Capítulo XXX: El Pasado Regresa

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"Narrador Testigo"


​Era de noche, Garrett y el Doctor Sanders se encontraban en el sótano de la casa del hacker, revisando las cintas de las cámaras de vigilancia del Jefe de la Policía Central había colocado en casa de Van Slyke, con la ayuda de Stuart, que estaba un poco aburrido en el momento. Además, Cloe estaba preparando la cena y él no quería quedarse sin hacer nada.

Mientras lo hacían, el moreno notó que alguien había llegado de visita al "hogar" de ése hombre y se preparó para escuchar lo que pudiese suceder allí.

—Vaya, ¿a qué me debo que te dignes a visitarme?

Su visitante era una mujer de cuarenta y cinco años de edad, que tenía piel blanca, ojos y cabello negro, con canas que se mezclaban en el mismo, haciendo notar su edad. La respuesta que ella dio a la pregunta del hombre fue tajante:

—No te sorprendas tanto, no eres tan importante, Van Slyke.

—Siempre tan franca, Karen— dijo el hombre, sereno—. Pasa adelante, estás en tu casa.

—Déjate de formalidades innecesarias, necesito hablar de algo muy serio contigo.

—¿Y de qué será?— preguntó él, haciéndose el desentendido, aunque sabía de antemano lo que ella respondería:

—¿Y de qué otra cosa podríamos hablar? ¡Vengo a que me informes de los avances de la búsqueda de mi hija!

—Ah, era eso— dijo él—. No te preocupes, todo va bien.

—Está mintiendo— aseguró Garrett, al percibir que Van Slyke no era del todo sincero.

—¿Cómo estás tan seguro?— le preguntó Stuart, que estaba sorprendido ante su afirmación.

—Porque se le nota a leguas que no le importa nada que no sea él mimo— fue la respuesta del hacker—. Es una lacra, igual que Fitzpatrick.

Lo que ocurrió después nadie lo hubiese imaginado, pues la mujer, al escuchar la respuesta de ése hombre, le dio una bofetada en el rostro, porque estaba indignada, para luego decir:

—¡No te creo nada! ¡Demuéstrame con pruebas que en verdad has estado buscando a mi hija!

—¡Tú no tienes derecho de hablarme así!— replicó el hombre, muy enojado por lo que había hecho—. Conocías muy bien los riesgos de nuestra sociedad, si aun no he dado con ella, eso no significa que no esté buscándola, Karen.

—No quieras envolverme de nuevo, ya sé la verdad.

—¿Cuál verdad?— preguntó Van Slyke, sorprendido.

—Que no has cumplido tu palabra. Contraté a un detective para que buscara a mi hija y no hay datos de ninguna investigación anterior, así que descubrí tu juego.

Entonces ella sacó de su bolsa el diario, en el que había escrito todo lo concerniente a la sociedad entre él y el que había sido su esposo, en la que ella estaba involucrada desde sus inicios y le preguntó:

—¿Qué pasaría si éste diario llega a manos de una persona que pueda hundirte?

—Que te arrastraría conmigo— respondió él, serio.

—Asumiré lo que sea... pero tú pagarás por todo el daño que has causado.

—No serías capaz— aseguró el hombre, confiado.

—O puede ser que ésto llegue a estar en poder de alguno de tus hijos... ¿qué sucedería entonces?

—¡Lárgate!— ordenó Van Slyke, iracundo—. ¡Sácala de aquí, Marcus!

—Enseguida, señor— dijo el joven.

—No, conozco la salida.

Después de eso, Karen se marchó de ése lugar lo más pronto que pudo, dejando solos a su socio y a su mano derecha que, al verla salir, le preguntó:

—¿Me encargo de ella ahora?

—Deja que pase un tiempo, Marcus— aconsejó él—. No hay que levantar sospechas de nada.

En ése momento, Megan entró al sótano, con las cenas de ellos tres:

—¿Qué están haciendo?

—Revisando las cintas de las cámaras de casa de Van Slyke— dijo Jonathan, tranquilo.

—Entonces les dejo ver lo que acaba de pasar— les dijo Garrett, mientras pasaba el video.

Mientras ellos revisaban la cinta, Megan se dio cuenta de que el hombre que estaba con Van Slyke era el hijo del Doctor Sanders, eso hizo que se alterara mucho y por eso, Stuart le preguntó:

—¿Qué pasa, Megan?

—Que Marcus sale en el video— respondió ella, impresionada.

—Pero él está en la cárcel.

