17. Pérdida

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Maratón 2/3

Cómo la perdí

Ross

Los días comienzan a pasar lentamente y el vacío que sentía se hacía cada vez más profundo. Hoy era el funeral de Luca, el abuelo de Laura.

— De acuerdo, esto se está yendo de las manos y no veo los resultados que tú me prometiste. — dice Lily entrando a mi habitación completamente furiosa.

Yo estaba acostado en mi cama bebiendo whisky, aprovechando que tenía la casa para mi solo y no necesitaba fingir ser el papá feliz.

— Déjame en paz, Lily. — digo fríamente.

— ¡No! Me dijiste que Laura te odiaría. Te sigue amando y está destrozada, se despertó y se enteró que su abuelo murió y que su novio la dejó por la que solía ser una de sus mejores amigas. ¡Y ella no se merece esto! Le prometiste estar con ella incluso cuando todo se jodiera, me lo dijo. ¿Pesa más la promesa estúpida que hiciste hacia a la nada que la promesa que le hiciste a ella? ¡Laura te necesita más que nunca! No come, no se ducha, no habla y no nos abre la maldita puerta. Y tú estás aquí tomando como si ella te importara una mierda. Tienes las pelotas de adorno, Ross Lynch.

Vaya...

La miro sorprendido ante su arranque de furia y dejo la botella en mi mesa de luz. Tiene razón, en estos momentos Laura me necesita. Luego me alejaría de ella.

— ¿Dónde está? — le pregunto.

— En su casa, la que tú le compraste. Esta mañana no nos abrió la puerta.

— De acuerdo. Me daré una ducha e iré a verla, ¿contenta?

— Ni de cerca. Lo estaré cuando mis dos mejores amigos sean felices juntos. — responde para después irse dando un portazo.

Suelto un suspiro y me levanto para después ir al baño. Veinte minutos después, estoy completamente listo y me dirijo a la casa de Laura.







Llego al rededor de las tres de la tarde, el funeral era en una hora así que esperaba que aún siguiera en casa. Toco el timbre y no obtengo respuesta. Toco reiteradas veces.

— ¡Voy! — grita una voz masculina.

Frunzo el ceño. ¿Qué hace un hombre en su casa? Miro el número de la casa para ver si me confundí, pero no. Es la casa de Laura.

En cuestión de segundos, un hombre rubio con ojos verdes y musculoso me abre la puerta. Es más alto que yo.

— ¿Ross? — me pregunta.

— Sí, soy yo. ¿Tú eres...?

— Erik William. Creo que nunca tuvimos la oportunidad de presentarnos formalmente. Laura está arreglándose. No te preocupes por ella, he cuidado de Laura. Creo que tu presencia solo le haría peor.

Suelto un suspiro y asiento. — De acuerdo... Me iré.

Me doy la vuelta y me dispongo a irme, pero una voz me detiene.

— ¿Por qué la dejaste? — pregunta Erik, y yo lo miro.

— Porque la amo.

— Tienes una manera de demostrar tu amor bastante rara...

— En los primeros meses, no tomé en serio nuestra relación... Pero luego me di cuenta de que estaba enamorado de ella y cambie. Nuestra relación fue algo real para mi, y no le dije sobre la farsa para no perderla. De todas formas, la perdí y le provoqué un coma por dos meses. Prometí alejarme de ella si despertaba, minutos después lo hizo y yo cumplí mi promesa. Me alejé. No hay otra mujer en mi vida, es una mentira para que me odie y no me busque. La amo, como nunca amé a ninguna otra mujer, y quiero que sea feliz. — respondo.

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