Cómo supe que era un pervertido
Laura
La puerta se cierra detrás de mi y me encuentro con unos ojos verdes mirándome. Parece furioso, eso me pone más nerviosa. La había cagado el primer día. Vaya...
— ¿Golpear a Ross Lynch? — pregunta mi jefe alzando las cejas.
Aparenta de unos 26 años, es increíblemente guapo. Aunque no puedo pensar en eso demasiado, me está por despedir.
— Yo... Se estaba pasando conmigo... — murmuro mirando el suelo.
— Mírame. — exige y yo obedezco. — ¿Te tocó? ¿Te dijo algo malo?
— ¡Me preguntó si estaba en el menú! ¿Eso no es violencia? ¡No tenía por qué preguntarme aquello! Además miraba directamente mis pechos, sin disimulo. — exclamo indignada.
— ¿Por eso tenías que golpear a un cliente?
Bueno...
— De hecho... Creo que también me llamó imbécil. — dice una voz detrás mío y yo me giro para encontrarme con Ross Lynch. — Aunque también dijo que soy atractivo.
Lo fulmino con la mirada. — Dije que se veía contaminado por tu grado de idiotez.
— ¡Laura, basta! — ordena mi jefe y después mira al imbécil. — Señor Lynch, realmente siento lo ocurrido... Nunca había pasado. Será sancionada de inmediato y no causará más problemas.
Y una mierda. Estoy a punto de decir algo, de protestar... Pero entonces Ross se acerca a mi y clava sus ojos en los míos.
— Acepta una cita conmigo. — dice.
— Me acaban de sancionar por tu culpa. Métete la cita en el... — comienzo a decir pero mi jefe me interrumpe.
— ¡Despedida! — exclama.
— ¿Por no aceptar una cita con este cerdo? ¡Es solo un niñito famoso!
— Puedo hacer cosas que los niñitos no sabrían hacer, si tan solo me dejaras demostrartelo... — murmura sonriendo de lado.
— Oh, vete a la jodida mierda. — digo para después estampar mi mano contra su mejilla.
— De acuerdo, claramente ustedes dos necesitan resolver sus problemas... — murmura mi jefe.
Ross lo mira, puedo ver mi mano marcada en su mejilla y eso me hace sentir un poco mejor ante el hecho de estar perdiendo mi trabajo.
— No la despida ni la sancione, será un placer seguir viniendo a este local para ver a esta belleza. Todos los días. — dice.
Frunzo el ceño mientras lo miro. Yo no valía eso. Este lugar no era ni de lejos de primera clase, ¿venir aquí todos los días por mi? Es una locura.
— ¿Seguirá viniendo a...? De acuerdo. Laura, puedes volver a tu trabajo, pero si vuelves a insultar o a golpear a... — comienza a amenazarme pero Ross lo interrumpe.
Le encanta interrumpir a las personas aparentemente.
— Oh, déjala ser tal y como es. Me fascina. — dice sonriendo de lado y mirándome.
Hago una mueca de asco, lo que lo hace reir.
— ¿De acuerdo...? — asiente confundido mi jefe. — Laura, puedes volver a tu trabajo. Señor Lynch, de nuevo le pido disculpas.
Me retiro de allí de inmediato y Ross me sigue por detrás. Puedo sentir su mirada en mi pero lo ignoro.
— Tienes un buen trasero... — dice en voz baja.
Me doy la vuelta para estrellar mi puño en su cara pero él es más veloz y sujeta mi mano con suavidad, me apoya contra la pared que está detrás de mi y sus ojos me examinan.
— Eres preciosa... — susurra.
— No estoy interesada en tener otro imbécil en mi vida. — murmuro.
— ¿Y una noche? — pregunta acariciando mi mejilla, rozando sus labios con los míos.
— Mucho menos. No estoy interesada en ti, Lynch. No a todas se nos mojan las bragas al verte.
Él sonríe de lado y se aleja, suelto un suspiro y miro para otro lado. Mis compañeras están mirándonos sorprendidas y Silvia, la cocinera, está sonriendo de lado.
— Al parecer quieren un espectáculo... — murmura Ross, y yo lo miro confundida.
Pero antes de darme cuenta, sus labios chocan contra los míos y su cuerpo se presiona a mi. Es jodidamente caliente. Su boca se mueve con lentitud y sensualidad, haciendo que me olvide de todo. Pero no le correspondo, me resisto y me separo antes de darle la tercera bofetada del día.
— No me beses. — digo fulminándolo con la mirada para después marcharme a la caja.
Ross se marcha del local, pero antes de irse se acerca a donde yo estoy y se apoya en el mostrador.
— Solo para que lo sepas, adoro los retos. — dice guiñándome el ojo y se va. Agh.
Julianne no tarda en aparecer y me mira completamente sorprendida, ruedo los ojos y la ignoro.
— Ross Lynch te ha besado... ¡Y tú lo has rechazado! Ha estado coqueteando contigo y lo has golpeado no una, sino dos veces. — murmura boquiabierta.
— En realidad, fueron tres. — digo simplemente.
— ¡Tres! ¿Estás loca? ¡Es el hombre de mis sueños! ¡Soy fan de Ross Lynch y tú has estado hablando con él! ¡Has tocado sus labios! ¡Ross Lynch te quiere en su cama! — exclama completamente emocionada.
— Lo que menos quieres es involucrarte con él... — murmura Lily apoyándose en el mostrador. — Una amiga mía se ha enamorado de Ross, la destrozó. Él es... demasiado.
Lily es rubia, alta y de ojos celestes intensos. Parece una modelo sacada de una revista. Me parece exactamente el tipo de chica en la que un hombre como Ross Lynch se fijaría. ¿Por qué yo y no ella? No lo entiendo.
— Es un imbécil. Jamás saldría con él. — respondo, dejando mis pensamientos a un lado.
— ¡Completamente loca! — sigue Julianne.
— Sal tú con Ross, seguirá viniendo al local. Todo tuyo.
— ¿Lo dices en serio? ¿Seguirá viniendo? Y no, no quiero estar con él... Está completamente fascinado contigo. Lo único que te pido es ser la madrina de sus hijos.
Suelto una carcajada sin poder evitarlo ante esa locura.
— ¿Ross y yo? Nunca. Imagíname casada con ese cerdo pervertido y teniendo sus hijos. Una completa locura. No pasará. — digo aún riendo para después enfocarme en mi trabajo.