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Señor Grey, su mujer contiene altos niveles de Toxina Botulínica en la sangre. Esta toxina produce botulismo,  una de las enfermedades más mortíferas que existen, produce parálisis  muscular y progresivamente la muerte. No ahí remedio una vez que el veneno ha entrado en la sangre. Me temo que a su mujer le quedan poco tiempo de vida.

Esa palabras se repiten una, y otra, y otra, y otra vez. Me apuñalan, me queman, me desquician, me están matando lenta y dolorosamente.
Lloro y grito como un niño.
Luke me sostiene intentando en vano tranquilizarme.

—Esto no puede estar pasándonos, Luke. No...—me tapo la cara y lloro.
Mi Ana.
Mi...
Estoy entrando en un estado de ansiedad sombrío y aterrador.
—Todo esto es por mi culpa. Todo esto es mi culpa.

—No digas eso, Christian. Esto no es culpa tuya. Ninguno vimos nada anormal. Esa mujer tenía su plan bien armado.

—Debiste dejar que le arrancara la cabeza a esa hija de puta.—le grito.

—¿Y que te metan preso? Tú mujer pondría patas arriba este hospital.—intenta hacerme sentir mejor pero el solo hecho de mencionarla me hunde más en mi miseria.—Venga, levántate. Ella despertará de un momento a otro y tiene que verte bien. Voy a buscar clínicas especializadas en su caso. No todo puede estar perdido. Estos incompetentes hijos de puta han podido equivocarse.—me limpio las lágrimas y le miro.

—Tienes razón. Tienes que tenerla, Luke.—los ojos se me vuelven a llenar de lágrimas sin poder remediarlo.—Sí le pasará algo...Yo...—las palabras se calcinan en mi boca. Cierro los ojos con fuerza.—Ella es mi vida.—él asiente con tristeza y me abraza.—Dios, mío, Luke. ¿Como puede ser posible?—me separo de él y me aprieta el hombro.

—Esa...La señorita Mateo está desequilibrada emocionalmente, no entiendo como pudo pasar por nuestras comprobaciones de seguridad. Ha sido detenida y le están tomando declaración.
Ha sido un shock enterarnos de todo esto.
Cuando Tom soltó la bomba en casa nadie supo que decir, y nadie lo hizo. Solo cogí a Ana en brazos y la saqué rápidamente de casa.
Envenenándola.
Gia ha estado envenenando a Ana.
Si la llego a ver cara a cara la fuese matado con mis manos.

—Sinceramente, Luke, ahora mismo esa hija de puta me da exactamente igual.—me froto los ojos cansados y doloridos.

—Señor Grey.— me llama una enfermera.—La señora Grey acaba de despertar, señor.

—Gracias. Luego te veo, Luke.—le digo por encima de mi hombro.
Entro a la habitación y me acerco a Ana que se remueve.

—Hola, preciosa.—cojo su mano y la beso.
Sus ojos se empieza a llenar de lágrimas y seguidamente los míos.
¿Como puede ser la vida tan injusta con nosotros?

—Tranquila, mi vida.—la abrazo y llora bajito.—Tranquila.—susurro y rompo llorando igual que ella.
Quiero ser fuerte para ella, quiero poder infundirle ánimos y esperanza...pero maldita sea, estoy desolado.
El doctor entra por la puerta y nos contempla con indiferencia.
Contengo las ganas de borrarle la sonrisa a golpes. Ahora mismo soy una bomba de relojería. Ojalá tuviera cerca a Gia.

—Ha despertado señora.—le dice acercándose a la cama y mirando sus informes.—Ya tenemos todos los exámenes concluyentes. Teníamos la esperanza de que el análisis en sangre diera negativo, pero no es así. Me temo que no hay nada más que podamos hacer.—siento como todo el peso de mundo cae sobre mí otra vez, con más fuerza que antes. Cada vez peor. Nada va a hacer que me haga a esta idea tan macabra de que mi mujer va a morirse.
Mierda.

—No puede ser.—por Dios, tiene que darnos alguna esperanza.—Esto...es una...¡Joder!—doy una patada a la silla que rebota en la pared y el suelo.
Ana solloza.
—Nena...nena...—la abrazo con fuerza.
—Doctor, tiene que haber otra solución, algo podremos hacer.—él niega.

Mi gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora