20. Dolor

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Shikamaru

Vamos de nuevo en el auto azul tipo familiar de Hidan. Alargo el camino de regreso, conduzco muy muy despacio. La verdad no tengo ganas de poner a la mujer de Asuma en manos de Kakuzu.

Cuando se despertó ya estaba en el asiento trasero junto con Hidan, éste sostenía todo el tiempo una navaja que sacó de la guantera. Cada vez que miro por el retrovisor y veo a este cabrón susurrándole cosas aprieto mis manos en el volante, no me considero un hombre agresivo pero esta vez si tuviera lo oportunidad de volarle los sesos a este tipo lo haría con gusto.

Cuando poso mis ojos en ella no dejo de admirar la valentía de esta mujer, no llora, no gime, no habla, mira a un punto fijo afuera del vehículo y sólo se limita a abrazar su estómago ya crecido, una actitud protectora hacia su bebé a pesar de las circunstancias. Todo en mí se revuelve por esta escena, este tipo se goza amedrentándola y ella está inamovible. Si fuera Temari la que estuviera siendo torturada por este maldito yo me volvería loco, siento una punzada en el corazón cuando pensé en ella y el bramido de un camión me devuelve a la realidad cuando noto que invadí el carril contario. No sé qué me pasó por unos segundos.

Kurenai... de nuevo aprieto el volante con rabia, tenso mi cuerpo, me muerdo la mejilla por dentro y no sirvo de nada, soy un completo inútil. Si este tipo se durmiera podría ayudarla, pero como descansó todo el día no va a parar la tortura del camino que lo está haciendo divertirse. Ahora, si detengo el carro para ayudarla sólo podría causar que la dañara. Shikamaru Nara eres un imbécil, ¡Que fastidio!

Apenas llegue contactaré a los detectives y planearemos el rescate de Kurenai, siento que tengo que protegerla aún más allá de mi vida, a ella y a su bebé. Así que lo primero es llegar a llamar a Temari para que me de sus números. De nuevo esa punzada en mi pecho acompañada esta vez de un escalofrío que me recorrió toda la espalda. Maldita sea, por qué no soy un héroe para salvar a esta mujer y salvar el día, pero esto no es un cuento en el que todos sonriamos al final.

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Temari

Por fin me despierto. Estoy sentada en la oscuridad. Enderezo mi cabeza y lo primero que noto es que me duele el cuello, no sé cuánto tiempo llevo en esta posición. Algo me está tapando los ojos, no puedo abrirlos, así que inmediatamente los demás sentidos están alerta.

Mis manos están atadas tras del espaldar del asiento donde me encuentro, y mis pies igual están amarrados... siento el piso, es como baldosín porque está frio y resbaloso. No tengo zapatos.

Sigo reconociendo mi cuerpo hacia arriba, muevo un poco mis piernas y las siento desnudas, hoy tenía puesto un jean y una blusa con botones adelante, no siento el pantalón, mi piel dice que estoy sentada en una silla de madera, me remuevo un poco y logro captar que mis muslos no sienten la silla así que debo tener puesto mi ropa interior. Al menos no estoy desnuda del todo.

Sigo subiendo y apenas logro sentir la tela de la blusa, al parecer lo único que me hace falta son los pantalones y los zapatos.

¿Y ahora dónde estoy?

¡Vamos, concéntrate!

No hay ningún ruido, nada que me pueda dar una pista. Huele a humedad, no mucha pero el ambiente se hace pesado y hace una especie de bochorno. Por lo que escucho, o mejor, por lo que no escucho me imagino que es un sitio aislado. Debe serlo ya que no me pusieron mordaza por lo tanto no les preocupa que grite.

Lo primero es tratar de desatarme, muevo mis manos pero lo único que hago es lastimarme las muñecas. Es una cuerda muy firme y bien anudada. Ahora con mis pies pero tampoco logro nada. Ojalá tuviera una horquilla o algo cortante, aunque en realidad ¿Qué haría? No soy Indiana Jones ni Mac Gyver.

JEFE ENCUBIERTO ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora