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Miro por la ventanilla del coche los frondosos árboles de Portland.
Me gusta venir aquí.
Aquí he pasado los mejores momentos de mi infancia...cuando no tenía problemas, cuando reía despreocupado con las bromas de mis hermanos, las acampadas en el bosque con mi abuelo...
Nada que ver con el caos de vida que he llevado desde entonces. Lo único que me ha dado algo de tranquilidad ha sido irme a la universidad y estar fuera de casa. Fuera de esa farsa a la que llaman familia. Lejos de todas las mentiras y engaños que rodean a la maravillosa y sofisticada familia Grey Trevelyan.

—Eh, imbecil, ¿nos vamos esta noche de copas?—Gruño.
Mucho estaba tardando mi hermano en saltar.

—Paso.—Se ríe.

—Pues tú te lo pierdes.—dice levantando la barbilla altanero. Vuelvo a mirar por la ventanilla.
A veces puede ser un gran gilipollas. Hace años que perdimos la conexión que teníamos de pequeños y él lo convirtió todo en una rivalidad entre nosotros.
Es todo un gígolo, el típico tío que deja a su paso una larga lista de mujeres a las que ha usado como si fuesen un mero juguete. Solo quiere una cosa de ellas, y una vez que lo consigue; si te he visto no me acuerdo.
Es guapo, esta fuerte, un tío atlético con una mirada verde penetrante, seductora y una sonrisa encantadora de chico bueno.
He visto a tías pelearse por él...y luego follarselas a ambas.
Niego mentalmente.
Tú no eres mejor que él, Grey.
Algunas mujeres son despreciables.
Si ni ellas mismas se hacen respetar, ¿quién coño va a hacerlo?
Elliot detiene el coche en el suntuoso porche de la casa de mis abuelos. Ellos ya nos esperan en la puerta con su habitual encanto carismático y hogareño.
Salgo rápidamente del coche y mi abuela me abre los brazos.

—Hola, mi niño.—sonrío y la abrazo muy fuerte.

—Ya no soy un niño, abuela.—Beso su pelo.

—Para mi sí. Siempre serás mi pequeño.—me dice con ternura.
Es una mujer muy guapa y entrañable. Es buena y cariñosa y muy elegante. Adoro a mi abuela.

—Hola, Christian.—Mi abuelo palmea mi hombro y me atrae hacia él para abrazarme.

—Hola abuelo, me alegro de verte.—Mi abuelo es un gran hombre. Todo lo que sé de pesca y béisbol se lo debo a él.
Vemos llegar el Volvo de mis padres.

—¡Oh, que emoción!—dice mi abuela irónica.
—Ahora sí que llegó la alegría de la huerta.

—¡Abuela!—Elliot la reprende saliendo en defensa de su querido padre.
Mi abuela levanta los brazos en señal de rendición y mi abuelo reprime una risotada.

Mi padre se baja del coche con su habitual elegancia y me dedica una mirada amenazante. Pongo los ojos en blanco.
Abre la puerta a Elena, su amante y mi ex amante. Hay que tener poca vergüenza de traer a tu amante a la casa de tus suegros.
Tengo ganas de vomitar.
Mi madre y mi hermana salen de la parte de atrás del coche y mi hermana corre hacia mis abuelos.

—Elliot, Christian, ayudad a sacar y subir las maletas a las habitaciones.—dice mi padre.

Cojo rápidamente las maletas de mi madre y de mi hermana y la subo a su habitación. Veo a mi hermano subir cargado con tres maletas.

—Eh, ayúdame, Christian.—rápidamente cojo una maleta que casi se le cae.—Joder, esta mujer parece que trae un muerto aquí.

—Elliot, ven, ayúdame un momento.—mi hermano va a la habitación de mi madre y yo llevo las maletas de Elena a su habitación. Es grande con unas bonitas vistas al jardín trasero.

—¿Estás esperándome?—Me tenso y suelto rápidamente las maletas.—.Podríamos divertirnos un rato.—dice acariciando lentamente mi brazo.

Flashback.

Mi gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora