Capítulo 34 Las Vegas.

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Ryan tenían razón. Al abrir los ojos solo vi carteles que anunciaban que estábamos entrando a Nevada.
No pude haber dormido tanto...

—Buenos días— me dijo él.

Levanté la cabeza y me cubrí los ojos por la falta de costumbre al sol potente en lo alto del cielo. Debía ser medio día.

—¿Ya llegamos?— pregunté con miedo.

—Lo prometido es deuda. Le dije que la traería a Nevada para cuando despertara.

Estuvo a punto de darme otro ataque de pánico, pero me contuve. No me lo podía permitir en estos momentos.

—Sabe que esto no me hace feliz.

—Lo sé— admitió sin ganas. —Créame, Doc, así es mejor para usted. Yo le hago mal.

—No sabía que tenía amplio criterio sobre lo que me convenía.

—¿De verdad quiere discutir? ¿Ahora?— me miró.

Lo pensé.

—No...Por supuesto que no.

No pasó mucho tiempo antes de que viéramos el primer hotel a un lado de la carretera.
Ryan paró el auto y se quedó un rato en silencio, después pareció tener el valor para bajar y sacar la maleta donde cargaba mis cosas.

Salí del auto sin retrasar más el momento.
Cuando estuve abajo, ya me esperaba con las cosas y algo más entre las manos.

—Es mí...

—Es su cuaderno— me dijo extendiéndolo hacia mí. —Me tomé la libertad de escribir todo lo relevante, e incluso irrelevante sobre mí. Ahora es como una enciclopedia sobre Ryan Tucker.

La tomé asombrada y agradecida. Lo hizo para que pudiera terminar mi libro aun si no volvía a verlo.

—Gracias— sonreí y me abrace al cuaderno.

—Sí, bueno. Creí que le debía por lo menos poder terminar su libro— sonrió de vuelta. —Y así tendré la seguridad de que no arriesgará su vida con otro criminal para acabarlo.

Ni siquiera estaba convencida de tener ganas de escribir ese estúpido libro como un recurrente recordatorio de la persona a quien amé y me dejó. Uno por el cual me pagarían y con el que dolorosamente cubriría mi renta.

Diablos. ¿Ahora todo giraba alrededor de Ryan?.

—También hay una cantidad bastante adecuada para que se pague una semana en el hotel o para que compre un boleto para Maine. Lo que quiera.

Asentí.

Quería abrazarlo, pero eso me destrozaría. Por lo menos abrazaba a su historia, permanentemente plasmada en mi cuaderno.

—Esquivé algunos policías saliendo de Nebraska, deben estar cerca— dijo.

—Tiene que irse ya— ni siquiera lo miré al decir esa frase. —Si no se va ahora podrían atraparlo al salir de Nevada.

Asintió. Sabía que era eso justo lo que quería decirme.

Me tomó del brazo y me atrajo hacia él, inmediatamente lo aparté con una mano en su pecho.

—¿Va a negarme un beso, Doc?— sonrió sin ganas.

—Es menos doloroso recordarlo de lejos como un amigo que como lo que en verdad significa para mí.

—No estoy de acuerdo con eso...

—No me interesa en lo más mínimo, así como a usted no le importa dejarme.

Usé mi mejor máscara de indiferencia mientras decía eso. No quería que se diera cuenta ahora del daño que me hacía.

—Como quiera— suspiró, pero no estaba molesto. Me acarició el cabello y me besó en la frente rápidamente. —Cualquier cosa que decida hacer, espero que sea más prudente que interponerse entre una bala y yo.

—Un "gracias" me bastaba...

—Gracias.

—Un "vámonos a California juntos" me hubiera hecho feliz.

—Muy inteligente— se rio. —Debo irme.

Asentí mientras se despegaba de mi cuerpo.
Dejó mis cosas a mi lado y yo no moví musculo.

Subió al auto y, antes de que pudiera reaccionar y tratar de verlo hasta el último momento...ya había desaparecido en la carretera.

Ya se había ido, ¿qué me quedaba por hacer?.
Miré a mis espaldas el enorme letrero del hotel que explicaba los costos, pero no estaba dispuesta a pasar la noche en ese lugar.
Mis planes, así como los de él, cambiaron de un momento a otro.

Estaba a punto de llorar y solo pensaba en que no quería perder la calma. Si me desahogaba como quería iba a tener un ataque y la única persona que tiene el poder de sacarme de esos espantosos episodios de pánico estaba en un auto alejándose de mi cada segundo.

Tenía que hacer algo para distraerme. Lo que fuera, no importaba lo que me costara.

Miré mi maleta y recordé que Bianca había puesto en ella algunos vestidos de fiesta muy bonitos como para no lucirlos en el mejor lugar de Estados Unidos para ir de fiesta.
Al fin y al cabo, si él me dejó aquí sola, ¿cuánto podría importar que quisiera sentirme un poco feliz?.

Necesitaba alcohol. Algo que me distrajera de todo por un buen rato. No tenía nada que perder.

Tomé la maleta y guardé el cuaderno dentro. Estaba segura de que me encontraba en una especie de etapa de una ruptura: el coraje.
Estaba tan enojada porque me haya dejado abandonada en un estado que no conocía que no pensé bien las cosas cuando le di todo mi dinero al primer taxista que conseguí detener.

—¿Para qué quiero todo esto?— me preguntó cuándo le lancé el dinero prácticamente en la cara.

—Comida, alquiler, una colonia para quitar el aroma a muerto de este taxi, drogas, ¡no me importa!— tiré mi maleta para meterla en el asiento trasero. —Quiero ir a Las Vegas.

—Un autobús la llevaría por menos de la mitad del dinero...

—Pero tú irás más rápido. Encienda el motor de este cacharro.

Me miró como si estuviera loca por el retrovisor y asintió. No era para menos con todo el dinero que le di.

No me importaba lo que me fuera a pasar mañana o esta noche, solo quería no pensar en nada.

No me importó ni siquiera que el conductor del taxi me viera por el retrovisor mientras me quitaba la ropa y me ponía el vestido negro de Bi.

—¿Eso es una herida de bala?— me preguntó él.

—¿Eso es una demanda de acoso sexual?.

Apartó la mirada del retrovisor y no volvió a mirarme en todo en camino. Incluso tuve tiempo de maquillarme un poco. Tenía que verme hermosa y sensual, algo que nunca había sido.

Mi plan consistía en ir a algún bar con muchos hombres y coquetear con alguien para que me pagara todo el alcohol de la noche.
Prácticamente haría lo que una adolescente inmadura, lo que quisiera ser en este momento.

Ahí te liberaré...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora