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—Nena, ¿qué ocurre?—niega e intenta sonreír.—No me mientas, Ana. Te conozco y se que algo a cruzado tu cabeza. ¿Que pasa?—¿acaso ella no ha sido solo mía? ¿Es eso? ¿Se ha acostado con otro en el tiempo que hemos estado separados?

—Nada, es que...—coge aire y endereza la espalda.
Mierda.
—Hablamos mejor cuando lleguemos a casa. No quiero hablar de esto aquí en medio del restaurante.
Asiento receloso. Presiento que no me va a gustar lo que tenga que decirme. Pero lo haré a su manera. Pago la cuenta y salimos del restaurante. Ana se estremece de frío y la rodeo con el brazos. Ella se acurruca en mi costado y le beso el pelo. Ella sigue aquí. Está conmigo.
Y eso es lo único que me interesa.

El viaje al ático lo hacemos en completo silencio. Ambos sumidos en nuestros pensamientos. La veo seria y absorta mirando por la ventanilla.
¿Que te pasa, nena? Estábamos bien. Hablando animadamente mientras almorzábamos, como una pareja normal. No sé que le habrá ocurrido.

Le abro la puerta del coche y la ayudo a bajar. Ella sonríe agradecida. Mi madre dice que a las mujeres les gusta que los hombres sean atentos y caballerosos con sus mujeres. Que las hacen sentir especiales. Así quiero yo que Ana se sienta conmigo. Especial.
Sostengo con firmeza su delicada mano y tiro de ella hacia el ascensor.
Segundos después estamos en el sobrio salón de su galería de arte.
La guío hacía el sofá y me siento a su lado rodeándole los hombros con mi brazo y sujetando su barbilla con mi mano. Quiero mirarla a los ojos cuando me cuente que le pasa.

—Dime, ¿Que te preocupa?—sus ojos me miran ligeramente apagados.

—Pues...he estado pensando en qué no quiero que sientas que lo que has conseguido es por mi. Yo sólo hice una inversión, cómo la habría hecho cualquiera que te hubiese escuchado. Todo el mérito y el trabajo es tuyo, eso tenlo claro. No quiero que sientas que me debes algo...y tampoco que pienses que estas atado a mi de alguna manera.—suspiro aliviado después de todo. Estaba pensando que todo esto se debía a que había estado con otro.
Joder, tienes que calmarte, Grey.
Ana no haría eso.
¿Atado a ella? ¿Piensa que estoy con ella por obligación?
—Estoy muy orgullosa de todo lo que has conseguido y eso me a llevado a pensar que...—sus ojos brillan con tristeza y aparta la mirada.

—Nena, mírame.—le pido con suavidad.—¿Que has pensado?—acuno su carita de duendecilla en mis manos y le acaricio la mejilla con el pulgar. Su piel es tan suave. Me muero por besarla y lo hago. Saboreo sus dulces labios con sabor a tarta de manzana. Mmm deliciosa.
Sus manos me rodean el cuello y acaricia el pelo de ni nuca con suavidad. Mi erección despierta al instante. Dios, como la deseo.
Me separo un poco y la miro.
Sigue con los ojos cerrados y apoya su frente en el hueco de mi nariz.
—Nena, no te sientas mal.

—Sí, sí me siento mal. Hasta ahora no he caído en eso. Yo quiero que estes a mi lado porque me quieres no porque te sientas obligado o porque creas que sin mí no tendrías nada. Eso no es verdad. Lo hubieras hecho con o sin mi.

—¿Pero de donde sacas eso, nena?.—suspira.

—No dejas de decir que todo es gracias a mi y he visto la cara de decepción que has puesto cuando me contabas que tu padre te ha dicho que sólo has tenido suerte y...—suspira agobiada y la abrazo con fuerza.

—No pienses eso. Te estoy muy agradecido es verdad, me has ayudado tanto...Pero te amo más que nada y eso es por qué eres una chica fantástica, cariñosa, que me hace tocar el cielo de maneras inexplicables y sin la que no puedo vivir. Sólo te tengo a ti, nena. Y no hay día que no le dé gracias a Dios por haberte puesto en mi camino.—sonríe con tristeza.

—Christian, sigo siendo menor de edad. ¿Como crees que se vería afectada tu carrera si nuestra relación saliera a la luz?—me tenso de golpe.

Mi gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora