Me encontraba tirado sobre mi cama, la cobija solo cubría mi pierna izquierda y mi cabeza se acercaba peligrosamente al borde de la cama, mientras tanto yo permanecía profundamente dormido, soñando algo que al momento de despertar no pude recordar en lo absoluto, todo debido a que mi sueño fue interrumpido brutalmente por el estrepitoso abrir de la puerta de mi habitación.
Eso hizo que me cayera de la cama golpeándome la cabeza contra el suelo, al ponerme de pie pasando las manos sobre mi nuca tratando de aliviar un poco el dolor, pude ver la figura de Virgil; mi viejo amigo de la infancia, de pie sosteniendo el pomo de la puerta con una de sus manos y con una gran sonrisa en el rostro, eso me confundió un poco al principio, él se encontraba fuera del país, había salido de viaje hace poco más de tres años y no había recibido noticias de él desde ese entonces, por un momento creí que la imagen de mi amigo era solo un producto de aquel golpe que me acababa de propinar hace unos instantes atrás, pero esa idea se desvaneció por completo al oír su voz hablarme de una forma muy animada.
- Oww, lo siento Dante ¿Te desperté?
Sin poder resistir más, Virgil, un joven de cabellos rubios rizados, que vestía un traje azul en su totalidad; lo cual no extrañaba pues es su color favorito, estalló en una estridente carcajada al ver mi estado en ese momento.
- Lo siento, lo siento, pero debiste verte caer al suelo, no te he visto en mucho tiempo... y lo primero que veo de ti, ¡es ver cómo te rompes la cabeza tu solo! – continuo riendo aun a pesar de mi mueca de dolor, lo cual hizo que me molestará de sobremanera.
- ¡Esa es mi línea! Después de más de tres años ¿Y no puedes venir a verme como una persona normal maldito imbécil? No puedo creerlo, aun con el paso del tiempo no cambias ni en lo más mínimo.
Lo observaba con una expresión furica, la cual no hacía más que aumentar el volumen de las risotadas de mi viejo amigo, justo cuando estaba por propinarle un golpe en el estómago para que dejara de reírse, este disminuyó su estridente risa, y comenzó a tranquilizarse, una vez terminado con su momento placentero, me dio una sincera disculpa.
- A todo esto ¿Por qué estás aquí y desde cuándo?
- ¡Oh! ¿Esa es la forma en que me tratas después de que vengo a verte? Llegue hace dos días y no te vine a ver hasta terminar de resolver mis asuntos personales primero... en cuanto a el motivo de mi regreso...- pude notar por un instante como la sonrisa de Virgil se ensombreció un poco antes de dedicarme otra sonrisa – solo digamos que pasaron "cosas", pero eso no importa, ya que estoy aquí de vuelta.
- Si, supongo que eso es verdad – la sonrisa falsa de Virgil levanto mis sospechas pero decidí no acosarlo con preguntas por el momento – Y bien... ¿Cómo entraste?... ah cierto, Alexa debió dejarte entrar, siempre te llevaste muy bien con ella – me conteste yo solo recordando como Alexa, la ama de llaves de mi residencia tenía un cierto aprecio por Virgil desde que éramos infantes - ¿Te molesta? Debo cambiarme de ropa, espérame afuera – le dije tajantemente.
- A la orden – salió de mi habitación haciendo una leve reverencia a tono de broma.
Mientras tanto, yo comencé a vestirme, tenía pensando salir a la plaza central del reino a comprar más cuerdas para mi violín, ya que había agotado mis repuestos practicando la canción que mi amada niña me encargo tocara para su padre. Cuando me abotonaba la camisa recordaba que Virgil; hijo de uno de los compañeros de trabajo y amigo de mi padre, y yo habíamos pasado por muchas cosas desde nuestra niñez, desde pelear por los mismos juguetes, hasta pelearnos por estar enamorados de la misma profesora en la escuela, la señorita Moune, las carreras en carretillas que solíamos tener, todos esos recuerdos parecían tan lejanos desde aquel día que él había salido del país acompañando a su padre, desde entonces me había refugiado más en mi soledad, sobre todo desde la enfermedad de mi madre.
Termine de vestirme y abrí la puerta, ahí estaba Virgil con la cabeza agachada, su mirada estaba perdida en el suelo, como si buscara encontrar nuevos mundos debajo de cada una de las capaz de madera y concreto que cubrían el piso de mi mansión. Sin mucho problema me acerque y tome su hombro, se llevó una sorpresa pero supo reponerse mostrándome una sonrisa nuevamente.
- ¿Ya está listo señorito Dante o le apetece ir al comedor para desayunar primero? – me hablo como si fuera uno más de mis sirvientes.
- Sera mejor que vayamos a la plaza del pueblo, igual podemos comer algo allá.
- Está bien señorito, después de usted – volvió a hacer una reverencia mostrándome el camino hacia la entrada principal de mi hogar.
Respondí dándole un golpe en la cabeza, después salimos de la mansión y me negué a tomar un carruaje, quería pasar tiempo con Virgil, platicar de toda su estancia en el extranjero y tal vez sacarle esa información que le preocupaba un poco. Pasamos por un camino que conocíamos desde niños, ese donde hacíamos nuestras carreras en carretas que terminaban con nuestros padres castigándonos; cuando se daban cuenta, claro.
- Vaya, entonces sí que te la pasaste bien.
- Dante, tengo algo que contarte... – miro hacia otro lado con la voz seria, ahí intuí que por fin me contaría lo que quería saber.
- ¿Qué pasa amigo? – lo mire fijamente y aunque él no me dirigía la mirada, podía ver como mordía sus labios un poco.
- Estoy... enamorado.
Ahí comprendí la gravedad del asunto, su mirada perdida, yo también estaría así si me fuera lejos de mi amada Selene, seguro eso es lo que lo tiene así, disoluto en un mundo donde solo existen ellos y pueden amarse libremente.
- ¡Oh! ¿Y quién es la afortunada? ¿Cómo se llama? – pregunte mirándolo pícaramente mientras le daba un leve empujón.
- Pues... no tiene nombre – me miró algo nervioso con un leve sonrojo.
- ¿No tiene nombre? – todo comenzó a preocuparme.
- Si... verás, el día que llegue aquí me tome la libertad de pasearme por la plaza y entonces ahí la vi – suspiró como todo un Romeo enamorado y me miró emocionado – no tengo ni idea de quien sea, pero se veía perfecta, educada y refinada, iba acompañada de otra chica, sin embargo no pude quitar los ojos de ella, ya que vamos a la plaza, si la veo te diré quién es y si la conoces, tal vez...puedas ¿ayudarme?
Me quede frío, por un momento la vaga idea de que Virgil se refiriera a mi pequeña amada paso fugazmente por mi mente. Los adjetivos que menciono no podían ser relacionados por mí con otra persona que no fuera esa hermosa dama, ya que la llamo educada, refinada y sobre todo, perfecta. Una oleada de celos me invadió, pero trate de razonar un poco, Virgil se enamoró a primera vista, así que era obvio que consideraba a la "afortunada" como algo digno de esos adjetivos, eso me tranquilizo un instante, pero mis celos no me dejaban solo, él también dijo que esa chica iba acompañada por otra, Selene siempre era acompañada por una escolta de sirvientas, lo cual me hizo pensar nuevamente que se trataba de ella, ya que aunque reconocía que algunas de las sirvientas en la escolta eran muy bien parecidas, todas ellas eran opacadas por completo ante aquella jovencita que tanto me había cautivado. Debía aclarecer mis dudas, los celos comenzaban a dominarme, apreté un poco una de mis manos formando un puño con fuerza mientras le dirigí la palabra tratando de parecer lo más normal posible.
- Oh, eso es extraño, y... – trague saliva – ¿Qué más sabes de ella?
Después de escucharme Virgil dirigió su mirada hacia el suelo diciendo algo nervioso, cosa poco natural en él, pues siempre había sido un hombre seguro de sí mismo y muy bueno a la hora de hablar en público, ahora estaba convertido gracias a esa mujer misteriosa en un gatito manso.
- Pues, casi no sé nada, pero sabes como soy, y no iba quedarme con la duda, la seguí todo lo que pude, ella se dirigía hacia el palacio del Rey – sentencio cubriéndose con las manos muy apenado.
La fingida sonrisa que tenía se desvaneció de inmediato, me quede en shock y en lo único que pensé fue en seguir caminando, Virgil me siguió aun apenado, lo más seguro es que pensó que por mi situación yo no tenía algún tipo de emoción, pero lo que quería era controlarme o estoy seguro lo hubiera matado ahí mismo tan solo por poner los ojos en mi mujer.
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Cantarella
Lãng mạnNuestros ojos se empiezan a encontrar Dentro de este mundo de inquietud Deja de fingir, sé que sabes bien el secreto de mi obsesión Mi corazón traté de esconder esta emoción que cubre mi ser el calor de esta pasión no se va a detener... Un amor comú...