Epílogo: Se Cae la Máscara

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"Narrador Testigo"

 

 

Nolee debía resolver un asunto antes de decidir qué hacer con su vida: si regresar a San Ángelo y olvidar todo lo que había ocurrido durante su viaje o buscar a su hermano y pedirle perdón. Sean conducía el autobús en el que se transportaban, pues ella no conocía el lugar en el que se encontraban y la veía pensativa, por lo que le preguntó:

—¿Sigues pensando en lo que pasó, Nolee?

—Sí —dijo ella—, no es algo que pueda asimilar de un día para otro.

—No sé tú, pero yo pienso que lo que dijo Troy es cierto.

—¿Por qué lo dices? —preguntó ella, intrigada.

—Bien, yo no creo que él sea un mentiroso y Tea dijo que se crió en Santa Esperanza con su madre.

—Eso está claro —comentó ella—, pero... ¿Por qué no me explicó cómo pasaron las cosas?

—Todo pasó muy rápido y cuando él dijo que la foto que tenía era de su madre y le diste a entender que no le creías, debió afectarle mucho. Además, después Blake le dijo todas ésas cosas, yo también me hubiese ido si me hubiese pasado algo así.

—¿Y cuál es el punto? —preguntó ella, pues buscaba una respuesta concisa.

—Podías haberle dicho algo para que no se fuera y preguntarle lo que me acabas de preguntar a mí.

—Tienes razón, pero no sé su versión de los hechos y todo por no evitar que se marchara —concluyó la rubia.

—¿Aún piensas enfrentar a tu padre?

—Es el único que puede decirme la verdad —fue la respuesta de Nolee.

—¿Y qué pasa si él es el que miente?

La pregunta de Sean hizo que ella atara los cabos sueltos: su padre le había hecho creer que su madre había fallecido cuando ella tenía tres años, además de no dejar que viajara a los Estados Unidos nunca, a pesar de saber que su madre había nacido allá y de intentar sembrar en ella el odio que él mismo sentía por los poseedores de la "maldición".

De eso ya habían pasado veinte años, los cuales coincidían con la edad que le calculó a Troy cuando lo conoció y, según la Ley de División -la que ella conocía bien al ser de San Ángelo-, cuando nacía un niño o una niña con la "maldición", uno de los padres podía pedir ir a Santa Esperanza, para cuidar de él o ella hasta que cumpliera diez años. Entonces se dio cuenta de que su madre había hecho eso, que su padre le había mentido y que, en realidad, todo era por su hermano menor, al que no hubiese conocido de no ser por el viaje que hizo sin informarle a ése hombre.

—Ahora todo tiene sentido —dijo, después de tanto pensar.

—¿Por qué lo dices?

—Porque ahora sé que mi padre me engañó todo éste tiempo —le dijo ella—, debo encararlo y averiguar el porqué de todo.

—¿Y qué hacemos ahora? No sabemos en dónde está.

—Busca un teléfono público —fue la respuesta de Nolee—. Voy a ver si en casa saben algo.

—De acuerdo.

El joven siguió conduciendo, pero no tardó mucho en hallar una caseta telefónica, la cual revisó para verificar que el teléfono estuviese funcionando y, al ver que así era, se subió al autobús, a esperar que Nolee hiciera su llamada.

La Verdad Sobre IEPCOM 2: La Rebelión de Los OprimidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora