Capítulo IV: Hora del Atentado

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"Narrado por Ian"

Aquí me encontraba, en los Estados Unidos de América, específicamente en el estado de Texas, al cual considero un lugar algo aburrido- comparado con las ciudades que ya han sido devastadas por los criminales-, pero al menos espero tener algo de diversión en éste lugar. Así, me ganaré mi libertad absoluta y cinco millones de dólares por el trabajito que tengo que hacer en éste lugar.

Estoy cerca de la casa en donde vive el chico al que Van Slyke me ha ordenado asesinar. No tengo ni la menor idea de por qué lo hace, pero una orden es una orden y yo ni loco vuelvo a aquella prisión en Santa Leah, es un lugar espantoso. Prefiero estar aquí, es mucho mejor así.

Llevo varios días observando a la gente que vive en esa casa, debo hacerlo para estudiar y entender su rutina diaria, eso es primordial para mí, porque así no tendré mayores problemas al cumplir con la orden de mi jefe y su cómplice, socio o lo que fuera de él. Ya después de eso, hay que elegir el momento y hacerlo, siempre apegado al plan que tengo en mente para hacerlo.

En medio de esa tarea, se me hace muy tarde- lo cual es normal en mí, porque de tanto fijarme en lo que debo hacer, se me olvida el exterior-, pero no me muevo del lugar en que me encuentro, porque no puedo perder ni un detalle. Entonces veo llegar la camioneta, por lo que me escondo pensando que el hombre que vive allí me puede descubrir y tendría que empezar desde cero, pero después veo que solamente solamente el chico y pienso: "Estás de suerte, el padre seguro se quedó trabajando".

Ya sólo debía esperar a que se distrajeran o hicieran algo que pudiese aprovechar para poder cumplir con mi trabajito de una vez por todas.

Veo que se apagan las luces de la casa un momento después: "Lo que estabas esperando, ya es hora Ian". Me acerco rápida y sigilosamente hasta la puerta de la casa, que está cerrada, por lo que saco mis herramientas- de tanto robar, esto es pan comido- y consigo abrirla en un momento, para luego entrar y encontrarme a la chica viendo televisión sentada en un sofá. Se levanta e intenta ir a una de las habitaciones, pero la detengo y luego la encierro en otra habitación, para que no hiciera nada estúpido o si no, serían dos los muertos esa tarde.

Esa chica gritaba mucho y eso me molesta sobremanera, pero ella no era mi objetivo, por lo que me acerco a la habitación a la que ella quería entrar, pues supuse que el chico se encontraba allí. Me dispuse a entrar, pero al hacerlo, ocurrió algo que no me esperaba, porque de la nada recibí un puñetazo en el rostro, lo que me aturdió un poco y después vi al chico frente a mí, preguntándome:

—¿Quién te envió?

—Eso no te importa— le dije—, ha llegado la hora de despedirte de éste mundo.

—A ver si puedes, no me dejaré vencer fácilmente.

Entonces adoptó una posición de lucha y yo saqué un puñal de mi bolsillo, para luego mantenerlo a la vista de mi rival y hacerle ver que no le temía y que le haría frente. Me lancé hacia él, con la intención de herirlo con mi arma, pero logró esquivarme y me dio un gancho de izquierda a gran velocidad, para después intentar golpearme en el abdomen, aprovechando mi aturdimiento.

Conseguí detenerlo y luego lo empujé hacia uno de los muebles que estaban en esa habitación, para hacerlo trastabillar- y logro mi objetivo-, por lo que lo golpeé con la empuñadura del puñal en la cabeza. A pesar de eso, él tomó mi mano y la torció con fuerza, por lo que la solté por un segundo, a causa del dolor. Aún así, la recogí rápidamente, pero él me golpeó en la boca del estómago, haciéndome perder el aire por un momento.

Volví a lanzarme hacia él velozmente, para acabar cayendo ambos en el piso- yo caí sobre él- e intenté clavarle el puñal en el pecho, para acabar con ésto de una buena vez. Pero él me dio un rodillazo en la ingle, lo que me hizo soltar el arma y quejarme del dolor que sentí en ese momento, entonces saqué mi pistola y le apunté con ella:

—¡Ya me cansé de ésto! Vas a morir.

—No tienes por qué hacerlo— me dijo él, sereno.

—Me darán una fortuna por tu cabeza... ¿Por qué lo desaprovecharía?

—¿Quién te contrató?— me preguntó.

—Ya te dije que eso no te importa, idiota.

Lo que ocurrió después yo no lo esperaba, pues yo creía que me golpearía para evitar que lo hiriera, peo él se acercó a donde estaba para intentar quitarme la pistola y comenzamos a forcejear, por lo que le pregunté:

—¿Por qué haces ésto?

—No eches a perder tu vida por algo que no vale la pena— me dijo—. Yo no te he hecho nada y tú no haces esto porque lo desees en realidad, por lo que no te detendré si así lo quieres, pero no serás más que el instrumento de cobardes que no se quieren manchar las manos de sangre para no llamar la atención de la gente.

—No digas locuras, idiota.

Antes de que pudiera decir algo, un estruendo se había escuchado un estruendo en la habitación y me di cuenta de que el arma se había disparado... y el chico cayó de rodillas al suelo, con una herida de bala en el abdomen, mientras me preguntaba:

—¿Fue Fitzpatrick el que te envió a hacer ésto? Entonces dile que si me toca morir hoy, no faltarán personas que quieran hacerle pagar por todo lo malo que ha hecho.

Yo no pude reaccionar de otra manera que no fuese huir de allí, seguramente si el padre de la chica llegaba y me encontraba allí, me echarían la culpa de lo que le pasara e iría de nuevo a prisión. Mientras me alejaba de esa casa, podía escuchar claramente los gritos de la chica pidiendo auxilio para que la sacaran de la habitación en donde la había encerrado, por lo que me apresuré a irme de allá.

Continuará...

La Verdad Sobre IEPCOM 2: La Rebelión de Los OprimidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora