Capítulo XIV: Una Gran Compañía

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“Narrado por Nolee”

Después de varios días de recorrer parte del país al que había venido a visitar, Sean y yo nos detuvimos cerca de un río, para bañarnos un rato y recoger un poco de agua, pues era importante que no se acabara tan pronto, ya que no todos los días tendríamos la suerte de poder encontrar un río.

El primero en bañarse fue él, pero yo ni me molesté en fijarme en cómo lo hizo ni nada de eso, no estoy acostumbrada a violentar la privacidad de nadie, mucho menos de un chico. Además, yo fui criada con valores muy sólidos y mi padre- aunque es muy estricto- siempre se esmeró en hacer de mí una mujer de bien.

Un momento después, Sean entró al autobús, llevaba puesta una bermuda azul oscuro y una franelilla blanca, volteó a verme y me dijo:

—Ya puedes bañarte, Nolee.

—Sólo no me espíes, Sean— le dije, para estar segura.

—Tranquila, ¿crees que soy un pervertido?

—Es por si acaso— respondí—. Y si llegas a hacerlo, te daré una golpiza.

—No te preocupes, no quiero morir.

Entonces recogí mis cosas mías y salí del vehículo, en dirección al río, para bañarme allí y luego poder seguir camino hacia Kansas o a algún otro lugar en donde pudiésemos estar a salvo. Me escondí de Sean, tras unos árboles, para desvestirme, aunque traía puesta mi ropa interior y me metí al agua.

Unos minutos después, al acabar el baño y cambiarme de ropa, escuché ruidos cerca de allí, por lo que me asomé y vi a algunos vehículos militares en donde estaba el autobús y pensé, entonces me apresuré a vestirme y me acerqué a ese lugar rápidamente. Allí se encontraba un grupo de personas, por lo que le pregunté a Sean al llegar:

—¿Qué sucede?

—Nada— respondió él—, son unos compañeros de la Brigada de Liberación.

—Primero el Escuadrón Alfa y ahora la Brigada de Liberación… ¿Qué sigue?

—¿Entonces lo que dijiste es cierto, Sean?— le preguntó una pelirroja—. ¡Tuviste suerte de que no te descubrieran!

—Cierto, Shirley— dijo él—. Si lo hubiesen hecho, ya no estaría entre los vivos.

—¿Y quién es tu amiga?— preguntó otra chica, con un tono pícaro.

—Katherine, deja de molestar— respondió—. Su nombre es Nolee y estaba conmigo cuando ocurrió lo del autobús, desde entonces viajamos juntos.

—¿Y qué hacemos ahora?— preguntó una chica rubia.

—Podemos usar el autobús para viajar— dijo él—. Hay espacio para todos en él.

—Lo usarás tú, porque nosotros nos sentimos bien en nuestros vehículos— respondió un chico.

—Es una excelente idea, de hecho— dijo Shirley.

—Y lo dices para llevarnos la contraria— comentó Katherine, molesta.

—¡Ya oyeron, todos arriba!— ordenó una chica, que se había quedado callada hasta ese momento—. Shirley y yo estamos a cargo, no ustedes.

Entonces los que estaban allí se acercaron a sus autos, comenzaron a sacar algunas cosas y a llevarlas al autobús, entre ellos, cuatro personas que viajaban en un auto particular, lo que se me hizo un poco raro. Al subir, vi que habían colocado sus armas junto a las que ya estaban dentro del autobús y que los asientos delanteros ya estaban ocupados y me fui a sentar, alejada del resto, pues no me gustaba mucho estar en grupos, no estaba acostumbrada a eso.

Me recosté a la ventana, para observar lo que estaba a mí alrededor, así que no me di cuenta de que alguien se había sentado a mi lado, hasta que le miré de reojo. Era un muchacho, llevaba una chaqueta negra, unas botas militares del mismo color y jeans azules, pero miraba hacia otro lado, por lo que no pude preguntarle nada y luego llegó una chica, que le dijo:

—Troy, ven conmigo. Papá quiere que nos sentemos cerca.

Un segundo después de eso, volví a recostarme a la ventana, observando el horizonte, aunque me sentía más tranquila que en otras ocasiones, tal vez estar acompañada me daba más seguridad.

Continuará…

La Verdad Sobre IEPCOM 2: La Rebelión de Los OprimidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora