Beautiful Green Eyes

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"Mi nombre es Jessamine Brinley Clifford. Tengo 15 años. Estoy en un internado. Mis padres me odian. Mi hermana también. Estoy sola. No sé en quién confiar"

El camino de grava cruje mientras el enorme coche de mi padre maniobra para meterse en el recinto del nuevo internado. Me pego a la ventana para mirar el edificio principal. No es nada del otro mundo, solo una estructura blanca y gris, con la bandera del internado y un camino de baldosas grises va desde el aparcamiento hasta la entrada. Repitiendome, no es nada del otro mundo, pero para mí lo significa: dejaré de ver a mis padres y a Angela y volveré a ver a Michael. Suspiro de alivio y me recuesto en el asiento. Mi madre se gira y me fulmina con la mirada. Genial. Ya se ha enfadado.

Mi familia es todo lo contrario a lo que debería ser una familia normal. Mi madre, mi padre y mi hermana son como una especie de familia perfecta. Los tres se complementan el uno al otro. Mi madre, la talentosa. Mi padre, el inteligente. Mi hermana, la popular. Sería la familia perfecta, si no hubiesen dos ovejas negras: Michael, y yo. No soy especial, como mi madre, o con una belleza tan explosiva como mi hermana. Soy simplemente yo. Mi vida se resume en ir de internado en internado, sin tiempo para estar en familia. Tampoco es que yo quiera estar con mi familia más tiempo.

Al fin, el coche se para y mi padre sale de él. Me abre la puerta y antes de salir echo un último vistazo a Angela. Ni siquiera me está mirando, está ocupada echándose su quinta capa de brillo labial. Salgo del coche y recojo mi maleta del maletero. Antes de que me de cuenta, el coche arranca y desaparece por el camino de grava. Ni una despedida. Me molestaría si no fuera porque estoy acostumbrada. Hace ya tiempo que dejé de llamarlos 'papá y mamá'. Alcanzo las baldosas y entro al edificio principal. Una mujer con un moño parecido a una ensaimada y los labios excesivamente pintados de rojo me ve y se despide del teléfono a toda prisa. Se acerca a la ventanilla y me hace señas para que me acerque.

- ¡Hola preciosa! ¿Eres nueva?

Me acerco rapidamente arrastrando mi maleta.

- Sí... Creo que me tenéis apuntada.- Digo tras carraspear un par de veces- Jessamine Clifford.

La mujer asiente y mientras se inclina a sus cajones sigue hablandome.

- Un nombre precioso, sí. Tu hermano me pidió una habitación cerca de la suya, asi que ahí tienes.- Deja en la mesa una llave con un cartelito en el que pone "17"- Habitación 17, Edificio 5. El que está mas alejado de aquí, al otro lado del patio.

Cojo la llave mientras ella tacha mi nombre de su cuaderno y me sonríe.

- Mi nombre es Annabelle. Cualquier cosa que necesites, o cualquier queja, no dudes en venir, ¿de acuerdo?- Sus labios rojos se estiran hasta alcanzar una media parte de su cara en una sonrisa y ella junta las manos delante suya.

Le devuelvo una ancha sonrisa y asiento, saliendo rapidamente de allí.

Al salir y caminar pasando los tres primeros edificios, por fin localizo el mío: el Edificio 5, el más alejado, como dijo la mujer. Camino mucho más rápido y entro. Todo el edificio se compone de dos plantas, con un ascensor para comunicarlas y ordenadas filas de 10 habitaciones cada una. Llamo al ascensor y subo a la segunda planta. Encuentro mi habitación y entro. La llave se atasca antes de poder abrir del todo, pero puedo manejar eso. Abro la puerta con una patada y observo el interior. No es nada especial, solo cuatro paredes blancas con un armario pequeño, una cama y un escritorio para estudiar. Completamente minimalista, pero aún así mejor que toda mi casa. Abandono mi maleta a la entrada y me tiro en la cama en plancha con un suspiro de alivio. Por primera vez en años, me siento distinta. Me siento lejos de todo el horror. De todos los gritos, de todos esos años de sentirme mal, de sentir que decepciono a la gente.

Al principio todo era bueno. Michael hablaba conmigo, se sentía bien tener una persona en la que confiar en tu propia familia. Pero entonces, mi padre llegó con la noticia de haber encontrado un internado "exclusivo". (Cabe añadir la adicción de mis padres por lo "exclusivo".) Entonces Michael se fue y volví a estar sola, pero peor que antes. Porque antes no dependía de una persona, y entonces me había acostumbrado a hablar y a que me escuchasen. Intenté hablar con mi madre, pero me miraba mal. Lo intenté con mi padre, pero me gritaba. Intenté hablar con Angela, pero sus insultos me dolían más que cualquier cosa. De modo que dejé pasar todo, y me convertí en un robot. Trataba de actuar como uno, sin que le doliese nada, pero todo dolía más y más. Michael era mi único apoyo.

Me levanto de golpe y tiro de mi maleta hasta ponerla encima de la cama. Por un agujero que hay en un extremo, se está saliendo una de las camisetas que escondí en el forro de la maleta. La abro y saco una sudadera. Al menos tres tallas más grandes, era propiedad de Michael hasta que me la cedió, como regalo de consolación por irse a un internado en el que los dos sabíamos que nos separaríamos por mucho tiempo. Está gastada, pero las tallas extras abrigan. Me la paso por la cabeza, ajusto bien el gorro y salgo, cerrando la puerta con un golpe sordo. Me guardo las llaves en el bolsillo de los pantalones y bajo corriendo por las escaleras. Sé que el campus es grande, eso quedó claro cuando habían cinco edificios, pero estoy dispuesta en gastar todo el día para buscarle. Ventajas de llegar un domingo.

Corro como el demonio hasta estar fuera del edificio y enfilo hasta el Edificio 4. Plan fácil, registrar las dos plantas de cada edificio hasta alguna pista. Giro para rodear el Edificio 4 cuando al doblar una esquina, un grupito de chicos se aparece detrás de mí, riendo y hablando. Los grupos así siempre me han asustado. Cuando iba al instituto anterior, un grupo de chicos que me seguían solo podía significar una cosa: Una amenaza de Angela. Y no siempre eran insultos. De pronto, una voz me saca de mis pensamientos.

- ¿Jessie? ¿Eres tú?

Me giro para correr y le abrazo. A él, a Michael.

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