pelea en la que sus amigos se habían metido por intentar defenderlo.

---Muchas gracias--- la puerta se abre, dejando a ver a un azabache con expresión preocupada.

El albino seguía aún bajo el efecto de su sueño, pero pequeñas lágrimas se derramaban tristemente por sus ojos, mojando una pequeña parte de su almohada.

---¿S-Soraru...san?--- se sintió gravemente herido por sus sentimientos.

El mayor cierra la puerta con cautela, y se acerca lentamente a la presencia casi destruida de su amado.

---Mi Ángel...¿por qué?--- susurró dolorido.--- Me habías dicho en un principio que era un resfriado, pero te arrepentiste y dijiste la verdad.

---Soraru-san...--- la voz del albino se destroza en segundos.

---No estoy enojado contigo. Ni decepcionado, pero odio ver como esos tipos te destruyen. Están matando a mi pequeño Ángel...

Por un momento, Mafumafu creyó que eran sus ojos los que lo hicieron ilusionar pequeñas lágrimas que se derramaban por esos ojos zafiro que jamás creyó que llorarían.

---No puedo protegerte...no puedo hacer nada para cuidar tu ser....Perdóname Mafumafu...--- susurró Soraru entre sorprendentes sollozos.--- Perdón por no dejar que mi cuerpo reciba las cuchilladas, que te haya fallado como tus alas...

---No Soraru-san...no es tu culpa, sino mía--- intenta con todas sus fuerzas que su voz no se quiebre, pero falla en el intento.--- Soy tan débil...no puedo defender este decaído amor...yo soy el que debería pedir perdón...

Las manos frías del azabache buscan las cálidas manos del albino, encontrándose y esperando a que esa acción fuese como último recurso para tener fuerzas.

Al menor ya no le importaba si su madre se enteraba de su extraña relación con el mayor, no le importaba si tenía que recibir día con día un insulto o una agresión. Él deseaba que por ultima vez, sintiera ese cálido amor que en un principio pudo obtener.

Su celular vibra nuevamente, captando la atención de ambos chicos.

Debía ser Amatsuki que intentaba comunicarse desesperadamente con su amigo.

¡Número equivocado! [Soramafu] EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora