Capítulo XIII: Limerencia

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Charlotte se dio la media vuelta después de su respuesta y se retiró sin decir más. Fije la mirada en Virgil, observando en él una expresión de dolor indescriptible, sus labios temblaban, pero intentaba sonreír, guardo el anillo en su saco y se acercó sonriente a los arbustos buscando sus herramientas.

- Bien, parece que me equivoque.

No dije nada, no es que no fuera necesario, de hecho lo era, pero lo vi inadecuado, no quería lastimarlo más de lo que estaba, así que solo me acerque le di unas cuantas palmadas en la espalda y le dije que lo esperaría en mi hogar. Esa noche platicamos hasta el amanecer, incluso se quedó a dormir en mi habitación. Aun si sonreía podía notar esa profunda tristeza en sus ojos, la cual reflejaba un corazón roto en miles de pedazos y unas ilusiones pisoteadas por los tacones de Charlotte.

Al siguiente día me encargue de ir muy temprano al palacio de Alfonso, le pedí tres días libres para mi amigo y para mí, con la excusa de que ayudaríamos a mi padre con arreglos de la casa, en donde se incluía el jardín, sabía que al ver que ese era el fuerte de Virgil se justificaría bastante su ausencia. Alfonso se vio comprensivo ante la situación, sin embargo pude notar un poco de inconformidad con su aceptación.

- Solo serán tres días, lo prometo.

- Está bien Dante, esperaré, es justo ya que últimamente he cancelado tus tocadas.

- No se preocupe, entiendo que como Rey, usted tiene muchas ocupaciones.

Sonrió alegre de mi respuesta y me permitió retirarme. El primer día Virgil la paso recostado en la cama, no comió, ni se levantó siquiera. Converse un poco con él y le comente que Alfonso nos había dado tres días libres, nunca le comente que yo los pedí, estoy seguro de que se habría sentido peor.

- Podemos revivir viejos tiempos ¿Qué opinas? – le pregunte animado.

- Yo... me siento enfermo... lo siento Dante – se enrollo entre las cobijas.

- Apuesto a que mañana te sentirás mejor ¿Quieres haga traer al médico?

- ¡No! – grito y después continuo sereno – no es necesario, estoy de acuerdo contigo.... mañana estaré mejor – se cubrió completamente con las cobijas.

- Bueno, te dejaré descansar, afinaré mi violín un poco, espero no molestarte.

No respondió.

Gran parte de la noche la pase afinando mi violín, al terminar toque la parte de la melodía que componía, agregue un poco más, una tonada entre dulce y agria a favor del amor, que hiciera pensar a la persona que la escuchara en lo que es este sentimiento, que se cuestionara si ha amado y qué es capaz de hacer por amor, tal como Selene me hizo cuestionarme la última vez que hablamos.

A la mañana siguiente sin importar el haberme desvelado me levante muy temprano, lo primero que hice fue ir a la cocina para asegurarme de que las empleadas hicieran el desayuno, luego me di un baño y tan rápido como termine, me encargue de obligar a Virgil a levantarse y hacer lo mismo. Al percatarme de que lo había hecho le pedí que me acompañara al comedor y ambos desayunamos, no hubo muchas palabras entre nosotros, lo que me preocupo, así que decidí romper el hielo.

- Oye Virgil – me dirigí a él mientras llevaba un bocado hacia mi boca.

- ¿Si? – me respondió sin dirigirme la mirada.

- Hoy nos encargaremos del jardín ¿Te parece?

- Si – me sonrió y asintió contento ante mi propuesta.

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