25. Cuando maldices a alguien cavas tu propia tumba

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Shikamaru

El silencio de este lugar a donde se libraba una batalla me golpea de frente cuando veo a Hidan, el desquiciado de Hidan, bajando a donde se encuentran desprotegidas Temari y Kurenai.

Antes de ir por las escaleras veo una pistola tirada junto a los cadáveres y la recojo. Al mejor estilo James Bond voy bajando apuntando el arma revisando cada rincón. Se me estruja el estómago cuando veo la puerta de la izquierda abierta. Penetro lentamente.

La siguiente entrada también está abierta, el lugar preciso donde se encuentran ellas. Con más cautela ingreso a la habitación y encuentro a Hidan de espaldas con su guadaña en mano, Temari al otro lado de la mesa del tomógrafo, sólo están separados por esa superficie.

—Este es el final Hidan, pon esa arma en el piso —escupo con rabia.

El pervertido se voltea y su cara refleja sorpresa.

—¿Y tú que haces aún con vida?

Miro a Temari, a pesar de encontrarse en esta situación se ve resuelta y fuerte.

—¿Dónde está Kurenai? —pregunto mirando a mi mujer.

—Está a salvo.

—Parece que los tortolitos necesitan espacio, pero yo estoy en una situación complicada, ¿Saben? Necesito salir de aquí ileso para poder disfrutar de mi dinero, y para eso necesito una rehén.

Se gira hacia ella de nuevo.

—Como te decía muñeca, si vienes conmigo, no le sucederá nada a la mujer embarazada.

—No la mires a ella, enfócate en mí, ¡Yo soy el que tiene el arma!

Ya no se voltea, sigue avanzando rodeando la mesa para alcanzarla, ella sigue retrocediendo.

—Te conozco, no eres de los que disparan a sangre fría y menos por la espalda.

—Tú no me conoces, ni siquiera sabes quién soy. Te repito de nuevo, ¡Suelta la guadaña!

Doy un paso más hacia él pero Hidan no deja de tratar de acercarse a Temari.

—Ven kitty, kitty, kitty, ven con papi.

Es cierto, no puedo disparar, nunca he disparado en mi vida, menos tengo la sangre fría para matar a alguien por la espalda, pero jamás permitiré que la vuelva a tocar. Guardo el arma en mi espalda y me lanzo con todo mí ser para derribar a Hidan con mi cuerpo, me siento envenenado contra ese hombre que la hizo sangrar.

Efectivamente Hidan no se lo esperaba, como cae golpeando la mesa del impacto suelta el arma, pero se voltea en su eje zafándose de mi agarre y me da un codazo en el hombro, eso no me va a parar, no en este momento, con todo mi ser lo agarro de la cintura para lanzarlo al piso. Tengo la rabia que he contenido desde que la secuestró, inicio a golpearlo en el rostro una y otra vez, en mi ira destrozo su cara con mis puños y es peor cuando aún con sangre en su faz se sigue sonriendo.

—¡Ya Shikamaru! ¡Lo vas a terminar matando!

Es lo que quiero, que este monstruo desaparezca y jamás la vuelva a tocar. Sigo destrozándolo, no me voy a detener ahora. Temari grita desesperada.

—¡Si lo matas, te pierdo!

Sólo con esas palabras logro reaccionar. Hidan aun destrozado se ríe.

—¿Con que Shikamaru? —se burla— Luego de esta brutal golpiza lograré fácilmente que un abogado me saque en un par de semanas y entonces juro por mi dios Jashin que los cazaré a ambos como los malditos que son.

Lo cojo de la camisa para acercarlo a mi rostro con desprecio.

—Cuando maldices a alguien cavas tu propia tumba.

Luego lo suelto bruscamente y me levanto. Él se carcajea burlón retorciéndose en el suelo, se ve como la basura que es con su cara destrozada.

—Pero tienes razón, no es mi deber matarte.

Me acerco y le encajo una patada en el estómago. Luego me hago detrás de él para recoger ese despojo humano y arrastrarlo. Lo llevo a la habitación contigua y abro la puerta metálica.

—Ese trabajo se lo dejo a los que dañaste.

Sale Zabuza de ese sitio oscuro con sed de sangre en sus ojos.

Yo voy al cuarto donde sigue Temari y recojo la guadaña roja.

—¿Qué hiciste? —pregunta asustada.

La miro de reojo y salgo de allí para llevarle el arma a Zabuza, este se coloca el mango del arma entre sus filosos dientes, se sonríe, agarra al hombre que está en el suelo y lo conduce al cuarto que está a oscuras. Hidan grita y se retuerce. De nuevo la puerta metálica se cierra y me juro a mí mismo que a partir de ese segundo nunca más recordaré a ese monstruo.

Cuando entro de nuevo al cuarto del tomógrafo Temari abraza a Kurenai calmándola y diciéndole que ya todo terminó.

Yo me quedo quieto mirando la escena, mi cuerpo está laxo, ya no me responde.

Ingresan policías, me ven pero siguen derecho apresurándose a tomar a Kurenai para llevarla a que la vean los paramédicos. Otro, no sé de dónde, saca una manta y se la pasa a Temari por los hombros.

De reojo miro que se para junto a mí el Uchiha, observa también la escena de las dos mujeres.

—Entrégame el arma que tienes en la espalda —la quito de mi espalda y se la doy sin quitar la vista de Temari—Afuera sólo batimos a Kakuzu y un hombre que lo acompañaba. ¿Sabes dónde está Hidan?

Encojo los hombros.

—Creo que ingresó a la otra habitación para obtener un rehén, pero no le fue muy bien con ese plan.

El pelinegro se gira y sale sin más preguntas, no sé si cree que no tuve nada que ver o simplemente no le importa.

Temari viene hacia mí, aun mi cuerpo está paralizado pero al sentir su olor cuando me estrecha por fin entiendo que todo terminó. No sé cuánto tiempo pasamos allí pero cuando vuelvo a abrir los ojos ya no hay nadie más en la habitación. Nos apartamos un poco y miro su rostro. Le doy una pequeña sonrisa.

—No te ves muy bien —digo burlón.

—¡¿Te das cuenta que no he comido nada en dos días?!

Sonrío un poco más.

—¿Qué te apetece princesa?

—Me muero de ganas de una hamburguesa hawaiana ­—la miro sin comprender— Ya sabes, con piña, jamón y mucho queso.

—Muy bien, pero eso tendrá que esperar, primero tienes que ir a un hospital y luego te daré todas las hamburguesas que quieras.

—¿Estás seguro? En realidad para ser mujer como muchísimo.

—No te preocupes, todo lo anotaremos en gastos de la empresa.

Por fin veo su preciosa sonrisa.

JEFE ENCUBIERTO ShikatemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora