9 de septiembre del 2017
Cómo empezó todo
Laura
— Abuelo, levántate... — murmuro apoyada en el umbral de la habitación.
No hay respuesta. Sigue mirando a un punto fijo sin siquiera prestarme atención. Me acerco a él lentamente y me siento a su lado.
— Fue mi culpa... — susurra.
— ¿Qué cosa?
— La muerte del sargento William...
— Por supuesto que no, son cosas que pasan. Vamos, levántate... Haré un rico desayuno y luego podemos ver algo de televisión antes de irme al trabajo.
— ¿Sabías que eres una chica hermosa, buena y asombrosa? Cualquier hombre sería afortunado por tenerte. Eres única, Laura. — me dice, mirándome mientras sonríe levemente.
Mis ojos se llenan de lágrimas y lo abrazo con fuerza.
— Te quiero mucho, abuelo... — susurro.
— No puedo levantarme, Laur... No puedo caminar.
Lo miro alarmada. ¿Qué? No...
— Abuelo... Vamos... Solo estás cansado... Tú puedes... — digo con la voz temblorosa.
— No puedo, ya lo he intentado. Por eso estoy aquí.
Está empeorando. Su enfermedad está empeorando... Y ya no puedo hacer nada. Las lágrimas comienzan a caer antes de que me de cuenta, le doy un beso en la frente y salgo de la habitación.
— Señorita, ¿todo en orden? — pregunta Nora mirándome preocupada cuando llego a la cocina.
— Luca no puede caminar... — murmuro. — ¿Puedes cuidarlo? Tendré que mandarlo a un asilo. No quiero...
— ¡Oh, Laura! — exclama para después abrazarme con fuerza.
Le correspondo el abrazo y me refugio en sus brazos, mientras lloro desconsoladamente. Nora había sido como una madre para mi, tiene al rededor de cuarenta años, es pelirroja y sus ojos azules tenían un brillo maternal especial. No me equivoqué al contratarla, ella siempre está para mi.
— Por favor, si mejora o algo... Llámame. Detesto tener que irme pero me despedirán si no voy, no soy precisamente la empleada del mes.
Nora sonríe levemente y asiente. — Yo me ocuparé de Luca, señorita. No se preocupe. — me tranquiliza.
Suelto un suspiro y miro hacia la habitación de mi abuelo. Él sigue acostado y mirando la pared. Mi casa no es grande, de hecho simplemente cuenta con dos habitaciones, un baño y una cocina-comedor. No tenía dinero para nada más, y de hecho es la casa de mi abuelo.
— Adiós, Nora... Gracias por todo. — me despido, volviendo la mirada a ella.
— Adiós, señorita.
Sonrío levemente y me marcho al trabajo. Cuando llego, Lily me mira preocupada por el aspecto horrible que tengo y Julianne no tarda en abrazarme.
— Estoy bien... — susurro conteniendo las lágrimas. — Iré al mostrador.
Julianne me suelta y me examina, le sonrío levemente sin mirarla a los ojos y me voy rápidamente a refugiarme en el trabajo.
Diez minutos después, llega Ross y me sonríe de lado. Hoy no estoy para sus juegos así que me limito a mirarlo y a sonreir levemente.
— ¿Qué pedirá? — pregunto.
Ross al parecer se da cuenta que algo va mal ya que su sonrisa se elimina y me mira preocupado, coloca una mano en mi mejilla y me la acaricia suavemente.