Capítulo 4 Tatuajes.

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Entonces me quedé sola frente a esa celda oscura. Dentro de una hora alguien iba a venir a asegurarse de que estaba bien y con vida.

Jared se había ido. Si iba a hablar con el preso iba a ser a solas.
Él se encontraba durmiendo de espaldas al frente de la celda y la oscuridad no me permitía ver nada más que su musculosa espalda cubierta con una camiseta blanca parte del uniforme que consistía en un pantalón gris junto con tenis del mismo color a la camiseta.

Tomé valor, me aferre a mi carpeta y golpee un barrote de hierro con mi bolígrafo. Al principio esto no tuvo resultado, pero a los tres golpes él comenzó a moverse.

Previamente Jared me había dejado abierta la cerradura de la celda y abrí la puerta tratando de mostrarme con seguridad.

—Buenos días— dije cuando entré.

Él ya se había sentado y estaba estirando sus brazos. No sabía si lo hacía para ponerme nerviosa pero lo lograba. Por lo menos me hacía mantener la mirada fija en sus tatuajes.

—Oh, no, doctora— comenzó a hablar adormilado, —puedo odiar con cada célula de mi cuerpo al fanfarrón Jared Ívon pero no me meteré con su novia.

—No soy su novia— trague saliva. —Y tampoco quiero nada con usted más lejos que lo laboral.

—Lo será seguramente cuando vayan a donde sea que vayan a salir este domingo...

—Estaba escuchando.

—No es la única que toma notas, doctora; La diferencia es que las mias son mentales. Ahora dígame qué es lo que quiere.

—Le había dicho que es lo que quiero— dije firme.

—Y yo le dije que no, por lo que si viene a pedir lo mismo estaría perdiendo su tiempo.

Su mirada severa me confirmaba que no era un hombre que fuera a cambiar de opinión fácilmente, por lo menos no sin recibir algo a cambio.

—Puedo pagarle— era mentira, yo no tenía mucho dinero disponible, —solo dígame un precio.

—Puedo conseguir cualquier cosa que quiera aquí dentro sin necesidad de dinero. En la cárcel eso no me sirve.

—Entonces, ¿Qué es lo que quiere? Puedo conseguirlo. Trabajo en el juzgado y sería fácil para mí que...

—Quiero lealtad— me interrumpió. —Eso es lo que quiero.

No lo entendía. No sabía de qué le iba a servir eso más que el dinero o prestaciones dentro de la cárcel.

—¿Cómo?— pregunté sin entender.

—Si me da su lealtad, se compromete a ayudarme cuando lo necesite. Por ahora tengo cosas que hacer por mi cuenta, nada en lo que usted pueda intervenir, pero si en un futuro...— siempre mantuvo esa sonrisa torcida tan amable como aterradora.

¿Darle mi lealtad a un criminal? ¿Esa no era la manera segura de que te mataran en una serie de policías y ladrones?.
Por otra parte, era lo único que lo haría cambiar su actitud poco cooperativa, y eso era lo que necesitaba si quería concluir con éxito mi proyecto.

—Bien— sentencié.

—Bien— me imitó. —Júrelo.

—Jurar es algo muy tonto. Mi vida está regida por la ciencia y se sabe que hay múltiples posibilidades que harían que una promesa como esta no llegara a cumplirse.

Levantó ambas cejas y después de unos segundos me quito los ojos de encima para buscar algo en su celda.

—Bueno, aquí no hay más presos— se levantó quedando por varios centímetros más alto que yo. —Así que si va a seguir buscando sujetos para su investigación le aconsejo que salga de mi celda y busque a alguien más.

Mi sangre se puso helada. Mi reacción a esto fue tratar de pararlo mientras me empujaba hacia la salida poniendo ambas manos en su pecho.

—¡Le ruego que...!

—Mire nada mas— sonrió. —Por lo menos ya no retrocede cada que me acerco. Pero, si me doblegara cada vez que me ruegan, ¿Cree que habría matado a tanta gente, doctora?.

Me tomó de las muñecas fuertemente y las despegó de su pecho haciendo también que mi carpeta, la cual llevaba bajo mi brazo, se cayera al suelo regando todos los papeles.

Esto me dio una descarga de ira. Sentí como el valor comenzaba a tomar el lugar vacío en mi pecho que el temor y el nerviosismo había dejado al dispersarse poco a poco.

Él volvió a mirarme a los ojos.

—Es muy torpe, ¿Se lo han dicho?.

De acuerdo, no pude contenerme más y las palabras salieron de mi boca como si alguien hubiera derribado la presa que les impedía fluir.

—¿Torpe? ¡¿Torpe?! ¡Primero insulta mi integridad como mujer, luego mi falda y después mi proyecto llevándose con eso todo mi trabajo también! ¡Todo el mismo día! Trate de controlarme ayer, ¡Pero hoy! ¡Insinúa que una mujer apegada lealmente a las creencias científicas haga un juramento, se niega a colaborar con mi trabajo y me llama torpe! ¡¿Sabe una cosa?! ¡¡¡Pues si!!! Soy tan torpe como para seguir aquí parada aguantando todos sus malos tratos solamente por un libro que me muero por escribir. Puedo soportar todo eso, señor "no sé cómo se llame" pero está loco, escúcheme bien: ¡Loco! Si piensa por un segundo que le voy a permitir una ofensa tan alta a lo que represento como es hacerme tirar mis notas importantes en el suelo lleno de suciedad de una cárcel.

Paré de hablar únicamente por necesidad de tomar aire. Cuando paré, automáticamente tome todo el aire que pude contener con una gran inhalación. Me prepare para proseguir cuando me cubrió la boca con su enorme mano rasposa.

—¡Basta!— me calló calmado, —hará que me duela la cabeza y aquí dentro no hay medicamentos.

Me intenté quitar la mano de la cara pero me tomo con la otra de la nuca.

—De acuerdo— susurró, —voy a escucharla y cooperare, solo deje de gritar, no querrá que me comiencen a dar ganas de golpearla también.

Lentamente fue soltando su agarre mientras me miraba fijamente a los ojos. Se aseguraba que no volviera a gritar, cuando estuvo seguro, se apartó por completo. Se sentó en el lugar donde dormía y pateó una cubeta de plástico para que me sentara.

Antes de sentarme recogí cuidadosamente mis hojas de notas, eran muy importantes para mí.

Cuando junte todo de vuelta en la carpeta de senté frente a él.

—Bueno, antes que nada— comencé a hablar, —¿Cuál es su nombre?.

—Ryan Tucker.

—¿Su edad?.

—Veintinueve.

—¡Lo sabía!— me di cuenta de que lo había dicho en voz alta, solo esperaba que él no me hubiera escuchado. —Mi nombre es Denisse Hokin, soy psicóloga clínica, experimental, forense y criminalística. Estaré analizando su caso durante un tiempo y al final espero encontrar una razón coherente para su comportamiento.
¿Está preparado para comenzar?.

Ryan cruzó los brazos y se hizo un poco para atrás.

—Okay, comience a interrogarme— dijo.

—Trataré de que esto sea lo menos parecido a un interrogatorio, ¿De acuerdo? Veo que tiene algunos tatuajes, ¿Tienen significado?.

Él observó sus brazos extendiéndolos como si no recordara que eran.
No eran muchos, pero si unos pares de líneas delgadas como cintas rodeando el brazo entre la muñeca y en codo.

—Son...— suspiró, —representan a las personas que me importan; a las y los que dejaron una huella en mí.

Mientras yo los inspeccionaba y contaba cuantas líneas eran, no pude evitar perderme entre sus venas verdosas debajo de la piel o en los bultos que formaban sus músculos cuando apretaba los brazos al girarlos para que viera que las líneas rodeaban por completo.

Ahí te liberaré...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora