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—Christian, te quiero. Te quiero.—Grita Ana mientras me abraza.
Reímos felices.

—Yo también te quiero, Ana.—le digo en sus labios y la beso.

Despierto relajado por el suave balanceo del barco.
¿Dónde está Ana?
Me incorporo y la busco por la habitación.

—¿Ana?—No contesta.
Por el rabillo del ojo veo un sobre con mi nombre en la mesita de noche y el corazón se me para.
No.
Me siento con dificultad y lo cojo.
Saco la carta y la leo con el corazón encogido.

Querido Christian.
Perdóname por irme sin despedirme pero es que no puedo decirte adiós. Me duele, me duele en alma tener que irme y dejarte, pero tengo hacerlo.
Me he enamorado de ti. Te quiero y te juro que jamás voy a olvidarte, siempre serás alguien muy especial para mí.
Gracias por estos maravillosos días, gracias por hacerme olvidar los momentos tan amargos que estaba pasando y gracias por ser tan tierno y cariñoso conmigo.
Gracias por tantos momentos inolvidables.
No me cabe la menor duda de que llegarás muy lejos y triunfarás, tienes una ideas buenísimas y una mente brillante. Estoy muy orgullosa de ti y te admiro mucho como persona, eres un gran hombre y serás un gran empresario. No lo dudes jamás.
Acepta este cheque para poder empezar a fundar tu empresa, quiero que te conviertas en alguien importante y poderoso y cumplas todos tus sueños. Te lo mereces, por favor acéptalo.
Sé feliz, Christian.
Te quiero.
Ana.

Saco el cheque.
¡Doscientos mil dolares!
¿Pero qué coño...?
Respiro hondo.
Vuelvo a leer la carta.
Me quiere. Ella me quiere.
Se ha enamorado de mi.
¿Y por qué te has ido así, Ana?
Yo queria hablar con ella decirle que la esperaria.
Respiro hondo.
Me quiere.
Bonita forma de demostrarlo, Ana.
Siento como mi enfado aumenta al asimilar que se ha ido sin despedirse. Que no volveré a verla.
Que ya no esta.
Siento como si me clavaran un cuchillo en el corazón. Aprieto fuertemente los puños hasta que casi me hago daño.
Ana, ¿por qué te has ido?
Me visto rápidamente y salgo a cubierta.
Estamos en el puerto.
Ya esta anocheciendo.
Peter esta amarrando el barco al norak.

—Hola, señor Grey.

—Hola, Peter. ¿Hace mucho que se fue, Ana?—Frunce el ceño y asiente.
—Vale. Ha sido un placer.—Le tiendo mi mano y el me devuelve una sonrisa.

—Igualmente, cuando quiera aquí estoy.—asiento.—.Que tenga un buen día.
Sí, seguro.
Me meto en el coche y conduzco hasta su casa.

Ya ha anochecido y las luces están apagadas.
No parece haber nadie. Toco la puerta y el ama de llaves me abre.

—Buenas noches, señor Grey.

—Hola, Carmela. ¿Esta, Ana?—Ella niega.

—La señorita salió hace una rato para el aeropuerto. Se va a la universidad.—Siento que el mundo se para.
Joder, joder.

—Vale, gracias.—Me doy la vuelta y me voy todavía mas deprimido.

Gracias a Dios, en casa no hay nadie. No me apetece ver ni hablar con nadie. Entro en mi habitación y me tumbo en la cama. Me tapo la cara con la almohada. Siento la carta en el bolsillo de mi sudadera. Suspiro.
Ay, nena.
No puedo aceptar ese dinero.
No puedo aceptar que te hayas ido.
Te quiero.
Pero ella ha decido alejarse, Grey. Ha decidido hacer su camimo. Ni siquiera se ha despedido.
Me cabreo.
Pues que le den. Seguiré con mi vida.
Doy un respingo.
¿Qué vida?
No recuerdo haber estado tan vivo antes de conocerla. Ella trajo alegria, colores y sensaciones a mi vida.
Antes de ella...antes de ella era un gilipollas insensible que solo ha utilizado a la gente para su propio beneficio y al que ni su propio padre quiere.
Siento una grieta abrirse a mis pies.
Ana, te hecho de menos.
Me irrito.
Vamos, Grey. Sigue adelante.
Me levanto y me doy una ducha. A mi mente viene un recuerdo.

Mi gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora