Capítulo I: Inicio

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Amar y ser amado, el deseo de cualquier hombre que vive con o sin rumbo. Y ahora mi principal anhelo.

Todo empezó cuando escuche el sonido de unas zapatillas por los pasillos del palacio mientras tocaba mi violín para el mejor amigo de mi padre en aquel entonces, el Rey Alfonso. Era la pequeña Selene, una niña de apenas unos once o doce años que rondaba por el lugar escapando de sus nanas, quienes luchaban por enseñarla a andar en zapatillas altas como toda una señorita. Deje de tocar para observarla pasar corriendo y a sus impacientes maestras tras ella.

- Lo siento Dante, mi hija es un poco hiperactiva.

Se dirigió a mi el Rey con una pequeña y extraña sonrisa, pues se había convertido en un hombre cuya perdida de su mujer había causado un estrago en él. Comenzaba a quedarse calvo y se podían ver entradas en su cabellera, parecía que dirigir el reino por su cuenta, sin ninguna especie de compañía le ocasionaba estar bajo demasiado estrés, es por eso que yo estaba ahí.

- No se preocupe - respondí con una pequeña sonrisa - ¿Cuál es su nombre?

- Selene.

Me quede vagando un poco en mis pensamientos.

- ¿Luna?

- Así es, su significado es Luna, y así es mi hija, tan bella como la misma que ilumina el cielo cada noche.

- Que nombre tan adecuado para una niña tan... esplendorosa.

Cuide cada comentario que hice, pero igual pareció que le eran correctos a Alfonso. Terminé de tocar y después de obtener el permiso del Rey para retirarme me pasee un poco con la ilusión de tener un encuentro con aquella niña escurridiza que interrumpió mientras las notas de mi melodía hacían regocijar a su padre, sin embargo no fue así.

Al llegar a mi hogar guarde mi violín en su estuche. Mi padre, Roderic, se acercó a mí y toco mi hombro, parecía algo ansioso por saber cuál había sido mi experiencia.

- ¿Cómo te fue con Alfonso?

- Bien padre.

- Me alegra, sabía que disfrutarías tocar para él ¿No es hermoso su palacio?

- ¿Cómo sigue mamá?

Sabía que de una forma todo era una distracción para que no me concentrara en la enfermedad de mi madre. Beatriz la mujer más hermosa para muchos desde que era una niña, realmente alegre y llena de vida, estaba postrada en cama desde hace un tiempo. Su hermosa melena rubia perdió color y sus ojos azules morían cada día más y al parecer el físico de mi padre seguía conectado al de ella, pues su cabello castaño se estaba llenando de imperfecciones y sus ojos color miel intentaban imitar a los de mi madre acompañándolos en su muerte diaria.

 Para que no me afectara su estado, mi padre me puso a hacer cosas, ayudar a los sirvientes en la cocina, ir al mercado, todo tipo de quehaceres, pero nada funciono, hasta que hablo con Alfonso quien necesitaba un músico que le alegrara a falta de Cecilia, su esposa, quien lamentablemente murió al dar a luz a Selene.

- Ella, estará mejor Dante.

- Si, estará mejor - Refunfuñe.

- Vamos a cenar ¿te parece?

- No tengo hambre, me canse camino aquí así que me iré a dormir- tome el estuche de mi violín y me dirigí a mi habitación.

Toda la noche no pude dormir, no dejaba de pensar en aquella niña de cabellos negros tan oscuros como el manto de la noche, en su piel blanca, probablemente suave, que seguramente solo un Dios sería digno de tocar, y en esa sonrisa que se escuchaba por el pasillo mientras sus zapatillas anunciaban su llegada. Era algo enfermo, tenía diecisiete años y ella alrededor de doce, era una pequeña inocente que ni siquiera sabía andar sobre zapatillas mientras yo estaba a pocos años de poder contraer matrimonio.

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