Capítulo II: Encuentro

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Después de ese día asistía sin falta al palacio de Alfonso, tocaba melodías conocidas, algunas que él me pedía o algunas que me daba el lujo de mostrarle. Él creía que tenía un don para utilizar mi instrumento, pues a pesar de ser joven lo tocaba incluso mejor que cualquier músico que le hubiese servido.

Cada día al terminar de tocar para él me daba permiso de pasearme por los alrededores,por lo que me esforcé por hacerle saber que su jardín me parecía adecuado para inspirarme y pasar momentos a solas, a pesar de que mi padre tenía un jardín aún más cuidado por órdenes de mi madre. A diario sin falta estaba viva en mi la ilusión y el deseo de tener un encuentro con Selene, sin embargo, parecía que nunca más volvería a verla, por más pasillos que cruzara, por más que me diera vueltas en el jardín no volví a verla tan pronto como esperaba.

Pasaron los días y cuando estaba a punto de rendirme e incluso ir a rogar a Alfonso para que me dejara ver a esa hermosa niña, ella choco contra mí.

Pude observar de cerca sus hermosos ojos verdes y su pequeño rostro de inocencia llenarse de un tocado rojizo al darse cuenta que había chocado contra un hombre y no contra el suelo. Detrás de ella llegaron sus nanas, lo cual me hizo bajar de ánimos rápidamente, eso significaba que seguramente tendría que irse y continuar con sus clases.

-          Lo...lo s-siento.

-          Selene, ven acá muchacha – una de las nanas la tomo del brazo.

-          De hecho su padre... - buscaba alguna mentirilla piadosa para salvarla de su mártir, pero realmente buscando mi beneficio – me pidió que la buscara.

-          Entonces la dejamos con usted joven – sin oponerse se fueron del lugar.

Las vi marcharse y luego regrese la vista a la niña que atosigaba mis sueños, aún seguía pegada a mí y no dejaba de mirarme, luego pareció percatarse y se alejó muy apenada dejando sus manos adelante una sobre la otra y volteando su rostro a otro lado con timidez.

-          ¿Para qué me buscaba mi padre?

-           No era verdad, solo pensé... - empecé a sentirme apenado – que eso podría ayudarte.

-          Pues lo hizo, soy... Selene – extendió su mano aun tímida.

-          Soy Dante – tome su mano y le di un ligero beso, para luego mirarla directamente a los ojos, su rostro estaba lleno de pena y eso acelero mi corazón.

-          Te he escuchado tocar – alejo su mano algo asustada.

-          Si, vengo a diario a tocar para él.

-          Lo sé muy bien, siempre te veo tocar.

-          Me... ¿Ves?

Sería absurdo que me viera tocar, tal vez podría decir que me escuchaba porque realmente el palacio era silencioso y la música podía viajar por todos lados mientras nadie hablara. Pero verme sin que yo me percatara seria realmente absurdo.

-          Si, desde ahí, o desde ahí – señalo una ventana alta y después una orilla del jardín.

-          Pero... en estos días no te he visto.

-          Ah... l-lo siento – dijo volviendo a ponerse roja – me daba pena acercarme te he visto pasear por el jardín y por los pasillos, pero... no sabía cómo hablarte.

Me pasaba lo mismo, sin embargo, creo que sería bastante incomodo que se lo dijera.

-          Tocas muy hermoso – junto sus manos en su pecho mirándome con mucha ilusión – cada que tocas me haces soñar, bailar, querer ser libre, me haces sentir que soy capaz de... - se quedó callada y se tapó la boca con ambas manos – lo siento, creo que me pase.

-          No, no te preocupes.

-          L-lo siento.

Se fue corriendo, y aunque intente detenerla fue realmente rápida. Me fui a casa, recordando todo hasta  el más mínimo detalle, su hermoso cabello largo y negro, sus ojos verdes, su piel blanca, y su vestido azul que la hacía diferenciarse en todo el jardín. Su sonrisa me ataco toda la noche junto con su suave mano que fue tocada por mis labios y su cara llena de ilusión cuando hablo sobre mis melodías.

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