—¿Y entonces por qué está ahí?— volvió a preguntar, asustada.

—Debes estar imaginando cosas.

—¡Es él, no estoy loca!— exclamó ella, molesta, para luego salir de allí y encerrarse en su habitación.

—¿Y quién es ése tal Marcus?— preguntó el hacker, un poco extrañado por la reacción de Megan al verlo.

—Mi hijo— fue la respuesta del Doctor Sanders.

La sorpresa invadió por completo a Garrett, pues él nunca creyó que alguno de los hijos del Doctor Sanders llegara a hacer algo malo, pero Stuart dijo:

—No creo que sea momento para hablar de eso...

—¿Entonces cuándo?— le preguntó Jonathan, muy enojado.

—Si van a hablar, que Cloe y Sadako estén presentes en la conversación también— dijo Garrett, serio.

Ellos salieron hasta la sala de estar, en donde se encontraban ambas chicas. Al verlos, Cloe les preguntó, muy extrañada:

—¿Qué pasa con Megan? Se encerró en su habitación y, por más que le he insistido, no quiere salir de allí.

—Siéntense y presten atención, esto es duro para mí— dijo el Doctor Sanders, muy serio—. Todo comenzó cuando Megan estaba terminando la Preparatoria, siendo una adolescente aun.

—¿Y qué hizo ése tipo? — preguntó Garrett, que quería que fueran al grano.

—Marcus estaba en la Universidad, a mitad de carrera— relató el hombre—. Era brillante, pero cometió un error.

—Se obsesionó con Megan— dijo Stuart, cortante.

—Al principio creímos que estaba enamorado de ella, pero después se volvió algo enfermizo— comentó Sanders.

—En la noche de la graduación, hicimos una fiesta en casa de unos amigos y fue hasta allá— dijo Stuart—. La encontró con un compañero de la escuela y, en un arranque de ira, le disparó.

—Fue a juicio y lo encerraron en prisión— dijo Sanders—. Si mal no recuerdo, era una cárcel de máxima seguridad, en una isla casi desconocida.

—¿Santa Leah?

—Sí, de hecho— fue su respuesta.

—Entonces ya todo parece tener sentido.

—¿A qué te refieres, Cloe?— preguntó Stuart.

—Van Slyke es el director de la cárcel de Santa Leah, Marcus estaba recluido en ése lugar; seguramente se conocieron allí y planearon todo lo que harían.

—¿Pero y el ataque a IEPCOM?— preguntó Garrett.

—Él y yo nunca nos llevamos bien— dijo Jonathan, triste—. Después de lo que pasó, él me odia, tal vez por eso se unió a ése hombre.

—Y eso significa que Megan está en peligro. Yo haría lo mismo que ella si estuviese en su lugar.

Stuart se acercó a la puerta de la habitación en donde ella estaba y le preguntó:

—¿Necesitas algo, Megan? Cualquier cosa, nos puedes avisar.

—Lo único que quiero ahora es estar sola— respondió ella, con voz llorosa.

—Megan, sé que es difícil, pero debes concentrarte en atrapar a Van Slyke— le recordó su padrino, con tono conciliador—. No eres la única a la que le afecta lo que pasó con él.

—Eso estoy tratando de hacer— respondió ella, angustiada—. Pero es que todo esto es como una bola de nieve, que crece más y más, sin parar; en éste punto, no sé qué voy a hacer, tío Jhon.

—Dejar el pasado atrás— le dijo Sanders.

—¡Si por lo menos me dieran una buena noticia!— exclamó ella—. Pero no hay nada nuevo que me levante el ánimo ahora.

—Pero lo de Jhonson es muy bueno— dijo Garrett, animado.

—A menos que estés esperando noticias de Troy— dijo Cloe.

—¡No me lo recuerdes!— protestó Megan—. Ése es otro asunto que me tiene la vida de cabeza, pero sí sería bueno saber de él.

—Entonces tómate un tiempo, para ordenar un poco el desastre de tu cabeza— le aconsejó Stuart—. Así ordenarás tus ideas y pensarás con más claridad.

Después de eso, se fueron a la cama, así descansarían un poco, pues había sido un día largo y estaban agotados, además de que Megan necesitaba calma para pensar bien las cosas y para tranquilizarse un poco. Pero Stuart también estaba preocupado por la aparición de Marcus en sus vidas, porque sabía que eso no traería nada bueno.

Continuará…

La Verdad Sobre IEPCOM 2: La Rebelión de Los OprimidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora