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Sawers aparca el Audi SUV en la entrada del Escala. Rodeo rápidamente en coche y abro la puerta de mi mujer. La cojo en brazos antes de entrar en el edificio.

—Eh, que puedo andar.—dice indignada pero con un brillo divertido en los ojos. Río.

—Tengo que cruzar el umbral con usted en brazos, señora Grey.—beso sus labios rápidamente y ella me dedica una preciosa sonrisa.

—Bienvenidos a casa señor y señora Grey.—nos dice Ryan cuando nos abre la puerta del vestíbulo.

—Gracias Ryan.—le decimos al unísono.
Mi mujer me abraza con fuerza el cuello y deposita un suave beso. Suspira relajada y feliz. Me jode tener que cortarle la paz.

—Esta noche tenemos la cena en casa de mis padres.—asiente seria. No me hace ninguna gracia llevarla. Mi padre y Elena la miran con desprecio y es algo que no voy a tolerar. A ella no la va a despreciar nadie.

—Esta bien mi amor. Mmm... ¿Esa mujer...estará?—esa mujerzuela querrás decir, nena.
Asiento.
—Mi amor.—ronea en mi oído rozando con su nariz el lóbulo de mi oreja. Mi cuerpo se activa y mis pensamientos quedan relegados.—Sí no estás muy cansado, podemos ir a la cama y no precisamente para dormir.—aprieto mi agarre en sus muslos y todo el vello del cuerpo se me eriza cuando deja un reguero de pequeños y suaves besos.
Joder.
Mi polla crece y crece hasta resultar molesta.

—Me ha leído la mente, señora Grey.—se derrite en mis brazos cuando le susurro al oído.

Entramos en casa y vamos directos a nuestra habitación sin dejar de besarnos. Nos besamos con deseo y pasión mientras la llevo a nuestro santuario. Nuestra habitación.
La dejo con delicadeza en el suelo al lado de nuestra cama.
Bajo las manos por sus costados hasta el dobladillo de su camiseta y se la subo sacándosela por la cabeza.
Contemplo su pecho desnudo salvo por un bonito sujetador de encaje morado. Acaricio sus pechos y bajo por ellos besando su piel hasta su ombligo. Que bien huele. Jazmín.

—Tienes una piel muy suave, nena.—bajo mis dedos inquietos hasta el dobladillo de su falda que rápidamente se une a su camiseta en el suelo.—Me encanta tocarte.—bajo la mano hasta la deliciosa unión de sus piernas y meto los dedos dentro de sus braguitas de encaje a juego. Está húmeda.—Sobre todo aquí.—trazó círculos en su clítoris deleitándome con sus gemidos.
Sus pezones se tensan debajo de su sujetador.
Me encanta.
Mi cuerpo se revela ante esa visión.
Subo rápidamente a ellos y retiro la tela atrapando sus pezón en mi boca.
Mmm.
Chupo, lamo y muerdo.

—Oh, Christian.—su voz ronca me enciende de maneras inexplicables.
Me clava las uñas en los hombros en señal de que la tengo donde quiero. Loca de placer, suplicante y expectante de mis atenciones.
Invado su boca y su gemido viaja por mi garganta hasta mi polla que palpita placenteramente.
Bajo las manos a su bragas y se las arranco.
Me vuelve loco.
Quiero poseerla. Ya.
La sujeto de las caderas y le restriego mi erección haciéndola gemir.
Joder, Ana.
Sus manos suben por mi pecho hasta mi cuello y desabrocha con agilidad los botones de mi camisa quitándomela por los hombros y acariciando con los dedos mis bíceps.
Mete la cabeza en mi cuello dejando caer la camisa juntos con las demás prensas y pasa la nariz por mi oreja. Me remuevo excitado con el corazón a mil por hora.
Chupa y muerde el lóbulo de mi oreja y mi erección se sacude rebelde. Gimo y me restriego contra ella.
Dios, casi puedo correrme.

—Tú si que sabes como ponérmela dura, nena.—me hace perder la puta cabeza por ella. Le daría lo que me pidiese y ni siquiera preguntaría. Acuno su cara en mis manos y se humedece los labios mordiéndose el labio inferior mirándome con esa mirada de puro deseo y descaro que me encanta.
Paso una mano por su cuello y enredo los dedos en su pelo manteniéndola quieta y juntos nuestros labios con dureza. La beso perdiéndome en ella. En su olor, en su tacto.
—Eres mía, Anastasia.—ella gime agarrando con fuerza mis hombros y baja las mano hacia mi pecho arañándome. Maullando mi nombre perdida en la nebulosa de placer que nos rodea.
La pego a la pared y con la rodilla le abro las piernas rozándole esa parte de su cuerpo sensible, húmeda y caliente que me vuelve loco. Hecha la cabeza hacía atrás y gime. No aguanto. La deseo mucho.
—Dímelo.—me mira desafiante, con la mirada oscurecida de deseo. Por mi, sólo por mi.

Mi gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora