Mi gran Amor.

25

Me siento en la cama, contemplándola mientras duerme. Me encanta hacerlo.
Es el momento en que no existen problemas, donde no hay miedos y donde su dulce consciencia se sumerge en el mar de los sueños y las ilusiones.
Se agarra a mi almohada y suspira relajada.
Ojalá yo lo estuviera.
El corazón se me paró cuando recibí una alerta de Ryan.
Mi mujer estaba enferma.
Enferma.
El mundo dejó de girar hasta que pude llegar a casa y sentarme a su lado en la cama y ver con mis propios ojos que estaba bien.
Nada importaba, solo ella.
Estaba en medio de una reunión mensual cuando me levanté de golpe y salí por la puerta asustando a mi equipo.
Mientras recogía mi maletín oía a Luke explicando a Ross que Ana no estaba bien.
Me dolía el corazón cuando lo pensaba.
Yo debería estar con ella. Yo debería haberla cuidado.
¿Que mierda hago aquí?
¿Por que coño la dejé sola cuando me pidió que fuese con ella?
Soy un hijo de puta.
Me monté en el ascensor ignorando a todos, solo deseaba estar con ella. Como debería haber sido. No estaría pasando esto si fuese estado con ella.
Con la mano temblorosa acaricio su hombro y ella se remueve.

—Nena, despierta.—sus ojos sin brillo se abren lentamente enfocándome con dificultad. Tiene oscuras ojeras y esta pálida, blanca como el papel.—Hola, preciosa. ¿Estás bien? Ryan me ha dicho que te mareaste.—asiente.
—Estás muy pálida. ¿Porqué no me llamaste? Te llamé. ¿Por que apagaste el móvil?
Ella se acomoda en la cama doblando la almohada para poder incorporarse con cierta dificultad.

—No tenía batería.—me suelta seria, fría y sin mostrar ningún tipo de sentimiento.
Todavía está enfadada.

—Ah.—voy ha disculparme cuando tocan a la puerta y Ana da paso.
Me ignora mirando hacia la puerta.

—Perdonen que les moleste, señor. La señorita Matteo está en recepción, pide hablar con usted.—me giro y miro a Gail esperando que me diga que es una broma de mal gusto.

—¿Qué?—ella asiente sin expresión.
Maldita sea, le dije que no quería saber nada más de trabajo.
¿Que coño hace?

—Gail, me siento mal, ¿puedes prepararme algo para el estómago?

—¿Que te ocurre?—decimos yo y Gail al unísono.
Cojo su mano fría como el hielo, ella me ignora.
Mierda.

—Tengo el estómago revuelto. Ha de ser algo que tomé.

—Te prepararé un caldo de pollo y un zumo multifrutas.—propone Gail.
—¿Señor?—yo sigo mirando a Ana mientras se mete en la cama y se tapa con el edredón.

—Llama a Luke. Que el se ocupe de ella.—asiente y me giro para mirar a mi mujer.

—Señor.—segundos después oigo la puerta cerrarse.
Me inclino sobre ella y le beso la cara; por todas partes.
Ella no me rechaza, es un gran alivio.

—Te amo, nena.—abre sus ojos serios y cansados y me mira sin decir nada.
Se acurruca en la cama y cierra los ojos.
Mierda. Lo he jodido todo.
—Lo siento, cariño.—le suplico.
Abre los ojos y me fulmina.

—Deja de decirlo y no hagas nada que luego tengas que sentir.—espera con rabia entre dientes.
Joder.
Me quedo sin aire como si me hubiera dado una patada en el estómago.

—Nena...—mis palabras mueren en mi garganta.

—Christian, de verdad estoy mal. Solo quiero descansar.—se tapa hasta la barbilla y se gira dándome la espalda.
Permanezco a su lado. No sé qué decirle para que me perdone.
Jamás le haría daño intencionadamente.
Ella es mi vida.
Lo siento, nena. Más de lo que crees.
Las palabras de Ross me llegan a la mente.

"Por la empresa se rumorea que tienes muy bien mirada a tu nueva asistente."
"¿Vas a dejar que Ana piense que estas con ella?"

¿Como puedo explicarle que ella no significa nada para mí?
Que solo la tengo en la empresa por que me siento mal por arruinarle la vida. Por no poder mantener la polla en su sitio y tocar a la chica de mi amigo.
Pero el destino viene a golpearme aun después de los años.
Toda esa mierda que hice en el pasado se revuelve contra mí afectando mi matrimonio.
O le cuento a Ana lo que pasó entre Gia y yo o realmente puede ser peor de lo que ya es.