A los trece años, cuando me quedé inconsciente por primera vez en medio de una prueba de resistencia en educación física, detectaron que tenía una enfermedad que debilitaba mi cuerpo y que no me permitía hacer grandes esfuerzos. Soy anémica. Desde entonces tenía que tomarme unas pastillas regularmente para no sentirme tan débil. Ya pasaron ocho años desde eso y estaba completamente harta de esta estúpida enfermedad, realmente era una molestia. Ya que vivía en un pueblo bastante alejado de la ciudad, cada dos por tres tenía que bajar a la ciudad para comprar mis pastillas y para que me hicieran mis revisiones semanales. Mis padres dirigían un bar, pero no poseíamos tanta cantidad de dinero como para tener un coche ni tampoco poder permitirnos pagar un taxi cada vez que necesitaba ir a la ciudad.
Ahora me encontraba en camino a una pequeña clínica. Unos ancianos, clientes habituales del bar de mis padres, me hablaron de este lugar y pensé que igual aquí tendrían las pastillas que necesitaba. Al menos este sitio estaba bastante más cerca a mi pueblo que la ciudad. Lo malo seguía siendo tener que ir andando, era demasiado para mí. Aunque los médicos me dijeron que necesitaba ejercitarme, si no sí que no podría poner un pie fuera de la cama. Llevaba desde que me desmayé aquel día en gimnasia sin hacer demasiado ejercicio. Así que no me venía mal andar este tranquilo y relajante sendero. Finalmente, llegué a la clínica. Era totalmente distinta a como me la imaginaba. Una pequeña casa rústica, completamente de madera, la cual le daba un toque muy acogedor. Estaba rodeado por un pequeño jardín repleto de rosas, era encantador.
Después de observar cada detalle de la estructura de la casa y su alrededor, me decidí a entrar. Al abrir la puerta sonó un tintineo proveniente de unas campanillas que estaban colocadas en el techo para que cuando abrieras la puerta sonaran tal y como lo acababan de hacer hacía un momento. Extrañamente, a simple vista no logré divisar a nadie dentro del recinto.
—¿Hola...? —dije elevando levemente la voz para captar la atención de alguien para así conseguir que vengan a atenderme. Lastimosamente, nadie respondía—. ¿Hay alguien aquí...? —Insistí un poco más, pero no parecía que hubiera nadie más aquí dentro, a parte de mí. Todo estaba en total silencio, hasta lograba escuchar la brisa del viento y el canto de los pájaros que sobrevolaban la clínica colándose por las rendijas de las ventanas . Me acerqué al mostrador y vi una foto enmarcada de siete chicos, sin pensarlo dos veces la agarré para poder apreciarla más de cerca.
—Perdona por la espera, es que... —Di un pequeño brinco del susto, después de todo el tiempo que llevaba esperando a que apareciera alguna persona no pensé que finalmente alguien acabaría haciéndolo, y dejé el marco donde estaba—. ...me pillaste algo ocupado. —Soltó una pequeña carcajada—. ¿Y bien? ¿Qué desea? —Miré en su dirección y me encontré con un apuesto joven, más o menos de mi edad, con el abdomen descubierto, ya que solo llevaba una toalla alrededor de su cintura, y el cabello de color castaño oscuro completamente empapado.
—Oh... P-pues... —empecé a tartamudear debido a los nervios, pues no solía ver todos los días chicos sin camiseta. Solo había visto de esta manera a mi hermano, quien era cuatro años menor que yo, cuando nos bañábamos juntos; y ya habían pasado muchos años desde la última vez que lo hicimos.
—¿Estás bien? —preguntó el castaño torciendo un poco la cabeza.
—Sí... —Dejé salir un pequeño suspiro—. Es solo que he recorrido un largo camino para llegar hasta aquí y estoy exhausta. —Sonreí algo forzosamente.
—No me digas que has venido andando —dijo totalmente asombrado.
—Sí... Fue agotador... —respondí dando otro suspiro.
—Sígueme, te serviré un vaso de agua —hablo entrando por una puerta que había justo al lado del mostrador, fui detrás de él acatando su petición sin rechistar. El chico cuyo nombre aún no me había dicho se detiene en frente de un sofá—. Yo voy a vestirme y en cuanto acabe te traeré un vaso de agua. Puedes sentarte ahí si gustas. —Me señaló el sofá.
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Mi Juguete Sexual | Kim Taehyung | +18
FanfictionMuchas veces puedes equivocarte tomando decisiones, pensando que éstas te favorecerán. Pero, en cambio, te hunden en un abismo en el que jamás habrías imaginado que acabarías. Y yo nunca podría haberme equivocado de una peor forma, ¿pero quién me ib...