Estaba mucho más cómoda moviéndome en mi habitación con ese vapor saliendo por la puerta entreabierta de mi baño.
Mi madre se quedó con Jared en en juzgado arreglando algunos detalles que faltaban, como mi liberación del termino de mentalmente incompetente y a mi me dejaron con Ryan a solas.
La felicidad estaba tan cerca que no podía evitar que todas mis terminaciones nerviosas fueran recorridas por momentáneas corrientes eléctricas cada vez que volvía a pensar en ello.
Una sonrisa amplia gobernaba en mi rostro mientras guardaba algunas cosas que no quería dejar en Maine.
Escuche el grifo del agua cerrarse y la cortina moverse.—¿Sigues ahí?— preguntó desde el baño.
—Tienes suerte de que no esté ahí dentro abrazada a ti mientras te duchas. Por supuesto que estoy aquí — dije divertida.
—No suena nada mal— se rio.
Tomé otro par de calcetines y un conjunto de ropa interior y la metí en mi maleta. En estos días había comprado algo de ropa para cuando Ryan saliera y tambien la doblé cuidadosamente.
En eso estaba cuando un par de manos se posaron en mi cintura.—¡Ay!— me sobresalte y giré sobre mis talones.
—Lo siento, te asuste— sonrió.
Estaba muy cerca, tanto que su nariz acariciaría mi frente si se inclinaba un milímetro más.
Había pasado por tantas cosas con este hombre y su cercanía me seguía poniendo la piel de gallina.—Yo...te...compré algo de ropa— dije con voz temblorosa.
Se inclinó para besar la piel de mi cuello debajo de mi oreja y todo mi cuerpo tembló.
—Gracias, es usted muy considerada, Doctora Hokin— lo sentí sonriendo contra la piel de mi cuello y después siguió repartiendo besos a lo largo de él.
—El avión que nos va a sacar del país nos espera en el helipuerto dentro de veinte minutos— susurré con los ojos cerrados.
Sentí sus manos en mi cintura comenzar a jugar con el borde de mi blusa.
—Son diez de camino— se alejó de mi cuello y juntó nuestras frentes. —Cinco si me dejas con ducir. Tu maleta ya esta hecha así que tenemos quince minutos.
Me acarició la mejilla con una mano y notó que estaba temblando.
—Denisse, abre los ojos— inmediatamente lo hice y me encontré con su mirada dulce. —¿Qué ocurre?.
Estaba totalmente nerviosa, como una adolescente primeriza.
No era virgen, pero tampoco tenía experiencia que presumir, no tenía buenos recuerdos de las veces que lo hice y definitivamente no fue importante.—¿Eres...?— lo interrumpí.
—No, pero nunca me importó demasiado— bajé la mirada. —Hacerlo contigo es algo diferente.
Me besó, como dándole argumentos a mi cuerpo para responder, y la verdad es que lo hizo al instante.
Mi conciencia responsable me gritó desde el fondo de mi cabeza que me detuviera porque saldríamos del país en menos de una hora.
Le puse una mano en el pecho y retrocedí un paso.
Mala idea, puesto que mis rotulas chocaron con el borde de la cama.—Nos retrasaremos. Podemos esperar a estar...
—Si subimos a ese avión no habrá ocasión hasta dentro de unos días y me está volviendo loco verte y tenerte tan cerca sin hacer nada además de besarte, Doc— su tono era de súplica. Me sorprendí porque jamás lo había escuchado hablar de esa manera. —Estuve encerrado por años sin tener contacto físico femenino de ningún tipo y después llegas tu, extremadamente sexy con tu uniforme y esos labios rojos...— suspiró. —Me contuve de tocarte incluso cuando me pediste dormir en la misma cama que tú y terminé unos días después encerrado de nuevo en una celda...
—Ryan...— su nombre salió de mis labios como una rendición.
—Creí que me había despedido de ti y que no llegaría a estar contigo de esa forma nunca— me puso un pulgar en la boca y siguió hablando tan dulcemente como su desesperación le permitía. —Te necesito, Doc. Te necesito justo ahora. Tengo un mal presentimiento sobre nuestra partida y no quiero continuar sin haberlo hecho. Te necesito.
Me tomó el rostro con las dos manos.
—Los idiotas del gobierno pueden esperar. Yo no.
Y me besó, esta vez menos cuidadoso y más desesperado.
Con todo lo que me dijo y su lenguaje corporal no pude objetar nada más y le respondí al beso.Una de sus manos dejó de tocarme el rostro y se apartó para empujar mi maleta recién cerrada y su ropa nueva al suelo fuera de la cama.
—Oye, yo doblé eso con mucho cuidado— dije mientras él me quitaba la blusa de algodón.
—¿Te he dicho lo apetecible que te vez cuando me regañas?.
Y con una carcajada divertida de parte de ambos nos dejamos caer sobre la cama.
—¡Ryan, Denisse! ¡Se hace tarde!.
—¡Estamos aquí!.
Justo en el momento que Jared nos gritó desde la puerta de mi departamento, yo la abrí con Ryan detrás de mí cargando la maleta.
Nos miró a ambos examinando nuestro comportamiento.
Nuestras respiraciones estaban agitadas por lo mucho que tuvimos que apresurarnos en los anteriores quince minutos para poder alcanzar a estar listos.—Que descaro. Se tienen que ir del país en menos de diez minutos y...¿De verdad estaban...?— se interrumpió a sí mismo. —¡Olvídenlo! No quiero saberlo.
Fingió tener ascos y se apartó de la puerta para que saliéramos.
Ni siquiera miré atrás cuando cerré la puerta y mi viejo departamento se quedó en el pasado junto con todos los recuerdos de una vida que ya no me gustaría vivir.
Una donde un criminal con problemas de autocontrol no me molesta y me hace rabiar a cada minuto.Bajamos corriendo hasta el primer piso del edificio y subimos al auto de Jared.
—Pitufo policía...— dijo Ryan rodeándome con un brazo por los hombros.
—También tengo ese presentimiento.
La mano libre de mi acompañante apretaba la mía con fuerza. Algo lo tenía incómodo.
—¿De que hablan?— miré a Jared apretar el volante también. Ambos decidieron ignorarme por completo.
—Cuando lleguemos allá yo iré al frente, tu encárgate de cuidar a Denisse— dijo Jared.
—¿Recuerdas cuando dijiste que no ibas a soltare, nena?— me susurró en el oído Ryan. —Cúmplelo, ¿de acuerdo?. No me sueltes de ningún momento y mantente protegida con mi cuerpo.
No estaba nerviosa, pero por culpa de estos dos ahora estaba temblando.
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Ahí te liberaré...
Storie d'amore-Le mentiría si le dijera que fui así de frío lastimando a las personas como lo soy ahora con mis compañeros de celda- soltó una risa pequeña. -Me ocurría lo mismo con un arma en ese entonces que a usted conmigo. Fruncí el ceño. -¿Qué cosa?. -Le da...