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Mi nombre es Othello Gian, tengo 23 años y estudio en la Universidad de Roma, la carrera de Ingeniería en bioquímica. Me siento un chico afortunado, tengo amigos, me llevo bien con los maestros, vivo solo en un pequeño apartamento, visito a mis padres en Toscana en las vacaciones de verano, no creo que nada pueda cambiarme.     -Oye, Othello-      -Si?-      -Nos quedaremos hasta tarde para seguir con el proyecto- dijo Carlo     -Bien, iré por algo de café-      -¡Yo quiero sin crema!- dijo Adolfo.  Caminaba por los pasillos de la escuela, ya no hay nadie, y está empezando a oscurecer.     -Espero terminar pronto esta vez- me dije a mi mismo.

Desde que me mudé a Roma, he conocido a mucha gente buena, tanto como estafadores también, recuerdo aquella vez que me robaron mi reloj nuevo. Pero lo que quiero decir, es que llevo una buena vida en esta ciudad.    -Bien, sigamos con el proyecto- dije con los vasos de café.

Terminamos a eso de las diez y media de la noche, y me iba a ir caminando hasta mi apartamento.    -mm... No recuerdo haber pasado antes por esta calle-   En eso miré a un tipo en el suelo. Sabía que pasar por aquí era mala idea. Parecía estar herido, estaba acostado boca bajo.    -Dis-Disculpe, señor, ¿Se encuentra bien?- pregunté acercándome más a él, y miré que tenía un arma de fuego. ¿Por qué rayos me mudé a Roma? Parece ser un tipo malvado. Mejor me voy y haré como que no miré nada.       -Oye, espera-    Sentí que tomaron mi mano, volteé a ver y era él.       -¡Demonios, creí que estabas muerto!- grité por haberme asustado.      -Cállete, o querrás que me atrapen-       -Mientras no sea yo, todo está bien-      -Que soberbio. Bien, vete y no regreses- dijo sentándose. Yo... Yo me fui corriendo, corrí hasta donde pudiera llegar, llegué hasta mi apartamento.     -Estoy cansado, corrí demasiado, pero, ¿Él estará bien?-     Entré a mi casa, para luego volver a salir, corrí hasta donde estaba el tipo.        -Qué bien, aún sigues aquí- dije acercándome a él.     -Qué quieres? No me había abandonado?-     -Mira, es de noche, estamos a 5 grados centígrados, tienes esa herida en el hombro, es obvio que ibas a morir, no te quería abandonar-      -Puede que tengas razón- dijo volteando a otro lado, parece que se sonrojó.     -Por eso regresé. Traje alcohol, vendas y algodón- dije. Me arrodillé ante él, limpié su herida y lo vendé, le di mi chaqueta para que se cubriera, aunque creo que le va a quedar pequeña.     -Gracias, en un momento vendrán por mi. Por cierto... ¿Cómo te llamas?-     -... Othello. Bueno, yo tengo que irme- dije y me alejaba.     -Espero volverte a ver- dijo, y yo seguí caminando.

Llegué hasta mi apartamento y me dejé caer en el sofá. ¿Qué es esto? Nunca antes me había sentido así, sólo hice una buena acción. ¿Será porqué lo miré sonrojarse? Eso no tiene nada que ver, a parte, no creo verlo otra vez.

Dos personas, dos colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora